“El sentido de la inspección ocular es recorrer los lugares donde ocurrieron los sucesos. Los testigos ayudan a la partes a ubicarse”. El presidente del Tribunal Oral Federal (TOF), Gabriel Casas, inauguró con esa explicación la jornada de ayer de la megacausa por delitos de lesa humanidad “Operativo Independencia”. Estaba rodeado de un pequeño grupo, en Santa Lucía, localidad en la zona que fue epicentro de la operación militar. Casas y el juez Hugo Cataldi; funcionarios judiciales y psicólogos; querellantes; fiscales y defensores (oficiales y particulares) se trasladaron hasta el sur para recorrer sitios en los que víctimas y testigos declararon haber estado secuestrados entre 1975 y principios de 1976, durante el Gobierno de María Estela Martínez.
La mayoría de los testigos que participaron fueron lugareños, en particular, ex jornaleros. Reconocieron dependencias de los ex ingenios Santa Lucía y Fronterita; el emplazamiento en el que estuvo la base de Caspinchango (Teniente Berdina) y la comisaría y la Escuela Lavalle (ambas en el centro de Famaillá).
“Es importante que el Tribunal se haya constituido en el territorio, sobre todo, en Famaillá, centro de operaciones del Operativo. Pudieron ver la proximidad entre las bases y cómo se fueron ubicando en el territorio en relación con la ruta y con los cerros. El objetivo del Ejército era controlar a las poblaciones próximas al monte”, detalló la fiscal Julia Vitar. Precisó los kilómetros que separan cada una de las locaciones y concluyó que conforman un triángulo de pocos kilómetros en los que se desplegó una gran cantidad de efectivos. Subrayó que la particularidad del juicio es que los casos que se abordan son de represión rural. “Según nuestra teoría acusatoria, el alojamiento más permanente fue en la Escuelita. Las bases eran el primer filtro de actividad de inteligencia. Una persona que, por ejemplo, vivía en Caspinchango, era secuestrada y llevada a la base. De acuerdo con la información que se obtenía bajo tortura, se decidía si seguía siendo estudiada y pasaba a la Escuelita o si era liberada”, consignó.
El secretario del TOF, Mariano García Zavalía, adelantó cómo seguirá el proceso. Hoy habrá dos inspecciones en la capital (ex Hospital Militar y sede de la Policía Federal). El 16 y 17 se celebrarán audiencias en la sala en la que declararán testigos. El jueves 23, en tanto, se desarrollará una inspección en la Escuelita de Famaillá. El funcionario puntualizó que se escuchó hasta ahora a 350 testigos y que dentro de un mes se presentarían los últimos. Las audiencias, estimó, podrían terminar en junio. El juicio comenzó en mayo de 2016. Se abordan hechos contra 271 víctimas y los imputados suman 19.
41 años después se reencontraron en un aula A principios de 1976, José Díaz (de remera rayada) y Raúl Barboza (de camisa) estuvieron juntos en un aula de la Escuela Lavalle. Relataron que fueron torturados e interrogados allí. “Me trajeron y te ví ahí, sentado y vendado”, dijo Barboza a Díaz. El juez Gabriel Casas pidió precisiones. En el edificio, ubicado frente a la plaza principal de Famaillá, funcionó un centro clandestino.
Los conventillos del Fronterita
Los testigos identificaron diferentes sitios ubicados en los predios del ex Ingenio Fronterita, donde se sospecha que funcionó una base militar y un centro clandestino a principios del Operativo Independencia. Entre los lugares señalados estuvieron el acceso, una laguna, el “tambo” y los conventillos (viviendas de los trabajadores del surco)”. Las víctimas afirmaron haber sido torturadas y alojadas en los dos últimos espacios. En mayo del año pasado, se efectuaron en el establecimiento y en oficinas de Córdoba allanamientos. Se secuestraron los legajos de víctimas, recibos de sueldos de la época, libros de personal y libros contables y de balances, entre otra documentación.
Pasó por todos los centros de la zona
Enrique Antonio Amaya (en la foto está en la comisaría de Famaillá, junto al juez Gabriel Casas y el fiscal Agustín Chit) apenas podía contener las lágrimas. Ayer volvió a todos los sitios en los que estuvo en cautiverio durante el Operativo Independencia. La particularidad del caso es que pasó por todos los centros y bases del circuito represivo del sur. Fue secuestrado dos veces en 1975, cuando tenía 20 años. En ambas oportunidades estuvo más de un mes secuestrado. Era jornalero, oriundo de Monte Grande. “Soy de las personas que más torturaron de las que trajeron de Monte Grande”, lamentó. “La primera vez me tiraron por muerto en Caspinchango. Para ellos yo era un guerrillero, me persiguieron siempre. Doy gracias a Dios que pude volver. Quiero que se haga justicia”, contó.
Intentó ayudarlo y 40 años después se enteró de que desapareció José Antonio Infante cumplía con el servicio militar obligatorio cuando fue destinado a la zona de operaciones del Operativo Independencia. Recordó el lugar en el que, tras un enfrentamiento con el ERP, le pidieron que trasladara a Horacio Milstein, quien había resultado herido (víctima de la causa que permanece desaparecida). Infante afirmó que interceptaron a un tractor que tiraba de un helvético en el que el que un campesino llevaba al joven herido. José Mustafá, otro testigo, afirmó ser quien manejaba el tractor. Todos se sorprendieron. “¿Sabe que el joven que llevó está desaparecido?”, le consultó la fiscal Julia Vitar. El hombre, apesadumbrado, respondió que no. Infante aseguró que vio detenidos en Caspinchango y en Santa Lucía. Mustafá recordó que era difícil mantener sus tareas en la zona: “los guerrilleros no dejaban trabajar”. Ambos testigos recordaron varios episodios de “emboscadas” que se sucedieron en el monte, a pocos metros de la zona de Caspinchango (foto superior). Uno de los indicios de ubicación de la zona es la llamada “chimenea mota”, de un viejo ingenio.
41 años después se reencontraron en un aula
A principios de 1976, José Díaz (de remera rayada) y Raúl Barboza (de camisa) estuvieron juntos en un aula de la Escuela Lavalle. Relataron que fueron torturados e interrogados allí. “Me trajeron y te ví ahí, sentado y vendado”, dijo Barboza a Díaz. El juez Gabriel Casas pidió precisiones. En el edificio, ubicado frente a la plaza principal de Famaillá, funcionó un centro clandestino.