No querría haber abierto jamás los ojos esa mañana. Era noviembre, 2016. La lengua estaba amortiguada. Lo primero que pensó: un ACV. No podía hablar. Ni moverse mucho. Su esposo la ayudó. La llevó hasta el centro asistencial. De ahí a la ambulancia. Y al hospital Padilla. La rodearon delantales blancos. La cambiaron de camilla. Le hicieron una tomografía. “Esto es serio”, escuchó que alguien opinaba. Ella aún no caía. En qué momento pasó del calor de su hogar al frío y ruidoso dispensario. De la salud a la enfermedad. Del día a la noche.
Estefanía Soledad Brito tiene 30 años. Los ha cumplido en febrero. Dos meses después de haber recibido la peor noticia de su vida: que en su cabeza tenía un tumor del tamaño de un pomelo. “¿Un qué? ¿Cómo puede ser?”, fueron las preguntas que siguieron al diagnóstico. Se quedó paralizada. Lloró un poco. “Fue por la angustia”, se justifica.
Cuando pudo retomar la conciencia, se puso firme: “quiero saber la verdad, ¿cuánto me queda? ¿Qué podemos hacer con esto que tengo en mi cabeza?”. Entonces, llegaría una propuesta que la dejó sin aliento. “Te queremos extirpar el tumor con una cirugía en la que estés despierta. Consideramos que es lo mejor para evitar secuelas”, le dijeron a la joven, que es estudiante de Psicología y vive en San Pablo.
Estefanía recuerda cada uno de esos instantes y se le pone la piel de gallina. Se le reseca la boca. Después de aceptar tremenda propuesta estuvo cuatro meses preparándose para la intervención, que finalmente se llevó a cabo el lunes pasado en el Sanatorio 9 de Julio. Y así ella se convirtió en la protagonista de la primera operación de tumor cerebral con paciente despierto que se realizó en la provincia.
La operación
Parecía una escena propia de ciencia ficción. De un lado, los médicos trabajando en el cerebro, con la cabeza totalmente abierta de la paciente. Del otro lado del biombo, Estefanía con los ojos como dos de oro, mirando imágenes, armando oraciones y respondiendo a las distintas órdenes que le daban, como por ejemplo “mové la pierna”, “levantá el brazo”, etcétera.
“La intervención duró seis horas. Primero se anestesió a la paciente hasta que le abrieron el cráneo para acceder al cerebro. Antes de comenzar a extraer el tumor, la despertamos completamente. Ahí empezamos a monitorizar la zona motora, la zona sensitiva y la zona del lenguaje, para así poder saber por dónde ingresar para quitar el tumor. Que ella estuviera despierta nos permitió saber por dónde podíamos trabajar y por dónde no. Si la paciente respondía con normalidad, sabíamos que era una zona segura (del cerebro), pero si se alteraba la capacidad para nombrar las imágenes, sabíamos que era una zona que debíamos evitar tocar”, precisó el neurocirujano Álvaro Campero, quien dirigió el equipo de 11 profesionales que participaron en la operación: los doctores Conrado Rivadeneira, Martín Paiz y Rolando Santillán, los anestesiólogos Lucas Amadio y Nicolás Romero y el neurólogo Juan José Paz. También participaron el imagenólogo Luis Fajre, las terapistas Mariela Gómez y Facundo Rigo y la instrumentadora Mariana Díaz.
Los profesionales destacaron la importancia de que Estefanía se haya mostrado muy tranquila durante la cirugía. “Antes de la operación la paciente presentaba una alteración leve del lenguaje y un pequeño déficit motor (todo esto dado por el tamaño y la localización del tumor). Luego de la intervención no manifestó ningún déficit neurológico nuevo. Y todo esto fue posible gracias a que se pudo operarla despierta”, resumió Campero.
“Sabíamos, por los estudios que le hicimos a Estefanía, que el tumor era muy grande y estaba ubicado en el hemisferio izquierdo. Afectaba funciones motoras, sensitivas y del habla. Era muy importante operarla despierta para intentar preservar al máximo estas funciones”, añadió. Y aclaró, por las dudas, que el cerebro es un órgano que no duele.
Al salir de la terapia, la joven no podía contener la alegría. No podía creer todo lo que le había pasado. “No me dolió nada. Al principio lloré un poco porque no sabía dónde estaba. Lo único que sentía era como el ruido de una aspiradora en mi cabeza”, detalla. Y se ríe. Muy despacio va hilvanando frases. Este tiempo de incertidumbre y espera le permitió revisar algunas cosas y darse cuenta, por ejemplo, de que desde hacía unos años habían comenzado los problemas. “Estaba en tercer año de Psicología y empecé a notar que no podía estudiar bien, no me concentraba. Me costaba definir algunos conceptos, encontrar palabras. Así que abandoné la carrera”, explica.
Estefanía quiere vivir. Ahora respira aliviada, pero es consciente de que esta lucha continúa. Leyó todo sobre su enfermedad, la operación, los pronósticos. Hasta se imaginó como protagonista en un capítulo de “Doctor House”. “Realmente siento que he vuelto a nacer”, confiesa. Y como la vida le dio semejante oportunidad, no puede desperdiciar ni un segundo, dice. Sueña con retomar los estudios y tener su consultorio. “Antes de todo esto no quería tener hijos, pero ahora cambió mi visión de las cosas -subraya-. Quisiera ser mamá en algún momento. En lo inmediato, voy a empezar a disfrutar mucho más de las cosas pequeñas de la vida”.
> Se abre un abanico de esperanza para los pacientes
En Argentina cada año mueren alrededor de 1.400 pacientes por tumores en el cerebro. Se trata de una enfermedad que afecta cada vez más a las personas. Por varios motivos: la gente vive más y mejoraron los diagnósticos de la patología, en el sistema de salud público y en el privado. La gran duda es: ¿la vida moderna tiene algo que ver también con la mayor incidencia de estos tumores? Es lo que se pregunta a menudo el doctor Alvaro Campero, jefe del servicio de Neurocirugía del Hospital Padilla.
En ese hospital, por ejemplo, en 2016 operaron 32 pacientes con cáncer en el cerebro. Se calcula que un 5% o un 7 % de los casos que se diagnostican se localizan en áreas elocuentes, cuya función neurológica hay que preservar. Por ello, hasta ahora había casos en los que los médicos directamente no operaban para no dejar en los pacientes secuelas severas. O sólo extirpaban una pequeña parte del tumor.
“Por eso es tan importante esta cirugía con paciente despierto que se hizo por primera vez en la provincia y en todo el norte argentino. Se abren grandes posibilidades en el tratamiento de este tipo de cáncer y un abanico de esperanzas para quienes lo sufren”, expresó Campero.
“Fue un gran desafío. Esta cirugía se viene realizando en varias partes del mundo y desde hace dos años queríamos hacerla aquí. Sabíamos que iba a marcar un antes y un después para la medicina tucumana. Y así fue. Por eso, estuvimos preparándonos durante cuatro meses. Fue muy importante la colaboración de la paciente y de su familia”, añadió Campero. Destacó también que el Sanatorio 9 de Julio, cuyo directorio preside el doctor Carlos Pesa, haya puesto a disposición sus instalaciones para este trabajo. “Se necesitaba un lugar moderno, con equipamiento adecuado, que tuviera un aparato especial de electroestimulación para administrar al paciente estímulos eléctricos y comprobar las reacciones”.
> MAPEO CEREBRAL
Con la técnica mapeo cerebral los especialistas pueden detectar la ubicación exacta de las llamadas “zonas elocuentes”, como las relacionadas al habla o al movimiento, y así retirar tumores sin dañarlas. Esta técnica de operación con el paciente despierto, que ya se realiza en varias partes del mundo, ayuda a evitar discapacidades. Durante la operación se le hacen preguntas al paciente. Si este contesta mal o balbucea, por ejemplo, es señal de que ese lugar no se puede tocar
1 - INGRESO AL QUIRÓFANO
Los estudios previos permiten saber a los médicos en qué hemisferio está el tumor.
Antes de ingresar al quirófano se le da un medicamento que duerme al paciente. Luego, se le coloca una abrazadera para mantener firme la cabeza durante la operación.
2 - CRANEOTOMÍA
Se lava y se afeita la cabeza del paciente.
Luego se aplica anestesia local para realizar el corte sin dolor.
Una vez que el cerebro está expuesto al aire, al paciente se lo despierta.
Un neurólogo trata de ubicar a la persona, ya que suelen sentirse desorientadas al comienzo.
3 - IMPLANTACIÓN DE LOS ELECTRODOS
El cerebro se estimula con unos electrodos pequeños para evidenciar cada área.
Si se estimula, a continuación se hace una pregunta y si el paciente falla quiere decir que esa zona no puede tocarse.
Esto les permite a los médicos hacer una especie de mapa de las zonas que le sirven a esa persona.
4 - OPERACIÓN Y EVALUACIÓN
El neurólogo evalúa al enfermo con pruebas de lenguaje y le pide que haga ejercicios físicos y mentales. Por ejemplo, le muestra objetos para que diga sus nombres o formule oraciones. También le da órdenes para que levante alguna parte de su cuerpo o muestre los dientes. En EEUU un paciente tocó la guitarra mientras lo operaban.