Raúl Enrique Álvarez es chofer de colectivos de larga distancia. Sin embargo, la mañana que atropelló y mató con su auto al abogado Joaquín Mariano Toledo, conducía a excesiva velocidad y en estado de ebriedad. Además, había pasado el semáforo en rojo y ni siquiera pisó el freno cuando estuvo por embestir a la víctima. Todo eso sostuvo el fiscal de Instrucción Diego López Ávila al solicitar la elevación a juicio del caso en el que lo imputó por el delito de homicidio.
El accidente se produjo el 1 de noviembre del año pasado a las 6.30, cuando Toledo regresaba de una reunión junto a su amigo Marcos Tuzza. Ambos cruzaron a pie la avenida Mate de Luna desde la ochava de avenida Mitre y se detuvieron en la platabanda.
Según determinó el fiscal de la IV° Nominación, estaba habilitada la luz de cruce peatonal cuando Toledo avanzó y fue embestido por Álvarez, quien manejaba un Volkswagen Bora por Mate de Luna.
López Ávila remarcó que este último “circulaba a excesiva velocidad, nunca inferior a los 90 km/h, superando el límite legal establecido, en estado de ebriedad y bajo lluvia pesada. Al llegar a la intersección de Mate de Luna con Alem, cruzó con la luz roja que le imponía el deber de detener la marcha; pese a advertir la presencia de ambos peatones, no redujo la velocidad, representándose la posibilidad de que con su conducción lesione o provoque la muerte de los peatones, siendo totalmente indiferente, colisionando con el lado izquierdo de su automóvil a Joaquín Mariano Toledo, quien falleció como consecuencia del traumatismo encéfalo craneano sufrido”.
En el requerimiento de elevación a juicio, que deberá ser aprobado por el juez de Instrucción Víctor Manuel Pérez, López Ávila recordó que dentro del Bora había una botella y dos vasos de cerveza. También citó el testimonio de Florencia Valenzuela, una de las dos chicas que viajaban como acompañantes de Álvarez. “Yo iba viendo mi celular cuando sentí el impacto, nosotros teníamos puesto el cinturón de seguridad. Él paró a mitad de cuadra, se bajó y nos dijo que nos fuéramos. Estábamos con miedo”, había declarado la joven.
Constanza Noelia Mansilla, otra testigo, trabajaba en una sandwichería de la zona al momento del impacto. “En ese momento se había cortado la música, entonces bajé la mirada para ver qué pasaba y ahí sentí el impacto. Volví a mirar hacia mi derecha y vi un cuerpo volando que pegó con el poste del semáforo y cayó desplomado sobre la islita para doblar. Ahí alguien gritó que el auto se había pasado en rojo”, había relatado durante la investigación.
En cuanto al testimonio del propio Álvarez, negó la acusación. “No fue así, yo venía por Mate de Luna, el semáforo estaba en verde, aceleré un poquito para pasar bien, esquivé un auto y detrás mío venía otro vehículo. El de adelante hace una maniobra y cuando veo eso ya lo veo al segundo chico, como que venía saltando en puntas de pie, haciendo pasos largos y sonreían como si estuviesen ‘en pedo’ y como que se tiró prácticamente. Me bajé para ver si lo podía asistir y justo había dos agentes de la Patrulla Urbana” (sic), había asegurado el chofer del Bora.
Pese a ese relato, el fiscal sostuvo -y detalló- que tiene elementos necesarios para acusar al imputado y pedir que sea sometido a juicio oral por el delito de homicidio. En cuanto a la víctima, tenía 28 años, se había recibido de abogado hacía poco tiempo y acababa de ser padre de su primera hija.
PUNTO DE VISTA
No hay Justicia en estos casos
Elina Marchese - Fundadora de Estrellas Amarillas
Muchas causas por muertes en accidentes de tránsito quedan dormidas hasta la prescripción si no hay familias detrás que las impulsen, y muchas veces estas no tienen la posibilidad de pagar un abogado. Por lo tanto, podría decirse que la mayoría de las causas prescriben por inacción del fiscal. De las pocas que llegan a juicio (son realmente muy pocas), casi todas están calificadas como homicidio culposo, porque todavía le cuesta a un sector de la Justicia imputar por homicidio con dolo eventual.
La mayoría de las causas se cierran con probations que por lo general son lamentables, con resoluciones ridículas, con trabajos prácticamente nulos, y encima las restricciones de manejar casi no se otorgan. Del mínimo porcentaje de causas que llegan a juicio caratuladas como homicidio con dolo eventual, nuestra experiencia nos dice que terminan con condenados por homicidio culposo o con fallos que después la Cámara revoca y los convierte en culposo.
Pocas personas en Argentina están presas por hechos de tránsito. La mayoría de las causas quedan impunes y prescriptas -insisto- básicamente por inacción del fiscal, porque no se puede culpar a la familia de no motorizar las causas; aparte de la pérdida de un ser querido sufren costos económicos que muchas veces no pueden asumir. Todavía tenemos fiscales y jueces que consideran a las muertes de tránsito como de segunda categoría, que las catalogan como hechos desafortunados. Para mí, la Justicia para estos casos no existe en este país.