Al declararse incompetente la Justicia ordinaria en la fuga de José “Pico” Peralta, esta investigación quedó en manos del fuero Federal, por lo que ya son dos los puntos oscuros en los que se trata de echar luz allí. Por un lado, se está investigando si dio un golpe comando para escapar de la comisaría de Delfín Gallo o huyó con ayuda de los policías. Además, se están buscando las razones para saber por qué estaba allí, cuando el juez Fernando Poviña había ordenado su traslado a otro sitio.
El único dato sobre el que se puede tener certeza es que “Pico” abandonó la comisaría el 8 de septiembre. De inmediato trascendió que cuatro hombres armados habían llegado en un VW Gol gris y que se deshicieron de dos efectivos. Mientras tanto, se aseguró que el detenido peleaba con un tercer uniformado que lo estaba acompañando al baño por una falsa descompostura. El grupo salió blandiendo armas y el vehículo se retiró a toda velocidad.
La Policía armó un enorme operativo que incluyó la ayuda de sus pares de la Federal y Gendarmería. LA GACETA incluso pudo acceder al audio en el que se daba la orden a todos los móviles de que estuvieran atentos al paso del VW. Sin embargo, los esfuerzos fueron estériles. Para esa noche, se descontaba que Peralta había dejado la provincia. Y era verdad. Algunas horas después, mientras Criminalística y la fiscala Mariana Rivadeneira inspeccionaban el edificio, los grupos de efectivos despotricaban contra la Justicia por el traslado del detenido a ese lugar.
El hombre al que la Justicia entonces acusaba por ser el lider de “Los 30” se refugió en Termas de Río Hondo. Por consejo de su abogado, Cergio Morfil, se presentó 48 horas después en los Tribunales Federales y pidió que no lo custodiara la Policía provincial. En ese momento, argumentó que un alto jefe de esa fuerza lo estaba persiguiendo de forma personal.
Fue el propio Morfil quien plantó la duda sobre el escape. Según expresó ante LA GACETA, los mismos policías de la seccional le habían abierto la puerta de la celda y lo habían llevado hasta su casa. Para colmo, en el pueblo del este tucumano nadie había sido testigo del violento episodio que se relataba desde un primer momento. Desde la comisaría optaron por el hermetismo, pero uno de los efectivos de allí planteó: “Si no hubo golpe comando, ¿por qué hay un compañero internado con ART? ¿Se pegó patadas en la cabeza?”.
Y las dudas de la historia comenzaron a ser inmensas cuando el juez Poviña garantizó que desde su despacho no había salido ninguna orden para que lo trasladaran a Delfín Gallo; al contrario, había dispuesto que estuviera encerrado en la cárcel de Villa Urquiza ante la falta de un penal federal.
Con todas las incertidumbres en danza, fue fundamental revolver el pasado de la causa. Así se llegó a saber que, tras dos años prófugo, la Policía detuvo “Pico” a el 8 de agosto por un robo. Al otro día se lo presentó en la fiscalía IX° por ese caso, pero ya había prescripto. De hecho, la fiscalía ni siquiera tenía al mismo titular: estaba siendo subrogada por Washington Navarro Dávila tras la jubilación de María de las Mercedes Carrizo, quien había investigado el robo.
Al detenido lo presentaron en Tribunales Federales el 26 de agosto, 17 días después. Sus abogados pidieron que se lo trasladara a la Seccional 13° o a Delfín Gallo, pero el jefe de Policía Dante Bustamante respondió que no contaba con lugar en esas comisarías. El 7 de septiembre se confirmó la prisión preventiva y se pidió que lo enviaran a Villa Urquiza; desde la fuerza alguien desobedeció, y lo envió al este.