Thomas L. Friedman / The New York Times

Con pasamontañas, 15 piratas irrumpieron en el barco de Merinaldo Paiva mientras sus pasajeros dormitaban en hamacas. Cuando despertaron, se encontraron con hombres que les apuntaban a la cabeza con sus rifles.

Los atacantes se llevaron dinero, alhajas, smartphones, combustible y hasta comida, y obligaron a todos a ponerse boca abajo en el piso de la cubierta. Luego, desaparecieron en lanchas a motor por el Amazonas, un río tan vasto que en las regiones fronterizas de Brasil lo llaman “río mar”.
   
“Cada capitán de barco sabe que está a merced de estos bastardos”, dijo el capitán Paiva, de 41 años, quien recorre la selva tropical de Brasil desde que era adolescente. “Tuvimos suerte de que no fuera peor”, añadió, sobre el robo ocurrido en abril, y mencionó otros ataques en los que hubo violaciones, torturas e incluso mataron a los pasajeros.

Desde hace mucho la piratería es un hecho cotidiano en la jungla amazónica. A medida que crece la población en la Amazonia y las bandas de narcotraficantes expanden su control sobre la región, florecen las oportunidades para cometer atracos. Las fuerzas policiales están batallando contra estas bandas delictivas que han aterrorizado a las tripulaciones y a los pasajeros de los barcos.

En octubre, cuatro piratas enmascarados, con rifles, se apoderaron de un buque tanque con combustible en el río Solimoes y se robaron casi 10.000 litros de gasoil además de dinero y joyas de la tripulación. En septiembre, 10 enmascarados irrumpieron en un barco con 260 pasajeros, cerca de la ciudad de Belém, y les robaron a todos. Usaron a una mujer que iba a bordo como escudo humano para escapar.

En septiembre, la Policía difundió un video con hombres de una tripulación que se identificaron como los piratas del río Solimões. En la grabación interrogaban a una banda rival junto a un cadáver, lo que dejó en vilo a los pobladores de las riberas del Amazonas.

En un caso anterior, cerca de la ciudad de Manaus, Huederson Paulino, un pirata que utilizó su nombre de guerra, Mohicano, confesó haber matado y desmembrado a dos hombres que vendían hielo y sal en un barco. Dirige una banda que les roba dinero y combustible a sus víctimas y dijo que su objetivo es obtener dinero para gastarlo en Navidad. “Necesitaba el dinero, así es que hice lo que era mejor para mí”, les dijo Paulino, de 24 años, a los reporteros.

Una vasta población

La creciente alarma por la piratería se entreteje con los rápidos cambios que se viven en la región. Lejos de ser una extensión vacía de la selva, la Amazonia brasileña tiene casi 25 millones de habitantes, de los cuales 2 millones viven en Manaus. La población de la región aumentó un 22% de 2000 a 2010, según el censo, casi el doble de la tasa del país en su conjunto.

Sin embargo, la Amazonia es también una de las zonas más pobres de Brasil, y el crimen organizado se ha extendido, lo que hace que se incremente la sensación de que la vasta cuenca del río es un territorio sin ley. En las remotas aldeas de las orillas del río, los habitantes se quejan de que los botes de la Policía raras veces se aventuran por las vías fluviales donde ocurren los ataques piratas.

Las autoridades dicen que se están esforzando. En Macapá, una ciudad de 370.000 habitantes del norte de Brasil, una brigada especial del Batallón Ambiental de la Policía patrulla con regularidad el río Amazonas en busca de piratas, a los que, en la jerga local, llaman “ratas de agua”.

“Tal como los salteadores de caminos asedian a los viajeros en otras partes de Brasil, los piratas son el azote que enfrentamos aquí, en el Amazonas”, dijo el teniente coronel Protásio Barriga Caldas, de 47 años, comandante del Batallón Ambiental.

Los ladrones han acechado estas aguas durante años. Entre los casos más notables se encuentra el asesinato de sir Peter Blake, campeón mundial de regatas de Nueva Zelanda, en 2001. Los piratas abordaron su embarcación, el Seamaster, y robaron y atacaron a la tripulación. Blake logró dispararle a uno en la mano, pero murió después de que le dispararon en el pulmón y en el corazón.

En estos días, con más objetivos en los ríos y más grupos criminales involucrados, los operadores de barcos advierten que los piratas se están haciendo cada vez más despiadados y sofisticados.

En un caso de este año, la Policía del Estado de Amazonas capturó a José Conceiçao de Souza, un pirata que confesó haber matado a dos narcotraficantes colombianos y haberles robado 123 kilos de cocaína que llevaban a Manaus por barco.

Galdino Alencar, presidente de la Unión de Compañías de Navegación Fluvial, dijo que los piratas atacan cada vez más los barcos que transportan grandes cargamentos para las poblaciones en crecimiento de la Amazonia, los que incluyen gas doméstico, aparatos electrónicos, cemento y carne seca. Sin embargo, aseguró que las cargas más codiciadas por los piratas son las de combustible.

“Es un producto que pueden robar y venderlo a los mineros del oro que operan ilegalmente en la selva”, comentó Alencar. Agregó que los piratas también están intensificando sus ataques contra barcos anclados en las grandes ciudades, como Manaus.

“Enemigos escurridizos”

Patrullar los colosales ríos de la Amazonia en busca de piratas puede parecer un juego fútil del gato y el ratón. “No hay ninguna ley en el río Amazonas”, dijo Odete Souza França, de 49 años, cuya familia se gana la vida pescando y cultivando asaí, la codiciada fruta morada que es algo básico en esta región. Atrapar a esos culpables implica desafíos inmensos.

Los oficiales de Policía del Estado de Amapá se quejan de que los piratas a menudo realizan sus ataques en un Estado, y luego se escabullen por la frontera del Estado vecino en el que hay otra jurisdicción.

Además, los ríos de la cuenca amazónica cruzan una región casi del tamaño de los 48 estados contiguos de Estados Unidos. Los barcos que navegan por las principales vías fluviales pueden pasar días sin ver embarcaciones de la Policía o de la Marina. A menudo, los piratas conocen los ríos y los terrenos circundantes mejor que las fuerzas de seguridad, y se trasladan en lanchas a motor que son más ágiles que los barcos que asaltan.

“Atrapar a los piratas es como hacer una guerra de guerrillas”, advirtió el capitán Lúcio Lima, jefe de una unidad policial de Amapá. “Son enemigos escurridizos que sacan el mayor provecho de su conocimiento de las corrientes del río, de la geografía y de la topografía”, añadió.