México es un destino cada vez más buscado por los tucumanos. Y no sólo por sus playas, sino por su riqueza cultural. O por la posibilidad de vivir experiencias de turismo religioso. Esta semana, los amantes de esa cultura tan rica, en la que se mezclan la herencia española con las tradiciones de las diversas etnias indígenas de la región, viven con intensidad en el país azteca la víspera de la celebración de los Fieles Difuntos, que se realizará mañana.
¿Por qué atrae tanto el Día de los Muertos en México? Desde el Distrito Federal (DF), Magena Valentié, periodista de LA GACETA, cuenta que la capital mexicana es desde hace varios días un estallido de atuendos y maquillajes coloridos y alegóricos, entre ellos las famosas “catrinas” (calaveras) que creó durante el gobierno de Benito Juárez el caricaturista José Guadalupe Posada, y que popularizó Diego de Rivera en sus imponentes murales. El sábado, 250.000 personas de todo el mundo acudieron al “Magno Desfile de Día de Muertos, en el que mil voluntarios acompañaron a la multitud, que bailó al ritmo de decenas de marionetas gigantes y carros alegóricos. “Te diría que es como la Navidad nuestra, pero más intensa, más colorida, más alegre. No hay casa, hotel, restaurante ni comercio que no tenga su altar de muerto, que es un ejemplo de sincretismo. Y en las plazas hay espectáculos de las distintas etnias”, apunta Magena.
“El 1 y el 2 de noviembre son los días en que Dios les da permiso a los muertos para que bajen y se reencuentren con sus seres queridos. De ahí los altares y mesas. Se dejan todas las comidas que le gustaban al muerto. Luego, la familia se sienta y comparte con ellos, en las casas”, añade Magena desde México, en esta víspera del día de Todos los Santos (que se celebra hoy). “En todas las ciudades populosas de México, sea en el DF o en Coyoacán, hay puestos de comida salada y dulce, con chile picante para ponerle aparte, o helados de frutas picantes”. Por 25 pesos ($ 20 argentinos) se pueden comer unos buenos tacos, más una bebida (15 o 20 pesos) de jugo de tamarindo, de guayaba, o de Jamaica, que es suave y producido a partir de una flor local de color rojo”, se explaya, entusiasmada.
Repasa, además, que la Fiesta de los Muertos se celebra en etnias como la de los mazatecos desde el 27 de octubre hasta el 5 de noviembre. “Es el tiempo en el que los vivos reciben las ánimas purificadas de los antepasados difuntos”. “En algunas comunidades- continúa- el día 2 se colocan velas en las veredas para indicar el camino que habrán de seguir las ánimas. Los altares domésticos se construyen entre el 27 y el 31 de octubre. Y una de las actividades rituales más significativas es la actuación de los huehuentones o “gente del ombligo”, que con sus máscaras y atavíos cantan y bailan al son de la música de violines. vihuelas y guiro, este último un tambor muy singular, generalmente tocado por un niño.
En Tucumán
Mientras tanto, los tucumanos asumen con más calma y recogimiento que los mexicanos la festividad de todos los Santos, que se recuerda hoy, y la de los Fieles Difuntos, que se recuerda mañana.
Por el Día de los Fieles Difuntos se declaró asueto administrativo en los organismos del Estado provincial y municipal (incluidas las escuelas) y en la Universidad Nacional de Tucumán. Tampoco en el Poder Judicial habrá actividad mañana. “Es propósito del Gobierno es mantener viva esta fecha del calendario cristiano, que es observada con gran respeto y fervor religioso”, dice la resolución, que incluye a la administración pública provincial centralizada, descentralizada, organismos autárquicos y escuelas.
- Mañana, los ómnibus circularán con la frecuencia de los sábados.
- El horario de recolección de residuos será el normal.
- El comercio atenderá hoy y mañana en horario normal.
- Los cementerios municipales del Oeste, del Norte y Jardín Norte abrirán en horario corrido, de 8 a 19. Mañana habrá misas; a las 10.30 en el Cementerio del Oeste; a las 9 y a las 10.30 en el del Norte.
- El cementerio privado San Agustín abrirá mañana de 8 a 19, y a las 17 habrá una misa, con posterior suelta de globos blancos, a las 18.
PUNTO DE VISTA
Entre el ritual silencioso y la tradición expresiva
GRISELDA BARALE / Doctora en Filosofía UNT
Hablar de la muerte es hablar de la vida, ambas están unidas en una unión indisoluble; puesto que cuando la vida se da la muerte ocurrirá necesariamente. Esa conciencia de muerte es, además, conciencia de individualidad en dos sentidos, por un lado el que muere es siempre otro y, por otro, frente al muerto cada uno corrobora el estar vivo, todavía. La vida se despliega entre el nacimiento (que pudo no haber sido) y un final certero del que nada se sabe.
La muerte irrumpe en el mundo de los vivos y es siempre escandalosa y sorpresiva aunque se anuncie por la enfermedad o la vejez. Escándalo ante la falta absoluta: el muerto no responde, no tiene palabra, se le escapa poco a poco el color y el calor; es la muerte en su dimensión de abismo y enigma frente a los vivos desarmados y en zozobra. Nada de esto ha cambiado. Los que sí cambian son los rituales mortuorios -religiosos o sociales-
Las religiones interpretan la muerte, le otorgan un sentido que protege al creyente en ese momento que enfrenta la muerte del ser querido, el amigo, el compañero, la del otro que ahora no responde. El hombre no religioso no posee ese protocolo pero, permanentemente, lo inventa; distintas acciones preparadas o espontáneas se convierten en el ritual necesario que certifica la muerte -lo que ha ocurrido-. Rezar novenas, dejar flores o piedras en las tumbas, decir discursos, cantar, esparcir las cenizas o tantas otras acciones rituales no son nada más –ni nada menos- que poner algo en el vacío o silencio insoportable de la muerte.
El modo cómo otorgamos sentidos al sin sentido de la muerte que nos hace frente cambia. Hoy conviven –en nuestra sociedad norteña- rituales mortuorios sobrios, silenciosos, privados, recogidos, con otros que mantienen antiguas tradiciones con profusa expresividad. Ninguno es mejor o más valioso que los otros. Lo terrible no son los modos en que resolvemos lo irresoluble, lo terrible es no poder hacerlo; como ocurrió en Argentina con los 30.000 desaparecidos.
Hoy familiares y amigos, poco a poco, recuperan el derecho al ritual mortuorio porque recuperan los restos de aquellos y pueden darle sepultura; lo que reviste gran importancia para la sociedad en su conjunto porque, como ha escrito Samuel Schkolnik: “Ésta, (la muerte) por cierto, no puede ser imaginada sin zozobra, pero en la medida en que no se trata ya de una experiencia inmediata sino de una imagen, admite ser vinculada con otras, por ejemplo con la de una vida ultraterrena, o con la de la supervivencia en las contribuciones de cada cual a un mejor porvenir de la humanidad, en un conjunto de imágenes capaz de otorgar sentido a la experiencia vivida del tiempo, y, así, mitigar el desasosiego que ella conlleva”.