Azucena Giménez pasó más de 30 años de su vida soportando casi a diario un punzante dolor de cabeza “y siempre en la mitad derecha”, aclara. Por nada del mundo quería consultar al médico, convencida de que el dolor “aparecía cada vez que renegaba y me guardaba todo, sin decir ni una palabra... ”. Lo único que hacía era automedicarse analgésicos cada vez más fuertes mientras se recluía en algún lugar oscuro y silencioso de su casa.

“Comencé con los dolores alrededor de los 30 años -hoy tengo 61- y siempre les resté importancia. Seguía haciendo todas las tareas de la casa, incluso trabajos de albañilería y de jardinería. Salía en bicicleta a visitar a mis amigas y parientes, y como me sentía sana en general aprendí a convivir con el dolor”, detalló en su charla con LA GACETA.

- ¿Por qué jamás realizó una consulta médica? ¿A qué se debía su reticencia?

Su hija María José terció en la conversación y le ganó de mano en la respuesta: “ella siempre fue testaruda, jamás nos hizo caso ni nos escuchaba cuando le decíamos que lo mejor era visitar a un médico, porque sus migrañas se repetían cada vez con mayor frecuencia aunque no renegara de nada”.

Azucena apenas asintió con la cabeza y le pidió que se callara, que la deje continuar a ella con la historia de su vida. “Con el transcurso de los años empecé a no tolerar los olores fuertes, menos los perfumes. Además comenzó a bajarme lentamente el párpado del ojo derecho. Cuando se casó María José, el 9 de enero de 2015, todo el mundo me preguntaba qué tenía y yo les contestaba que nada, que no me dolía nada...”

- ¿Tampoco fue al médico?

- No. Decidí visitar un médico clínico cuando volví caminando a casa y empecé a ver doble con el ojo derecho (dos autos, dos veredas, dos puertas de mi casa) y a caminar mal, me iba hacia el lado derecho, y después de que me caí en las escalinatas de la iglesia Santo Domingo... Me vio un clínico, todos mis análisis salieron bien y el médico me dijo: usted está sana, no tiene nada. Me saqué los anteojos oscuros y le dije: doctor vengo porque se me cayó el párpado derecho del ojo. Apenas me vio me derivó a un neurólogo, el doctor Abraham Campero. Me pidió una resonancia magnética y detectó que todos mis síntomas se debían a que tenía un aneurisma en el cerebro. Me dijo que lo mejor era que me vea su hijo, el neurocirujano Álvaro Campero. Me hizo hacer un angiograma, lo vio y me dijo: usted tiene un aneurisma gigante y tengo que operarla urgente porque vino creciendo -es la causa de todos sus síntomas y seguirá aumentando de volumen, causando más daños y poniendo en riesgo su vida. Por eso decidí operarme.

Hace siete meses el doctor Álvaro Campero operó a Azucena en el sanatorio 9 de Julio, durante una cirugía que duró ocho horas (ver “Su vida estaba en peligro”). Nunca más sufrió dolor de cabeza y lentamente el párpado derecho está volviendo a su posición normal.


"Su vida estaba en peligro"

El aneurisma que presentaba Azucena Giménez -de más de tres centímetros de diámetro- ponía en riesgo su vida porque podía romperse en cualquier momento. La cirugía no fue nada sencilla. Un equipo de 10 médicos -bajo el comando del neurocirujano Álvaro Campero y del cirujano cardiovascular José Mónaco- le colocó un bypass cerebral con una arteria del antebrazo (arteria radial), primera cirugía en su tipo que se realizó en el NOA, aseguró Campero a LA GACETA.

- ¿Se trató de un aneurisma cerebral gigante?

- Si, se los llama así cuando miden más de 25 mm de diámetro. Le estaba comprometiendo los nervios que mueven el ojo (por eso se le cayó el párpado y no podía mover el ojo derecho). La mujer se dejó estar mucho tiempo, a tal punto que tres días antes de la cirugía sufrió cefalea intensa y alteraciones en el equilibrio y en la marcha por lo que debió ser internada en terapia intensiva. Su vida estaba realmente en peligro porque el aneurisma es una bomba de tiempo, se podía romper en cualquier momento.

- ¿En que consistió la cirugía?

- Le sacamos la arteria radial del antebrazo izquierdo, abrimos el cuello y la cabeza del lado del aneurisma y unimos el cabo proximal de la arteria radial con la arteria carótida externa en el cuello. Luego unimos el cabo distal de la arteria radial con una arteria cerebral y cerramos la arteria carótida interna en el cuello para que se ocluya el aneurisma, para que cierre el paso del flujo sanguíneo. La paciente evolucionó muy bien. Solo hay que esperar un tiempo para que recupere lo del ojo. Está curada de su aneurisma. Los estudios de control muestran que el bypass está funcionando muy bien.

- ¿La complejidad del cuadro lo llevó a trabajar en equipo?

- Fue necesario armar un equipo para trabajar con la mayor celeridad y precisión, y por eso armamos uno integrado por 10 médicos. Nos acompañaron los neurocirujanos Abraham Campero, Conrado Rivadeneira, Julio Fernández, José Goldman y Rolando Santillán; la anestesista Verónica López y los terapistas Facundo Rigo y Beatriz Villagra.