Las rastras cañeras ya no tienen que pasar en contramano cuando van camino al ingenio y la parroquia ya no tiene las macabras cintas policiales de restricción. Incluso, la verja está abierta y cualquiera puede llegar hasta la puerta. De lejos, parece que La Florida recuperó la vida que acostumbraban tener sus vecinos a comienzos de este mes. Pero al acercarse a hablar con ellos, se nota que algo cambió. En el pueblo hay dolor, confusión y -sobre todo- miedo. Incluso, hay muchos que no desean entrar a esa casa religiosa, donde encontraron colgado a Juan Viroche, el religioso que apuntaba con un dedo acusador a los “transas” de la zona
Volver a la parroquia
“Era una excelente persona, capaz de llegar hasta lo más hondo por su comunidad. Pero hasta ahí sólo iba él, a nosotros nos decía hasta donde podíamos llegar. Nos cuidaba mucho”, lamenta Lucía Ruiz, al tiempo que informa que el miércoles de la semana que viene volverían las misas a la parroquia Nuestra Señora del Valle. “Hasta ahora se hacían en la calle, con mesas y sillas que sacaban de las casas vecinas. Va a ser muy difícil entrar a ese lugar. Todavía tenemos miedo y esa avenida ya no es lo que era, está desolada. De noche, a mí me recorre un escalofrío al pensar en lo que le pasó”.
También será difícil para los más chicos volver a ese lugar. Allegados a Viroche habían señalado que, si bien había pedido el traslado, quería estar presente en la ceremonia de la primera comunión de un grupo de jóvenes que se realizará el 8 de noviembre. “Muchos de esos nenes no quieren entrar en la iglesia”, cuenta Marcos, un hombre que trabaja muy cerca del templo. “Se ve más movimiento de policías, pero en algunas semanas van a volver a estar los dos o tres de siempre. Es lamentable lo que pasó, el padre contenía mucho a los jóvenes, pero especialmente a los adictos. Y además, iba al frente siempre, para mí era el último ‘cura gaucho’. Es triste esto también porque este era un pueblo olvidado, pero en los últimos años había mejorado mucho. Ahora, para todo el país, somos el ‘lugar donde se vende la merca’”, suspira.
La Florida tiene ritmo de pueblo. A las 17 los negocios todavía siguen cerrados y los mecánicos que trabajan en diagonal a la parroquia de Viroche dejan sus herramientas en la vereda sin temor a los robos. El miedo pasa por otro lado. “Sí, hay más patrullas, pero lo mismo pasó cuando mataron a la chica de la peluquería. Después se van”, explica Estella, una comerciante. Se refiere a Magdalena Beatriz Cajal, la joven de 18 años -embarazada de siete meses- que fue asesinada en 2014 durante un asalto.
“No hay que ser p... para saber que esto no fue un suicidio”, agrega Javier, un vecino. Como él, gran parte del pueblo piensa que al padre lo mataron, pese a que los investigadores ya tienen prácticamente descartada esa posibilidad.
Pueblo gris
En la Iglesia no hay rastros de muerte, y nada -salvo la memoria- indica que allí perdió la vida un sacerdote hace casi tres semanas. La verja permanece abierta pero la puerta está cerrada. No hay información oficial sobre el retorno de las actividades ni siquiera en un papel. Apenas hay dos comunicados: uno -viejo ya- invita a una procesión que se realizó el 15 de septiembre en honor a Nuestra Señora de la Merced. El otro explica que desde el 8 de noviembre de 2015 hasta el próximo 20 de noviembre se vive el “Año de la Misericordia”.
Luego de todo lo que se supo de Viroche en las últimas semanas -por sus denuncias a los vendedores de droga y a también a presunto implicados en prostitución infantil- una de las frases de este último comunicado parece evocarlo inevitablemente: “El Buen Pastor, con extrema misericordia, carga sobre sí la humanidad, pero sus ojos se confunden con los del hombre”. Da escalofríos.
El padre Francisco Olveira manejó 12 horas en su auto la semana pasada para debatir en Tucumán en una charla organizada por el “Comité por la Libertad de Milagros Sala Tucumán”. Sin embargo, en diálogo con LA GACETA, no sólo habló de las presuntas irregularidades que -según entiende- hay en la detención de la dirigente jujeña, sino también invitó a pensar algunas cosas del caso Viroche.
“Me pareció un cura muy humano. Parecía muy cercano a la gente, alegre. Sé poco de su causa, pero intentamos saber algo más. No podemos decir que fue un homicidio ni que dejó de serlo, pero que estaba amenazado era evidente. Todo el mundo se puede suicidar, incluso siendo un cura. Somos seres humanos. Si se descubriera que fue así, deberíamos ver qué pudo haberlo llevado a tomar esa decisión, aunque repito, no sabemos si eso fue lo que pasó. Nosotros desde el Movimiento de Curas de la Acción por los Pobres lo tomamos como un signo de que hay mafias que acosan y agobian. Si un cura saben donde se vende droga, lo sabe todo el mundo: la Policía, el Poder Judicial, todos. Y el que vende la droga suele ser el último orejón del tarro, el que termina preso. Ahí comienza a venderse en otro lado. Detrás de ese tipo hay toda una mafia y un conjunto de intereses que puede ser judiciales, políticos o policiales. Nosotros hemos manifestado nuestra solidaridad y pedimos que se esclarezca el caso”, advirtió Olveira.
Caso Sala
En cuanto a la situación de Milagro Sala, el cura opinó que “claramente, la detención es política. Creo que hay un aval del Gobierno Nacional a lo que hace el gobernador Gerardo Morales. Se la puede investigar todo lo que se quiera, pero cualquier abogado mínimamente formado podría decir que se lo tiene que hacer con ella en libertad, porque no hay riesgo de fuga. En lo personal creo que ni siquiera cometió delitos, sino que hizo mucho más de lo que yo mismo hubiera hecho con ese dinero. Yo he visto los barrios, las piletas, las escuelas. Pero está claro que esa mujer tocó intereses de poderosos”.