Donald G. McNeil Jr. / The New York Times

En la tortuosa mitología de la epidemia del sida hay una leyenda que parece nunca morir: el llamado “Paciente Cero”, también conocido como Gaétan Dugas, un aeromozo canadiense-francés, trotamundos, sexualmente inestable, que, supuestamente, se contagió con el VIH en Haití o África, y lo propagó a docenas, hasta centenas, de otros hombres antes de morir en 1984.

Alguna vez se culpó a Dugas de haber desencadenado toda la epidemia de sida en Estados Unidos, lo que traumó al país en los 1980 y, desde entonces, ha matado a más de 500.000 estadounidenses. Incluso, The New York Post lo describió así con el titular: “El hombre que nos dio el sida”.

Sin embargo, después de un análisis genético nuevo de las muestras de sangre que estaban guardadas, apoyado con algo de un fascinante trabajo detectivesco histórico, hace unos pocos días, los científicos lo declararon inocente.

La cepa de VIH responsable de casi todos los casos de sida en Estados Unidos, la cual se transportó de Zaire a Haití, más o menos, en 1967, se propagó de allí a la Ciudad de Nueva York alrededor de 1971, concluyeron los investigadores que publicaron su trabajo en la revista Nature. De Nueva York, se propagó a San Francisco, más o menos, en 1976.

El nuevo análisis muestra que la propia sangre de Dugas, de la que se tomó una muestra en 1983, contenía una cepa viral que ya había infectado a hombres neoyorquinos antes de que él empezara visitar bares gays en esa ciudad después de que lo contratara Air Canada en 1974.

Los investigadores también reportaron que, originalmente, a Dugas ni siquiera se lo llamaba el “Paciente Cero”, en uno de los primeros estudios epidemiológicos de caso, se lo designa Paciente 0, es decir, “fuera del sur de California”, donde empezó el estudio. El símbolo circular ambiguo en un gráfico se interpretó después como un “cero” y se acuñó la noción de que la culpa de la epidemia se le podía asignar a un hombre.

Los mitos como el del “Paciente Cero” se reflejan en los esfuerzos de prevención incluso ahora, dijeron expertos. Muchos grupos vulnerables, incluidos los jóvenes gays y las africanas, no utilizan fármacos protectores o evitan hacerse exámenes porque temen que los estigmaticen o los acusen de ser los portadores.

Al reflexionar sobre los primeros tiempos de la epidemia, el doctor Anthony S. Fauci, a la sazón un médico que atendía a pacientes de sida y ahora es el director del Instituto Nacional de Alergias y Enfermedades Infecciosas, dijo que recuerda que, en ese momento, parecía plausible que una persona fuera la responsable.

En retrospectiva, añadió, la idea parece absurda ahora. “No estábamos conscientes de cuán extendido estaba en África”, dijo Fauci. “También, pensamos, con base en muy poca información, que sólo pasaban dos años desde la infección hasta la muerte”.

Los datos nuevos concuerdan con el escenario que se describió en 2011 en “Los orígenes del sida”, por el doctor Jacques Pépin, un especialista en enfermedades infecciosas en la Universidad de Sherbrooke en Quebec.

Con base en investigaciones genéticas previas y con archivos coloniales africanos, Pépin mostró que el VIH se transmitió de Kinshasa a Haití en los 1960, lo más probable es que por uno de los miles de servidores públicos haitianos que reclutó Naciones Unidas para trabajar en el que fuera el Congo Belga después del colapso del régimen colonial.

En Haití, teorizó, unos cuantos casos se multiplicaron debido a las condiciones poco estériles en Hemo-Caribbean, una compañía privada que recolectaba sangre, que se abrió en 1971 y exportó 1.600 galones (unos 6.100 litros) de plasma a Estados Unidos por mes. Los hemofílicos estadounidenses utilizaban los factores de coagulación del plasma, y muchos de ellos murieron de sida.

Haití también era un destino del turismo sexual para los gays, otra ruta que pudo haber tomado el virus para llegar a Nueva York.

Las muestras de sangre que se analizaron en la nueva investigación se tomaron en 1978 y 1979 en Nueva York y San Francisco, como parte de un esfuerzo por hacer una vacuna contra la Hepatitis B. Los investigadores guardaron casi 16.000 muestras sanguíneas; casi 7% de las cuales correspondían a neoyorquinos y 4% a californianos que después resultó que estaban infectados con el VIH.

Muestras comparadas

Un equipo coordinado por Michael Worobey, un biólogo evolucionista en la Universidad de Arizona, en Tucson, y principal autor del ensayo publicado en Nature, secuenció los genomas del VIH que se encontró en algunas de esas muestras y las comparó con el ADN viral en las muestras que se tomaron a principios de los 80 entre haitianos, dominicanos y otros que se atendieron en hospitales de Estados Unidos.

Dado que por las décadas que pasaron en los congeladores, muchas de las muestras se degradaron, comentó Worobey, su laboratorio desarrolló una técnica de “taladrar el ARN”, similar a la utilizada para reconstruir el antiguo genoma neandertal. Contar las mutaciones permitió a los investigadores “echar hacia atrás el reloj molecular” y ver cuándo cada cepa del VIH se separó de sus antepasados.

África tiene una docena de grupos de VIH y la epidemia de Haití provino de uno de ellos. Las muestras de Nueva York se derivan, todas, de una cepa haitiana, y las de San Francisco están tan estrechamente relacionadas que es probable que todas provengan de una sola persona que haya introducido la cepa neoyorquina, dijo Worobey.

Los síntomas, que después se llamaron sida, se reconocieron por primera vez en 1981, y la leyenda del “Paciente Cero” empezó con una investigación de 1984 con la que se rastrearon los contactos sexuales de 40 gays que presentaban el sarcoma de Kaposi u otros indicadores de las últimas etapas del sida. Ocho de ellos, la mitad en Nueva York y la mitad en el sur de California, tuvieron relaciones sexuales con un aeromozo no identificado.

Al principio descripto como “Caso 057” y luego como “Paciente Cero”, informó haber tenido alrededor de 250 parejas sexuales al año.

En ese estudio se supuso incorrectamente que la mayoría de los pacientes desarrolló los síntomas del sida en alrededor de 10 meses de la infección. En realidad, se lleva años; es posible que algunos participantes se hayan infectado mucho antes de haber conocido a Dugas.

Asimismo, es posible que Dugas también se haya convertido en el punto focal del grupo, en parte, porque él llevaba un diario. Los hombres en el estudio reportaron un promedio de 227 parejas al año, con frecuencia, sólo de encuentros rápidos y anónimos en bares y baños públicos.

Sin embargo, Dugas les dio 72 nombres a los investigadores.

El doctor Harold W. Jaffe, quien fue uno de lo investigadores originales y ahora es director adjunto para la ciencia en los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC, por sus siglas en inglés), dijo que el texto del artículo original hace referencia a un “paciente fuera de California”.

Pero hay que reconocer que el gráfico, del cual recibió una de las primeras copias, era ambiguo. En el centro está la vocal “O” o el número “0” (cero), identificado como el “paciente índice”. Los otros casos están numerados: LA3 y NY15, por caso.

La leyenda misma surgió de la campaña publicitaria para el libro de grandes ventas, de 1987, “Y la banda siguió tocando” de Randy Shilts, un periodista gay de San Francisco que murió de sida en 1994.

Si bien Shilts no acusa a Dugas de haber iniciado la epidemia en Estados Unidos, lo satanizó por ser un propagador deliberado del virus que ignoró la exigencia de un médico de que dejara de tener relaciones sexuales sin protección.