Si hubiese un premio al “instrumento tendencia” del último año, el ukelele tendría todas las chances de ganar. Las voces de los luthiers, de los artistas, de los profesores y de los comercios son coincidentes al explicar los porqués de este fenómeno.
Lo primero que se destaca es su tamaño pequeño. El hecho de que sea una suerte de miniguitarra, hace posible su traslado fácil y práctico. Es tan liviano que se puede llevar al hombro sin que represente una incomodidad. El estudiante de la Escuela de Luthería de la Universidad Nacional de Tucumán, Tomas Spieth, observa que en la Argentina es un instrumento muy buscado por una cultura de viajantes y mochileros que lo eligen como la opción que mejor se adapta a su itinerancia.
Otro factor que lo hace atractivo es la facilidad para aprender a tocarlo. Muchos lo buscan para iniciarse en la música, ya que los acordes no son complejos e incluso no es necesario ejercer tanta presión sobre las cuerdas como en el caso de la guitarra.
La versatilidad del instrumento es otra razón que lo convierte en tendencia. Puede adaptarse a una amplia variedad de géneros, desde el jazz y el blues, hasta el folclore y el reggae. Encuentra referentes en artistas de la talla de Eddie Vedder, el cantante de Pearl Jam que sacó un disco solista de canciones interpretadas en ukelele.
En Tucumán, las ventas del instrumento crecieron en 2016 y se dispararon especialmente en diciembre, con motivo de las fiestas y las vacaciones de verano. Por mes se compra una decena de instrumentos en los comercios locales. Se lo puede encontrar cada vez más como el centro de reuniones entre amigos, de atardeceres a la orilla del mar y de videos viralizados en las redes sociales. En uno de los más reproducidos del año pasado, la misionera Dana Martínez Oliver interpreta una canción con ukelele en la Puna jujeña, acompañada por personas de la comunidad local para llamar la atención sobre sus difíciles condiciones de vida.
En Argentina existe un Club de Ukeleles que nació hace dos años en Facebook y hoy cuenta con casi 3.000 miembros. Mundialmente, el instrumento celebra su día el 2 de febrero de cada año.
Una enseñanza simple
Nicolás Lagües nació en Buenos Aires y hace seis años que estudia luthería en la Universidad Nacional de Tucumán. Integró un dúo de jazz con ukelele, construyó siete ejemplares y enseña a tocarlos. Sus clases particulares tienen un costo de $150 la hora y se puede asistir una o dos veces por semana. “Generalmente tengo dos o tres meses a un alumno; si alguno quiere, puede seguir viniendo después”, explica, que en el verano dio clases en las playas uruguayas (foto).
Desde Capital Federal, Alejandro Basilewsky cuenta que dicta mensualmente un seminario de solo tres horas para que cualquiera aprenda a tocar a través de canciones. “Observo las dificultades de cada uno y los ayudo a mejorar. Los alumnos se van con un tema aprendido y un método claro para futuras canciones”, describe.
Siglo de historia
Nació hablando portugués
Aunque muchos crean que el ukelele tuvo su origen en Hawai, sus raíces se remontan a la isla portuguesa de Madeira. A fines del siglo XIX, una embarcación proveniente de allí arribó al puerto hawaiano de Honolulu con el instrumento del que deriva el ukelele: el cavaquinho. Los nativos de la isla del Pacífico lo rebautizaron como ukulele o ukelele, que en su lengua significa “pulga saltarina”. De allí llegó a centroamérica y en la década del 20 pasó a los Estados Unidos, con su introducción en el jazz y el blues.
El auge del instrumento fue sostenido hasta los 60. En este período, algunos grandes artistas lo pusieron de moda, como Elvis Presley y Marilyn Monroe, en especial en el filme “Una Eva y dos Adanes”.
Una amplia oferta
Precios y calidades para todos
La primera división entre las opciones de compra es si se realiza en un local de música o a un luthier. En el primer caso, el más económico es un soprano de origen chino y se consigue a $1.050 en Interludio, que tiene una buena venta. En Swan los precios oscilan entre $1.200 y $4.500, según la madera y la marca, y el más buscado es el concierto. Según el vendedor Jorge Reinoso, los más comprados rondan los $2.500.
Por el lado de los luthiers, a Tomás Spieth (porteño que estudia en el último año de la Escuela de Luthería de la UNT) siempre le encargaron ukeleles sopranos. Sus trabajos rondan entre $4.000 y $6.000. “Es más caro por ser un instrumento de autor, pero es bueno que el músico pueda probarlo antes de invertir el dinero”, opina.
Distintos tipos
Para elegir entre cuatro opciones
Entre el ukelele más pequeño y el más grande hay 15 centímetros de diferencia en el largo (van de los 35 cm hasta los 51 cm). El primero es el soprano, de sonido dulce y suave. Por su tamaño reducido no es recomendable para quienes tienen dedos muy grandes. El siguiente es el concierto, que es más grande y tiene la caja más profunda, pero su sonido es menos brillante; es ideal para los principiantes. Luego está el tenor, de un timbre más rico y más alto que el anterior, para personas de dedos grandes y guitarristas que incursionan en el instrumento. Por último, el barítono es el modelo de mayor tamaño y el más grave; aunque muchos lo rechazan por esta última característica, se lo recomienda para acompañar otros ukeleles más pequeños en una banda.
Club de fans
“Ukeleleros” organizados
Pablo Paletta, de Buenos Aires, es operador de sistemas y fanático del ukelele. Hace dos años fundó el Club De Ukeleles de Argentina (subtitulado Ukelele es Alegría), que hoy coordina junto con algunos amigos. Cuenta que, después de indagar en muchos sitios de Estados Unidos, se le ocurrió armar el grupo en Facebook para que los “ukeleleros” argentinos tengan su propia manera de tocar este instrumento, ya que nunca le llamó la atención usarlo para tocar música autóctona de Hawai, pero sí para hacer el swing de los años 30 y 40.
“Todo empezó con cuatro personas en el Planetario de Palermo y hoy somos cientos; hacemos cuatro o cinco encuentros anuales”, afirma Pablo y confiesa que cuando se enamoró del ukelele apenas se lo compró. El club organiza cursos y en el futuro sueña con abrir la primera escuela formal de ukeleles en la Argentina. “Estamos creciendo rápidamente, pero con humildad y mucho laburo, todo es a pulmón”, sostiene el impulsor de esta movida. Actualmente, el grupo de Facebook del club cuenta con 2.937 miembros.
Tucumana en londres
Un pequeño amigo como compañero de viajes
La tucumana Sole Ferraco tiene 31 años, es arquitecta y cantautora. Hace dos años que se fue con su pareja a vivir a Londres, ciudad que describe como un lugar increíble para tocar y ver música de todas partes del mundo. “En 2009 adquirí mi primer ukelele, uno tropical con frutas de colores y me enamoré para siempre. En Argentina no conseguía”, recuerda Sole. Le encantó el instrumento desde que vio videos en YouTube de un dúo de amigos llamado Gugug; con el tiempo decidió compartir sus canciones, que ahora está trabajando para que sean su primer disco.
Según Sole, hay un prototipo de la chica que toca el ukulele que está muy repetido pero que el cariño que le tiene a su pequeño compañero hace que siga llevándolo a todos lados. “Me gustaría mucho volver a mi país y a mi provincia querida, reencontrarme con mis amores y poder tocar allá”, expresa.
Los detalles de la construcción
1. Material: actualmente se trabaja con caoba, nogal o cedro. Se utiliza la misma madera para la tapa y el fondo.
Cuerpo.
2. La caja: el fondo y la tapa de la caja del instrumento son pegados de forma plana o con alguna pequeña curva.
3. Puente y mástil: el puente donde se sujetan las cuerdas está pegado a la tapa. En el mástil continúan las cuerdas.
4. División: en el mástil, los trastes son los casilleros donde de presiona para generar los acordes.
5. Clavijero: al final del mástil, en la paleta de arriba, están las cuatro clavijas que sujetan las cuerdas.
6. Demora: un luthier puede tardar entre dos y tres semanas para construir un ukelele, según si le agrega o no ornamentación.