Una de las mayores quejas que se escuchó mencionar a los futbolistas de Atlético fue dirigida a su falta de fortuna cuando pierden una pelota. En las últimas tres fechas, convertidas en derrotas consecutivas, cada equivocación, por mayor o menor que haya sido, terminó en gol. Y claro, así es difícil encarar la cuesta.
Lo cierto es que los números de esta racha negra oscurecen el buen trabajo del pasado. Lo dijo el técnico: “el fútbol se vive a partir de los resultados”. Atlético no ha conseguido mucho al principio del campeonato, y nada después.
Empezó bien, sí, pero su revolución de seis puntos iniciales se asemejó a instalar cimientos de cristal en una estructura que cuando chocó contra un rival de fuste, colapsó. A Rafaela, Atlético le ganó a lo guapo, con el golazo de Guillermo Acosta y con destellos de buen fútbol, esos que ahora extraña horrores.
Quizás su mejor versión se vio en Sarandí ante Arsenal, en una cancha más parecida a una pileta que a un campo de fútbol. Allí triunfó 3-1 y demostró que cuando sus jugadores están concentrados en el juego todo es más sencillo.
¿Qué pasó después? Puede que haya habido un bajón en sus individualidades. De hecho, es así. Desde la defensa hacía la delantera, sobre todo en los volantes, Atlético perdió fuerza, contra Estudiantes, Newell’s y Huracán. Entonces, sus dígitos en rojo de esta trifecta de fechas sin sonrisas hacen que su mayor falencia quede evidencia: Atlético perdió sorpresa, dinámica y fútbol.
Independiente será una buena medida para ver si el equipo puede frenar la hemorragia. Lo necesita Atlético. Por su orgullo, más que nada.