(De nuestro enviado especial, Federico van Mameren).- El despacho es largo. La mesa redonda de madera para la charla, corta. El living con alfombra blanca y flores frena el camino. Delante de cada silla está el nombre de los periodistas que intervendrán en la entrevista. Al fondo está el escritorio donde se firman las decisiones. Para llegar a él hay dos caminos: el de la derecha, que tiene el mapa de la Argentina apoyado en una silla y un cuadro de Raúl Lozza, del movimiento perceptista. El de la izquierda tiene una mesa donde se enseñorean unas copias de las copas Intercontinental y Libertadores que supo ganar Boca Juniors, ambas sirven de marco para las fotos de Nelson Mandela y la de él y su familia con el Papa. Por fin el escritorio que está flanqueado por una mesa desde la cual sonríen las hijas del Presidente. Mauricio Macri se levanta y saluda uno a uno a los periodistas de Salta, Mendoza, Santiago del Estero y de Tucumán y se sienta en un lugar estratégico: el lado de donde están las copas.
En la conversación aparecerán tres Mauricio Macri: 1) el Macri secreto, que interrumpe la conversación apenas comienza la charla y da órdenes muy precisas, en el anonimato: “con esa división nos mata a nosotros. Vos tenés que lograrlo. Hay que cuidarla. Fijate la confianza que uno puede tener en pilotos de tormentas. Si, si. No. Éxitos”. La última palabra esdrújula es una orden que no admite incumplimientos hasta en el tono. 2) es el Macri jefe que ante una duda sobre una obra habla con el ministro Guillermo Dietrich con el teléfono abierto para que escuchen todos las respuesta. 3) el Macri entrevistado que está cómodo cuando puede llevar la pregunta a la herencia recibida o a la necesidad de cambiar la cultura e incómodo cuando tiene que medir las palabras y, entonces, elogia al preguntador diciendo que está bueno lo que propone.
El Macri secreto le da la palabra al Macri jefe. Ese levanta la voz, gesticula y suelta elogios para Juan Manzur gobernador y críticas a Manzur, miembro de la oposición. El juego de espejos sigue en la reunión y por eso elogia y le pone límites a Elisa Carrió en una metáfora tenística y algo parecido ocurre con José Cano, a quien no le perdona los “patadones” que pega en los partidos que se juegan en la quinta de Olivos. Cuando se pone más serio, advierte que ambos son buenos candidatos pero que “falta mucho” para 2017. Diciembre es el tema y en medio de su preocupación. El Macri entrevistado advierte que tenemos que hacer que sea un mes normal o incluso de alegría y de fiesta y ahí se suelta a responder durante 47 minutos.
- ¿Qué metas planteadas no pudo cumplir este año?
- Estamos batallando para lograr que algunas cosas de la macro (economía) se terminen de acomodar. Si nuestro eje pasaba por bajar la tensión y lograr una mejor convivencia, ahí anduvimos bien, más allá de que el peronismo-kirchnerismo sigue convencido de los errores que cometieron, no han tenido autocrítica. Fuimos muy exitosos en evitar otro 2001 porque se salió rápido del cepo, se refinanció el tema de los holdouts, se unificó el tipo de cambio y se liberó al campo. Se puso en marcha la obra pública, como debió ser siempre: no están más ligadas a escándalos de corrupción. La prioridad absoluta para poder derrotar la pobreza, creciendo sistemáticamente, es conectar el país.
- El Gobierno generó expectativas en lo económico, pero tuvo mejores resultados en lo político ¿lo ve así?
- La expectativa puede haber sido esa y me hago cargo de lo que me corresponde. Muchos de los que me dicen que no especifiqué suficientemente la herencia, después me dicen: ‘¿y por qué no estamos creciendo?’. Si no creemos que la Argentina estaba quebrada; que estaba en default, que se había quedado sin energía y que había una deuda en cada armario que abrimos. Si no creemos en todo eso, es imprevisto. Si creemos en el diagnóstico que hice el 1 de marzo, lo que pasó era lo que iba a pasar. Los indicadores comienzan a confirmar lo que los economistas dicen: el año que viene Argentina crecerá después de seis años.
- ¿Será así? Porque se viene corriendo la meta...
- No, yo nunca la corrí, siempre estuve en la misma línea.
- Se habló del segundo semestre...
- ‘El segundo semestre baja drásticamente la inflación’. Esa fue mi frase. A partir de ahí, se construyó toda una cosa.
- El Gabinete sí planteó que en el segundo semestre se despegaba
- En el campo, la energía y la obra pública despegamos. Depende del lugar. El consumo de asfalto más alto de los últimos 16 años fue en noviembre. Hay indicadores que empiezan a marcar que hay un comienzo. Tuvimos que tomar más de 50 mil millones de dólares para pagar las deudas que nos habían dejado. Tenemos que dimensionar eso, sino es difícil evaluar. Quiero agradecerles a los argentinos. Después del año que transcurrimos y de medidas muy antipáticas que tuvimos que tomar, que tengamos un 60% de apoyo es que el ciudadano entendió que vivimos una mentira más de una década, que hipotecó nuestro presente y futuro y que de aquí salimos con el esfuerzo de cada uno.
- ¿Tienen temor a diciembre?
-Siempre hay gente queriendo generar problemas, pero es una pequeñísima minoría. Si hay algo que valoro es la mejor convivencia que hemos logrado. Esto, que podamos estar aquí relajados, cada uno hace sus preguntas y yo contesto. Que haya conferencias de prensa. Que cuando haya algo mal digamos ‘me equivoque, vamos a corregirlo’ y que nadie se crea el dueño de la verdad. Ese espacio de diálogo es lo que nos lleva a bajar la tensión.
- ¿Diciembre no le preocupa? Cómo convence a los argentinos de que los cambios son a largo plazo?
-Diciembre debe ser un mes como cualquier otro, creo que se ha construido un mito. Fue traumático el 2001, pero por naturaleza es al revés. Es otro el clima y hay que volver a conectarse con eso. Diciembre es un mes donde recargamos afecto y energía para emprender el año. No podemos hacer todas las cosas pensando en mañana. Eso es lo que nos mató. Porque el populismo lleva a que no pienses en el futuro y que lo hipoteques por un supuesto mejor presente. Te quedas sin rutas, cloacas ni energía. Tenemos que apostar al largo plazo. La preparación y no la improvisación. Estamos planteando un cambio cultural, no económico.
Durante casi una hora los funcionarios de comunicación han seguido atentamente las preguntas. Apuran el final de la conversación. Macri ha pasado por distintos estadios. No ha nombrado a sus antecesores en el cargo. Ha levantado la voz cuando se ha referido a la gestión anterior, se ha entusiasmado cuando tuvo que hablar de obras y le gusta mostrar que está informado. Cuando los temas se refieren a problemas de su gestión apura rápido un reconocimiento y trata de escapar por el camino de lo que le dejaron. Trata de mostrarse optimista y se divierte con las metáforas deportivas. El secretario de Comunicación Pública, Jorge Greco, acelera el final de la entrevista y el vocero del Presidente, Iván Pavlovsky, deja de teclear su Mac. La pregunta se escapa: “¿Usted es feliz?”. El hombre duda y dice: “sí, como no voy a ser feliz con la familia que tengo”, pero no hace referencia a su rol público.