Hanna Ingber / The New York Times

Isaiah Lopaz es un estadounidense negro que vive en Berlín. Habitualmente, los alemanes le preguntan de dónde es. Pero la respuesta “Estados Unidos” no los satisface. Quieren saber de dónde realmente es. Él es un artista y escritor con educación universitaria, pero frecuentemente es confundido con un vendedor de drogas.

La llegada de más de un millón de migrantes a Alemania en los dos últimos años ha forzado al país a enfrentarse con los temas de raza, etnicidad e identidad. Lopaz dice que siente que Berlín es su hogar, pero también que los temas que enfrentan los migrantes han sido parte de su mundo desde que se mudó a Alemania hace casi una década.

Lopaz, de 36 años de edad, encontró una forma creativa de hacer frente a los casos de racismo: tomó los comentarios ofensivos y los estampó en camisetas. Luego dirigió una serie de retratos tomados por su mejor amigo, Richard Hancock, por todo Berlín. Hablé con Lopaz varias veces sobre las historias detrás de algunas de sus camisas. Sus comentarios han sido editados.

Lopaz, que habla un alemán de nivel conversacional, llevaba antes rastas, y cada vez que salía, se le acercaban pidiéndole drogas. Podía estar en un bar o en una inauguración artística, y amigos de conocidos le preguntaban si tenía drogas. En el verano de 2007, poco después de que se mudó a Berlín, dos personas lo siguieron por una tienda de abarrotes antes de acercársele.

“En cierto momento, simplemente me corté el cabello. Lo corté por muchas razones, pero también sabía que si me cortaba el cabello esto desaparecería. La verdad es que no desapareció por completo, pero la frecuencia con que las personas se me acercaban y me pedían drogas disminuyó. Muchas personas que eran realmente cercanas a mí se sintieron verdaderamente tristes. Me decían: ‘Oh, pero tu cabello era tan hermoso’. Sí, me enfrentaba a personas que me pedían drogas, pero había muchas otras formas de racismo más invasivas. Cortarme el cabello y enfrentar una menos, realmente fue una bendición para mí”, comentó.

Por otra parte, detalló que al menos una vez al día, hacía contacto visual con un hombre blanco o una mujer blanca y ellos se aferraban a sus pertenencias al notarlo. “Existe la idea de que no se puede confiar en las personas negras, que las personas negras son criminales, ladrones, pervertidos. No tenemos estas ideas sobre las personas blancas. Como personas negras no tenemos objetividad. Somos juzgados con base en estereotipos”, agregó.

Los abuelos maternos y paternos de Lopaz fueron parte de una ola de estadounidenses negros que dejaron el sur para dirigirse a otras partes de Estados Unidos en la primera mitad del siglo XX. Sus padres crecieron en la misma calle en el sur del centro de Los Ángeles, y él nació y se crió ahí.

“Era muy extraño para mí que me preguntaran una y otra vez: ‘¿De dónde eres realmente?’ Querían que dijera que soy de África”, dijo Lopaz. “Hay varias razones por las cuales realmente no puedo ofrecerles esta historia. Una razón es que no soy de África. Pero, además, hay mucho dolor detrás de esto. Es doloroso, porque nunca sabremos de dónde provenimos. También pertenezco a una familia muy multicultural: tres de mis abuelos eran mitad americanos nativos. Algunos de mis ancestros construyeron Estados Unidos, y mis otros ancestros estuvieron ahí antes de la colonización. Por supuesto, tengo ancestros de África, pero pienso que esta cuestión niega el impacto y la cultura que como estadounidenses negros hemos creado”, detalló

En 2011, Lopaz conoció a dos mujeres alemanas en un bar en Berlín. Una de ellas, directora de un preescolar, empezó a interrogarlo sobre de dónde provenía y a argumentar que Estados Unidos no había sido país durante el suficiente tiempo para tener su propia cultura. “Y añadió: tú no tienes cultura porque provienes de esclavos. Eso es lo peor que alguien me haya dicho en términos de raza”, contó Lopaz.

“Como persona negra -destacó- no soy, para la mayoría de los alemanes, alguien que pueda ser parte de su sociedad. Hay una resistencia a dar la bienvenida a los extranjeros negros pero también a hacer a los ciudadanos negros sentirse cómodos. Puedo pasar el examen de ciudadanía, puedo recibir un pasaporte, puedo hablar alemán fluidamente, pero no me veo siendo aceptado jamás como alemán”.

Por último dijo: siento que he encontrado a mis mejores amigos aquí. Esta es mi ciudad. Me he hecho de un nombre aquí. Pero no me veo quedándome aquí a largo plazo porque quiero un poco más. En otras ciudades, puedo ser otro rostro en una multitud”.