En medio de la húmeda selva tucumana ha reverdecido una esperanza. Se entusiasman los científicos que ahora tienen su propio espacio para investigar, pero sobre todo se entusiasma el medioambiente tucumano: en Horco Molle hay una nueva guarida para vigilar de cerca la calidad biológica de los ecosistemas locales, principalmente acuáticos, siempre amenazados por la actividad fabril.
El jueves se inauguró el edificio del Instituto de Biodiversidad Neotropical (IBN). Detrás de ese nombre no tan transparente se enfila un grupo de investigadores que desde hace varios años estudia la calidad del agua en ríos, lagos y arroyos tucumanos. Pero además de saber dónde y cómo se está contaminando, su compromiso es que todo el conocimiento llegue a las escuelas, a las comunidades y también al sector productivo para que, en conjunto, se haga un uso responsable de los recursos.
“Hace ya casi 30 años que venimos trabajando con distintos tipos de organismos, pero fundamentalmente acuáticos. Lo que hacemos, en términos generales, es analizar la calidad biológica del agua a partir de la presencia o ausencia de determinados tipos de insectos que viven en esos ambientes”, resume Eduardo Domínguez, director del instituto creado en 2010 en la órbita de la Facultad de Ciencias Naturales y que desde 2014 pasó a ser de doble dependencia Conicet-UNT.
¿Por qué estudiar insectos acuáticos en lugar de peces? La respuesta es simple: porque es más económico y fácil recolectar insectos. Y los resultados a los que se puede llegar son igualmente valiosos.
Una de las formas de estudiar la calidad del agua es extraer una cierta cantidad y hacer análisis químicos que den cuenta de su composición. Pero estos estudios, explica Domínguez, resultan acotados. “El análisis químico es como una foto instantánea del momento preciso en el que uno extrae la muestra. Es común que las empresas liberen efluentes contaminados los fines de semana, cuando no hay inspectores trabajando, entonces el lunes, cuando se hacen las pruebas, el agua ya está limpia. Analizar los insectos, en cambio, nos muestra una especie de película, porque todo lo que pasa en el agua afecta a esos organismos”, compara.
El IBN está funcionando en la zona conocida como Las Cúpulas, en el predio de las residencias universitarias de Horco Molle. Una de las naves fue recuperada para que el instituto se estableciera allí y, aunque modesta, los investigadores festejaron la apertura de su propia casa. Para el corte de cintas estuvieron invitados Alejandro Ceccatto, presidente del Conicet, quien viajó desde Buenos Aires para el acontecimiento; y Alicia Bardón, rectora de la UNT, entre otras autoridades. En esa ocasión se firmó además un convenio entre el IBN y el Ministerio de Educación de la Provincia, para que los conocimientos que se generan ahí dentro salgan, lleguen a las escuelas y despierten tempranamente el interés por los temas ambientales.