Jane E. Brody / The New York Times

La hipertensión arterial, una enfermedad considerada exclusiva de los adultos se está haciendo cada vez más frecuente en niños y jóvenes. Esto se debe, en parte, al aumento de la obesidad. Lo serio es que los padres, y muchas veces tampoco los médicos,

Según los expertos ni los padres ni los médicos suelen ser conscientes de la gravedad de este problema de salud y de sus riesgos potenciales. La hipertensión puede causar daño perdurable en diversos órganos. Con mucha frecuencia no se detecta si los niños sufren presión arterial y, si se lo hace, no se considera un problema serio.

En Estados Unidos las leyes establecen que se debe tomar la presión a los niños a partir de los tres años. En los chicos los valores normales son más bajos que en los adultos. Por ejemplo, un adolescente que tenga una presión arterial de 12/8 se considera prehipertenso.

De acuerdo con un informe del Hospital General de Massachusetts, un 3,4% de los menores de entre tres a 18 años presenta pre hipertensión y un 3,6% es hipertenso. Un estudio efectuado entre atletas que cursan la secundaria y los primeros años de la universidad arrojó como resultado que el 20% sufre sobrepeso, el 24% es obeso y el 15% padece hipertensión.

Estudios

Una investigación llevada a cabo por Margaret Riley, de la Facultad de Medicina de la Universidad de Michigan, y Brian Bluhm, de Integrated Health Associates en Ann Arbor, Michigan, y publicado en la revista Médico Familiar Estadounidense, indica que entre los adolescentes obesos más del 30% de los varones y entre el 23% y el 30% de las mujeres presentan pre hipertensión o hipertensión.

Goutham Rao, presidente de medicina familiar y comunitaria de los Hospitales Universitarios de Cleveland, publicó en la revista de Pediatría que en los menores de 18 años el diagnóstico se pierde en la mayoría de los casos. “En el 75% de los casos la condición no se detecta”, aseguró. Y dio como ejemplo la situación de un chico de 13 años, de Pittsburgo, que tenía una presión de 18/10 y, sin embargo, no se hizo ninguna nota en la ficha del menor ni se sugirió un seguimiento para determinar la causa y prescribir medicación.

“Una barrera importante para el diagnóstico -dijo- es la falta de conocimiento por parte de los médicos sobre la manera de tratar la presión alta en menores. Mientras más médicos sepan del tratamiento, mayores probabilidades tienen de hacer un diagnóstico”.

Valores variados

Otro viejo obstáculo para los médicos es que la definición de presión sanguínea normal en menores depende del sexo del menor, de su edad y de su estatura a diferencia que con los adultos, para quienes se emplea una sola medida.

Las tablas con los valores de presión normal en la infancia, que se encuentran en la mayoría de los consultorios médicos, son rara vez consultadas, afirmó Rao.

Se espera que los registros médicos electrónicos, que actualmente se usan en muchos consultorios, puedan ayudar a superar esta barrera. Estos registros permiten calcular en qué espectro de la presión sanguínea se encuentra un niño tan pronto como se ingresa la lectura realizada. De ese modo, el problema resalta de inmediato.

Rao advirtió que los padres también son parte del problema de los diagnósticos errados. “Los padres tienen muy poca conciencia respecto de que sus hijos pueden padecer hipertensión, y no se aseguran de que el médico les haga la medición y les dé el resultado. Los padres deberían preguntar en cada visita: ‘¿Le revisó la presión arterial a mi hijo? ¿Está bien?’”, subrayó el médico pediatra.

Tres mediciones

Un problema ulterior es la mal llamada hipertensión de abrigo blanco: si un menor está molesto o nervioso en el consultorio médico, la presión arterial puede ser más alta de lo acostumbrado. Los niños deberían sentarse y mantenerse en calma durante unos 10 minutos antes de que se les mida la presión, con dos mediciones más si la primera resulta alta. Si las tres lecturas dan valores altos, el menor debe regresar para visitas de seguimiento; un diagnóstico de hipertensión en menores depende de encontrar valores altos en tres ocasiones por separado.

Otra opción consiste en tomar mediciones ambulatorias de presión sanguínea con un pequeño aparato que puede usar el menor durante 24 horas, y que registre automáticamente la presión cada 20 minutos, aproximadamente. Si la presión de un menor es consistentemente más alta de lo normal, debe revisarse cada seis meses.

Consecuencias

La presión arterial se determina mediante el equilibrio entre la salida de sangre del corazón y la resistencia al flujo sanguíneo en las arterias. Mientras mayor es la resistencia, más duro tiene que trabajar el corazón para llevar sangre rica en oxígeno al cerebro y a los puntos más lejanos del cuerpo. Una consecuencia importante de no tratar la tensión arterial elevada en menores de edad es el agrandamiento de la principal cámara de bombeo del corazón.

Este problema se conoce como hipertrofia del ventrículo izquierdo, y puede desarrollarse en tan solo unos pocos años en niños con hipertensión, explicó el doctor Rao. “Si la hipertensión de un niño se detecta y se controla, el agrandamiento se revertirá. Pero si no es tratada, empeora y puede, con el tiempo, conducir a una falla cardiaca”, resaltó.

Otras consecuencias de una hipertensión no tratada en menores incluyen aterosclerosis, que es el trastorno arterial que puede derivar en una enfermedad cardíaca o en una embolia en el futuro.

Es crucial identificar la causa subyacente de la hipertensión en un menor para corregirla y prevenir serias consecuencias. Además de obesidad, que es quizá la causa más desafiante que se debe revertir, los trastornos que puede causar la hipertensión en los chicos incluyen una amplia variedad de enfermedades del riñón, pulmonares, defectos del corazón, anormalidades hormonales, apnea obstructiva del sueño, trastornos genéticos.

También se recomienda tener cuidado con el uso de ciertos medicamentos, sobre todo con los de venta libre, y con aquellos suplementos nutricionales o para mejorar el rendimiento.

Estilo de vida

Cuando el sobrepeso o la obesidad son las causa de la hipertensión, cambiar el estilo de vida es la ruta preferida para reducir la presión arterial. Rao recomienda: “establecer objetivos intermedios que reviertan gradualmente los riesgos del menor, en vez de fijar objetivos que son imposibles en las primeras etapas y pueden desalentar esfuerzos ulteriores”.

El enfoque debería incluir una dieta baja en calorías que haga énfasis en vegetales, fruta fresca, fibra y lácteos no grasos; una reducción en el consumo de sal; ejercicio físico con regularidad y con miras a un objetivo de 30 a 60 minutos de actividad aeróbica la mayoría de los días; límites al tiempo frente a la pantalla del televisor o de la computadora y trabajar con miras a lograr no más de dos horas diarias de actividades sedentarias y no académicas.

Si la presión arterial sigue alta pese a esos cambios o si no es posible revertir las causas subyacentes de la hipertensión, hay medicamentos que pueden ayudar. Riley y Bluhm enumeraron los diuréticos tiazídicos, inhibidores de la enzima convertidora de la angiotensina, bloqueadores del receptor de la angiotensina II, beta bloqueadores y bloqueadores de los canales de calcio como seguros, eficaces y bien tolerados por los menores.