El 8 de setiembre pasado, José “Pico” Peralta comenzó a ser conocido en toda la provincia. Ese día se escapó de la comisaría de Delfin Gallo, lugar donde fue alojado sin que lo supiera Fernando Poviña, juez federal que lo acusaba de tenencia y comercialización de drogas.
Los policías que prestaban servicio en esa dependencia dijeron que al menos tres personas fuertemente armadas los golpearon, liberaron a “Pico” y se marcharon en un Gol gris que se encontraba estacionado en la puerta. A partir de ese momento, las fuerzas provinciales y nacionales que se dedican a la lucha contra el narcotráfico iniciaron un operativo de búsqueda por toda la provincia.
Mientras trataban de recapturarlo, los pesquisas descubrieron que lo habían detenido el 8 de agosto y que recién dos semanas después dieron aviso a la Justicia Federal. Enterados de la situación, ordenaron que le buscaran un lugar de alojamiento, sin precisar a dónde lo debían llevar. Los hombres de la División Delitos Contra la Propiedad lo trasladaron hasta Delfín Gallo.
Peralta se terminó entregando dos días después en los Tribunales Federales. Desmintió la versión de los uniformados e informó que, en realidad, los policías le habían permitido salir de su calabozo para participar del festejo de un cumpleaños con la única condición de que se presentara por la noche. Por temor a sufrir represalias, el acusado fue alojado en el penal de Villa Urquiza de manera inmediata. La fiscala Mariana Rivadeneira comenzó a investigar la fuga de “Pico”. Entre otras cosas, descubrió que el supuesto grupo comando jamás encerró en un calabozo a los policías ni les sacaron sus armas reglamentarias, tal como ellos habían denunciado.