Juan Manuel Montero - Enviado especial de LG Deportiva
Sí, Peñarol es muy grande. Uno de los mas grandes del continente. Pero Atlético ya tiene chapa. En todos lados ya saben que este equipo tucumano es cosa seria. Y si anoche el “Decano” no pudo llevarse al menos un punto habrá que buscar las explicaciones en los palos del arco “Carbonero”. Y en la falta de definición de algunos de sus jugadores.
Orden y solidaridad. Atlético parece haber tomado un curso rápido acerca de cómo se debe jugar la Libertadores. Pablo Lavallén, con experiencia como jugador en estas lides, bajó línea y sus dirigidos la cumplen al pie de la letra. Nadie se apura cuando no debe. Nadie deja de correr. Ninguno se desordena. Y espera. Y encima tiene fe. Entonces contagia. Y de esa manera todo es más fácil.
La segunda presentación de Atlético en esta Copa Libertadores fue ante otro gigante. En el debut, Palmeiras, en la siguiente Peñarol. Múltiples campeones del torneo más importante del continente. Pero si los “charrúas” creyeron que se encontrarían con una Cenicienta, vieron sobre la marcha que el cuento era el de la Bestia.
Fue golpe por golpe la presentación “decana”. Y esto es literal. No solo en oportunidades delante de lo arcos, sino por la conocida aspereza de los “carboneros”. Pero ni en esa pudieron imponerse con claridad los locales. ¿Qué se van a llevar por delante al “Bebé” Acosta? Si aprendió a jugar a la pelota en los descampados de Banda del Río Salí, donde había que sufrir para poder gozar. Y fue justamente el único tucumano en cancha, el mejor de su equipo mientras aguantó su físico. Como si quisiera dejar en alto la tucumanidad.
Peñarol, como manda su historia, salió con todo a tratar de comerse al debutante. Pero fue Atlético el que mostró las primeras credenciales, con David Barbona al principio y con Rodrigo Aliendro después, que exigieron a Rodrigo Guruceaga.
A Lavallén le gusta que su equipo se amolde a la cancha y al rival. Por eso, cuando ataca, Rosales (que mostró sacrificio, pero claramente no es Di Placido) y un muy efectivo Fernando Evangelista juegan en la mitad de la cancha, con Nery Leyes entre los centrales. Atlético cumplió a rajatabla su plan de vuelo durante la primera mitad, en la que la cancha era una caldera porque los hinchas “aurinegros” empujaban a su equipo hacia adelante.
Y en el nacimiento del segundo, el “Decano” le agregó a su juego algo que no había tenido hasta ese momento: contundencia. Aliendro y Barbona combinaron por la derecha, y el primero de ellos tiró el centro venenoso. Allí surgió comenzó a surgir la palomita de Cristian Menéndez que vencía a Guruceaga. Gol y delirio de los casi 3.500 tucumanos que habían llegado a Montevideo.
Pero la alegría duró poco. Y fue de carambola. Lucas Hernández se hizo cargo de un tiro libre, la pelota rebotó en la barrera y descolocó a Lucchetti. Para peor, dos minutos después Atlético se desconcentró por primera vez en el partido y lo pagó caro. Mauricio Affonso entró por el medio y anotó, luego de un mal cierre de Enrique Meza Brítez. Se desmoronaba lo que tanto le había costado edificar a Atlético: la victoria.
Lejos de amilanarse, Atlético se adelantó. Entró Luis Rodríguez y le dio más juego al equipo. Un tiro suyo pegó en el travesaño (primero tocó Guruceaga), y después Leandro González reventó el palo derecho. Atlético fue y fue, pero la suerte estuvo del lado del “Manya”. Peñarol logró dormir el partido con las mismas mañas que en la primera parte le reclamaban a Atlético. Sus jugadores hicieron todo el tiempo posible, y hasta el arquero fue amonestado por demorar en sacar desde el arco. Sabían que podían ser lastimados.
La Copa tiene sus códigos. Aprender a jugarla lleva su tiempo. Pero Atlético está haciendo lo que debe. Juega de la misma manera de local o de visitante. Presiona, rota, hace circular la pelota. No se desespera. Eso es un mérito.
De hecho, hasta aquí, los aparentemente débiles del Grupo 5 le dieron más de un susto a los grandes. El miércoles Jorge Wilstermann hizo transpirar a Palmeiras, ganó en el ultimo minuto. Anoche, ante Peñarol, Atlético se paró de igual a igual. En Copa Libertadores, los errores te pueden llevar al infierno. Atlético cometió dos en todo el partido y derivaron en goles del local. Nada está perdido. Atlético ya muestra chapa y los gigantes del continente ya lo saben.