El fútbol ofrece su historia a los Museos, pero resiste a quienes quieren decirle que es un Museo. La Ciudad de Buenos Aires celebró anoche su 13ª Noche de los Museos. Más de un millón de personas, 240 museos y espacios culturales, desde Mataderos hasta Puerto Madero, de Núñez a Pompeya, de Yoko Ono a Antonio Berni. Borges, el acordeón, la ex ESMA y hasta el Museo de la Deuda Externa. Y el fútbol: River, Boca y Argentinos Juniors. El Museo del Bicho, Templo del Fútbol (así se llama), debajo de las tribunas del estadio, en Paternal, sin empresas y sí con hinchas que donaron sus tesoros, y, por supuesto, con Diego Maradona como eje (hay una camiseta original de cuando jugó en Cebollitas), pero también la historia de un club por el que pasaron Fernando Redondo, Juan Pablo Sorín, Claudio Borghi y Sergio Batista, que formó a Juan Román Riquelme, que ganó la Libertadores del ’85 y que jugó la muy recordada final del mundo contra la Juventus de Platini. El de River, a metros del Monumental, incluye hasta una locomotora para hablar de La Máquina, trofeos y camisetas de un siglo atrás, la famosa pelota naranja de los goles del Beto Alonso contra Boca de 1986, botines desde Adolfo Pedernera a Marcelo Barovero y una estatua de Enzo Francescoli. Y, finalmente, Boca, sobre la tribuna sur de socios de la Bombonera, también con camisetas, trofeos, fotos y estatuas de gloria.
Alguna vez le dijeron al español Juan Antonio Samaranch, que fue presidente del Comité Olímpico Internacional (COI) en los años ’80, que el deporte era una mezcla de museo y de circo y que debía mantener un fino equilibrio entre ambos. Ni demasiado museo, ni demasiado circo. La FIFA, por ejemplo, jugó demasiado al circo. Y así está hoy su Museo de Zurich, un fiasco de 128 millones de euros y tres pisos que casi no tiene visitantes, lejísimos de los 250.000 anuales que proyectaba el ex presidente Joseph Blatter. Su sucesor, Gianni Infantino, habla ahora de un Mundial de 50 equipos, con selecciones que podrían jugar apenas un partido, pues quedarían eliminadas si pierden en el debut. Ridículo. Sería un triunfo del circo sobre el museo.
Armando Pérez, el presidente de la Comisión Normalizadora (CN) que la FIFA impuso en la AFA, cumple cien días de gestión, poco para figurar en un Museo. Peor aún, poco relevante también, más allá de haber achicado una deuda cuyos números reales, suele suceder, son desmentidos desde otros sectores. Curioso, el primer desgaste fuerte para Pérez fue la selección, no la AFA. La desprolijidad del fichaje del “Patón” Edgardo Bauza y los pobres resultados que logró hasta el momento, además del arribo todavía menos feliz de Claudio Ubeda y Miguel Micó en Juveniles, dos nombres vinculados con el paso por Racing de Fernando Marín, el hombre del gobierno en el Fútbol Para Todos (FPT). Del riguroso casting se pasó al Club de Amigos. El gobierno de Mauricio Macri bajó el dinero del FPT de 2.500 a 1.800 millones, atados además al compromiso de ordenar cuentas y, más importante aún, aprobar la SuperLiga. El fútbol de Primera volvió después de casi noventa días, con 30 equipos, que serían 28 en 2017 y otra vez 20 recién en 2021, aunque el Gobierno quiere 20 ya mismo.
Los clubes del ascenso aseguran tener 45 de los 75 votos de la Asamblea. Pero esos 75 votos deberían bajar a 35 si se aprueba la reforma de estatuto que piden FIFA y Conmebol. Peor, en ese total de 35 debería haber lugar para fútbol femenino, futsal y fútbol playa, ente otros. Por eso los clubes del ascenso ya pidieron que se declare “personas no gratas” a los enviados de FIFA (Primo Corvaro) y de Conmebol (Monserrat Giménez), que deben llegar en una semana a Buenos Aires. Y por eso esta última avisó que, si las cosas siguen así, la AFA podría ser desafiliada y quedar afuera del Mundial. Curioso, se pedía antes una Asamblea más ampliada, con más actores representados en la votación. Ahora, en cambio, se habla de reducir. Como sea, los clubes parecen haber superado sus viejas divisiones de los tiempos del 38-38. Fue demasiado burda la “apretada” del gobierno a través de la AFIP, a lo que se sumó la denuncia de Pérez sobre la deuda de los clubes de 950 millones de pesos. Los clubes lo tomaron como una declaración de guerra.
Marcelo Tinelli parece ahora su candidato de consenso. El gobierno, que ya toma distancia de los errores de Pérez, dejó trascender en cambio el nombre de Daniel Vila, el empresario televisivo de América TV que se autodesignó presidente por minutos, cuando en 2011 resistió en la puerta de la AFA la última reelección de Julio Grondona. Una payasada que debilitó aún más su imagen. Vila, dirigente de Independiente Rivadavia de Mendoza, propuso semanas atrás que cerca de 6 millones de abonados al cable podrían pagar unos 200 pesos mensuales y generarle al fútbol el dinero que permitiría salir del FPT y volver al sistema de TV paga, como quiere el gobierno, que ya anunció su retirada como socio de la AFA a partir del 1 de enero de 2017. Claro, no es lo mismo vender un torneo de 30 equipos obligado a respetar un contrato de televisación abierta que una SuperLiga de 20 que podría ir toda por la TV de pago. Valen distinto. ¿Y cuánto vale un torneo en el que las barras poco menos deciden si puede o no haber público visitante? No. De ese tema no se habla.
Se dice o se hace
“Las Sociedades Anónimas no son un cuco”. Lo reiteró en las últimas horas Daniel Angelici, presidente de Boca, el dirigente más cercano a Macri. Lo dice, claro, porque eso es lo que también quiere Macri. Lo quiso cuando en los ’90 buscó primero llevar a Deportivo Español a Mar del Plata, vio al entonces presidente Carlos Menem y logró aval, ya como presidente de Boca, para que la AFA tuviera que votar la bienvenida a las Sociedades Anónimas Deportivas (SAD). “Perdimos Mauricio”, cuentan que le dijo Grondona, con su mejor cara de Grondona, para indicarle que la propuesta había perdido 39-1. Macri ya no es empresario, ni presidente de Boca, ni vice de la AFA. Es presidente de la nación. Y quiere lograr lo que Menem no pudo. Aprovechar el festival de descontrol de los clubes para impulsar las SAD y dar una señal bien visible de los nuevos tiempos, con el capital privado como motor de la economía. ¿Logrará resistir otra vez el fútbol como ya lo hizo con Menem?
Boca, sabemos, sigue siendo con Angelici un club macrista, como lo refleja también buena parte de su dirigencia. La agitada Asamblea del viernes por la noche, por ejemplo, fue conducida por Francisco Quintana, presidente del bloque del Pro en la Legislatura de la Ciudad de Buenos Aires. El oficialismo se las vio en figurillas para explicar la compra de 5,5 millones de dólares en el mercado del llamado “dólar futuro”, 22,8 millones de pesos claves para mostrar un superávit de 28,9 millones pesos en el último balance. Las explicaciones fueron complejas porque Boca, por su cercanía con el macrismo, puede tener información privilegiada sobre las decisiones del gobierno y porque la operación del “dólar futuro” ha derivado en una investigación judicial que implica a funcionarios de la gestión anterior, pero también de la actual. Boca, asociación civil sin fines de lucro, como casi todos los clubes del fútbol argentino, “jugó al bingo con el dinero de sus asociados”, denunció en la Asamblea Juan José Palazzo, representante de Nuevo Boca. “Boca –acusó Palazzo- se está comportando como si ya fuera una Sociedad Anónima”.