Las dos mujeres que están sentadas junto a Mauricio Ezequiel Bravo se sonrojan cuando LG Deportiva les propone hacerles una nota a los tres, y ambas ríen cuando aquel acepta. Ellas, por supuesto, huyen del micrófono y de la cámara de fotos. Él, por el contrario, se acomoda el pelo y carraspea, para aclarar la voz. Tiene la gargata irritada de tanto vocear su producto: “el mejor ‘chori’ de la cancha”.

Se refiere al estadio “José Fierro”, que al momento de la entrevista ya rebalsaba, en el marco del partido entre Atlético y Boca. Para este encuentro, a Mauricio no le quedó otra que ubicarse un poco más lejos de lo habitual, en 25 de Mayo y Uruguay. “Normalmente armamos el puesto frente a la cancha; pero ahora la Policía no nos deja acercarnos”, explica. Y luego precisa: “igualmente algo se está vendiendo”.

Mauricio hace memoria cuando se le pregunta desde cuándo vende choripanes cerca de la cancha. “Yo vendía, pero había dejado porque había encontrado trabajo; pero ahora, que quedé otra vez sin laburo, volví de nuevo al puesto. Debe hacer unos 10 años, en total, que vendo”, cuenta el joven, de 30 años.

Agrega que siempre se ubicaba en las cercanías del “Monumental”; en gran parte, porque es fanático del “Deca”. “Soy hincha de Atlético hasta la muerte”, desafía. De hecho, pese a que a hacia las 18 de ese domingo ya hace un poco de calor, elige ponerse la campera “decana” para la foto.

Esta condición de hincha-vendedor le juega en contra; aunque lo desea, nunca puede ver los partidos. “Lamentablemente tengo que trabajar, porque tengo una familia que mantener”, contesta; y ese es el único momento en que la permanente sonrisa que venía mostrando se difumina, aunque sólo un poco.

El puesto prevé satisfacer al cliente del combo completo: además de los choripanes -criollo o parrillero-, allí se puede comprar una porción de papas fritas y hasta praliné, a modo de postre. Lo que hace que sus “choris” sean, a su decir, los mejores, es el “chimichurri”, que fabrica él mismo. “Son muy ricos; hay uno que lleva ají y otro que no. El que tiene ají pica bastante”, alerta.

El hecho de ubicarse siempre en el mismo lugar hace que ya tenga sus clientes fijos. “Tengo muchas amistades, gente que ya viene directamente a comprarme a mí”, cuenta. De acuerdo a su experiencia, el mayor flujo de venta se da a la salida de la cancha -“porque la gente sale con hambre, ansiosa por comerse un ‘chori’”-. Pero precisa que el resultado del partido siempre influye en la venta, porque el ánimo del hincha no es el mismo si el equipo ganó, perdió o empató. “Se vende mucho más si el ‘Deca’ gana. La gente sale a festejar. Si pierde sale enojada, renegando, y se va directamente a la casa”, dice.