Todo indica que las cosas se están poniendo serias. Hace pocos días el Inadi y Unicef lanzaron una campaña para frenar el ciberbullying, drama que, según un estudio del organismo de la ONU es una de las experiencias online que más sufren los chicos en Argentina. María José Ravalli, especialista en Comunicación de Unicef Argentina, contó que, según el estudio, mensajes hirientes (33%), publicaciones desagradables en las redes (18%) y exclusión en grupos de WhatsApp (11%) son las experiencias online que más sufren.

El mismo día, la Comisión de Educación y Cultura de la Legislatura dio dictamen a la adhesión de Tucumán a la Ley para la Promoción de la Convivencia y el Abordaje de la Conflictividad Social en las Instituciones Educativas. El proyecto encarga al Ministerio de Educación diagnosticar, prevenir, sancionar y erradicar el bullying, y lo hace responsable de crear una línea telefónica gratuita para asistencia, información y asistencia a las víctimas.

Desnaturalizar

El bullying, o maltrato entre iguales en las escuelas, ha existido siempre. Pero los años 70, gracias al sueco Dan Olweus, este tipo de agresión dejó de ser algo a lo que había que resignarse. Olweus decidió investigar sistemáticamente la intimidación y en 1973 publicó el primer libro sobre agresiones en la escuela. Una década después, tres adolescentes víctimas de acoso se suicidaron en Noruega, y el Ministerio de Educación de ese país implementó lo que se conoció como Programa Olweus de Prevención de la Bullying.

“Desde entonces, los esfuerzos por comprender, prevenir y tratar el bullying no han cesado”, cuenta a LA GACETA el psicólogo español José Avilés Martínez, profesor de la Universidad de Valladolid, España, que vino a Tucumán a dictar un curso de posgrado en la Facultad de Psicología.

“Si ocurre en la escuela es porque ocurre en la sociedad: la escuela refleja la sociedad. Pero como al mismo tiempo la retransmite, también es el ámbito ideal para modificar estos modos de relacionarse que se han normalizado. Y esa modificación es terriblemente urgente”.

Contra el silenciamiento

Desde hace años él y sus colegas de diferentes partes del mundo han ido estableciendo modos de diagnosticar el problema y herramientas de abordaje.

“Los avances en los estudios nos han permitido establecer ciertos patrones en los sujetos que se implican en esta relación de dominación, desvalorización y poder abusivo”, explica y añade: “el maltrato escolar tiene tres ‘patas’: el agresor, la víctima y el público; y en esos personajes hemos encontrado variables que se repiten”. Los rasgos de las tres patas (que ‘se cocinan’ en la infancia y en el hogar) se complementan... y la cosa explota.

Y como una de las características es el silenciamiento (por miedo, en la víctima; por falta de empatía en los testigos/cómplices), la situación se prolonga, se agrava y puede ser mortal. “Por eso tenemos que ser proactivos. Si esperamos a que sucede para actuar ya es muy tarde”, advierte. Se sabe: en las víctimas de acoso peligra profundamente el éxito escolar; puede generar generando fobia a la escuela y ausentismo... o consecuenias trágicas, como suicidios.

La mejor estrategia

“El bullying es un problema social y es urgente que los poderes públicos implementen proyectos de concienciación y formación. Y que esos proyectos sean masivos, porque no sirven las respuestas aisladas”, asegura y recomienda no centrarse en el castigo al acosador.

“Hay que generar un clima de confianza. Y al estar menos implicados afectivamente, será más fácil lograrlo a partir de los compañeros que hacen de testigos mudos que en victimarios y en víctimas. Cuando se trabaja con ellos, los espectadores cambian de posición, se comprometen contra el maltrato y asumen el compromiso de ser depositarios de la confianza de sus pares. Así se rompe el círculo de naturalización del maltrato”, cuenta. Es importante, porque sin público no hay “espectáculo”; y, como también demuestran las investigaciones de Unicef, cuando pueden vencer el miedo, en su mayoría las víctimas acuden a sus amigos para pedir ayuda. “Solo entre un 5 y un 10% busca ayuda de un docente, y es menor la cantidad que pide asistencia a profesionales”, destaca el documento.

“Los pares, que pasan de público pasivo a compañeros que ayudan, se transforman en agentes del cambio; la escuela debe integrarlos en el sistema como “alumnos tutores”, “equipos de ayuda”... hasta “cibermentores”. Por este sistema, los alumnos mayores enseñan a los ingresantes cómo armar un perfil seguro en las redes y cómo usarlas. Se sienten felices y orgullosos”, destaca... y se esperanza.

Variables que se repiten

 
En los agresores
• han recibido una carga afectiva pobre y han sido poco reconocidos por parte de sus adultos significativos.
• carecen de límites, porque están acostumbrados a la violencia naturalizada.
• han sufrido métodos violentos de afirmación de la autoridad paterna y los reproducen. 
 
en las víctimas
• han sido niños sobreprotegidos, como consecuencia de lo cual no ha desarrollado herramientas de resistencia ni de resilencia. 
• tienen muy baja autoestima, que junto con su sensación de indefensión los lleva a no generar amigos, que serían los que podrían protegerlos.
 
EN LOS ESPECTADORES
• se advierten falta de empatía (se colocan por comodidad del lado del más fuerte) y una profunda inhibición, que redunda en la actitud de sentir “no me toca”.
• realizan una evaluación individualista de la situación, y esa sensación impide que se generen conductas de autodefensa colectiva. 

En los agresores

• han recibido una carga afectiva pobre y han sido poco reconocidos por parte de sus adultos significativos.

• carecen de límites, porque están acostumbrados a la violencia naturalizada.

• han sufrido métodos violentos de afirmación de la autoridad paterna y los reproducen. 

En las víctimas

• han sido niños sobreprotegidos, como consecuencia de lo cual no ha desarrollado herramientas de resistencia ni de resilencia. 

• tienen muy baja autoestima, que junto con su sensación de indefensión los lleva a no generar amigos, que serían los que podrían protegerlos.

 En los espectadores

• se advierten falta de empatía (se colocan por comodidad del lado del más fuerte) y una profunda inhibición, que redunda en la actitud de sentir “no me toca”.

• realizan una evaluación individualista de la situación, y esa sensación impide que se generen conductas de autodefensa colectiva.