Ante lo desconocido o lo nuevo, el ser humano tiende a aferrarse a aquello que le brinda seguridad, pese a que reniegue a diario de su presente. “Mejor malo conocido que nuevo por conocer”, reza el dicho popular. En los últimos días, los taxistas de San Miguel de Tucumán y de Yerba Buena se han asustado ante el anuncio del posible desembarco de Uber Technologies Inc., una firma internacional que proporciona a sus clientes una red de transporte privado, a través de su software de aplicación móvil. Se trata de una plataforma digital que conecta a personas que deseen viajar a cualquier destino de una ciudad con conductores particulares.
La noticia puso en guardia a los taxistas, quienes se opusieron rotundamente a esta competencia y anticiparon movilizaciones. “Nos dijeron que Uber estaba queriendo entrar acá. Nosotros no queremos que venga”, señaló un directivo de la Asociación de Taxistas Unidos de Yerba Buena, mientras que un miembro de la Federación Nacional de Conductores de Taxis dijo que el sector se halla en “estado de alerta y movilización, y no bajaremos los brazos”.
Pero no sólo los taxistas pusieron el grito en el cielo, la Municipalidad capitalina salió en defensa de sus propios intereses y anticipó la puesta en marcha a fin de año de una aplicación para celulares o tablets desde donde se podrá llamar o contactar un taxi, y que tendrá como base de datos el listado de licencias de taxis autorizados por Servicio Único de Transporte Público de Pasajeros en Automóvil (Sutrappa).
En un sondeo entre los usuarios de este servicio, realizado por nuestro diario, muchos de ellos se inclinaron por probar con Uber en caso de que se instalara en la provincia. Entre otras cosas, deploraron el mal estado de muchos vehículos, así como falta de higiene, el desaliño de algunos conductores, la inseguridad que representa no conocer la identidad del chofer. “No me subo a los taxis por desconfianza; no sé quiénes son los que están manejando, porque los datos no están a la vista”, dijo una vecina.
Una realidad similar se vivió hace más de 20 años, cuando el 16 de junio de 1994, el Concejo Deliberante aprobó la creación del sistema de remises. En la ocasión, los taxistas se concentraron en la plaza Independencia y cortaron el tránsito para manifestar su desaprobación de este sistema que ofrecía un servicio puerta a puerta y que no podía levantar pasajeros en la calle, así como para reclamar mayor control para detectar los taxis truchos. Pero no pasó mucho tiempo hasta que la corrupción llegó al servicio de remises. “Preocupa a la comuna la actividad ilegal de los remises”, se titulaba la crónica de LA GACETA del 11 de febrero de 1996. Los remises desaparecieron hace una década, pero las denuncias sobre los taxis ilegales se mantienen desde hace 20 años, pese a que en 2006 se creó el Sutrappa para regularizar el servicio.
Más allá de si Uber se instala o no en Tucumán, los taxistas deberían hacerse una autocrítica y preguntarse en qué están fallando y qué hacer para mejorar. Lo mismo cabe para la Municipalidad. Si los autos son viejos o no se hallan en condiciones o si circulan vehículos ilegales, es porque los funcionarios que deben ocuparse del control lo permiten. Tanto unos como otros, deberían tomar conciencia de que al usuario no le están haciendo un favor, sino que le deben brindar un servicio óptimo porque este los mantiene con su bolsillo y él decide a qué vehículo se sube.