Esta semana, autoridades de la Escuela Normal Juan B. Alberdi amenazaron con renunciar si el Gobierno no respondía a sus denuncias de acciones de indisciplina escolar. Y esa amenaza devolvió a la agenda pública el debate acerca de cómo garantizar la convivencia en el ámbito escolar.
Ayer, el Ministerio de Educación de la Provincia, que conduce Juan Pablo Lichtmajer, señaló, a través de un comunicado, que a raíz de la situación planteada en la Normal “se ha intensificado el diálogo tendiente a apoyar a la institución en su voluntad de solucionar el conflicto”. “El ministerio ha verificado que hay un proceso de sanción disciplinaria en curso iniciado por la escuela en virtud de las facultades que las normativas vigentes le confieren a la Comisión Escolar de Convivencia de cada institución. Una vez concluido el proceso en curso, este Ministerio actuará en base a la legislación vigente. En esta instancia del proceso, las áreas pertinentes de esta cartera acompañan a las autoridades y a la comunidad educativa de la Escuela Normal”, concluye.
Es cierto que cada escuela tiene sus propios métodos para controlar la disciplina. Hay instituciones donde, ante un simple parpadeo de ojos, llega la amonestación. Pero en otros, las faltas deben ser muy graves para despertar la atención del director. La medida depende del acuerdo que haya diseñado cada comunidad y que los padres firman antes de comenzar el año lectivo.
Ejemplos. Los chicos de la escuela secundaria Gobernador Toribio de Luzuriaga, de Leales, son muy tranquilos; pero hace poco, un joven se trenzó en una feroz pelea con otro durante el recreo. La respuesta de la escuela fue suspenderlo durante una semana y cuando volvió tuvo que sumarse a tareas comunitarias. Lo cuenta el director Antonio Nieva, para quien era necesario tomar una medida ejemplificadora. “Pero expulsarlo, nunca. Nuestra escuela es inclusiva”, aclara, en un alto en una jornada que se realizó ayer en el Ciidept. Generalmente no son conductas graves. Los chicos sancionados deben trabajar en la patrulla ecológica haciendo tareas como regar la huerta, ayudar a limpiar la escuela o el horno ecológico”, cuenta el docente . “Cuando nos portamos mal, los tutores nos hablan y al final las cosas siempre se terminan solucionando”, afirma Florencia, de Leales.
“En el interior todavía se mantiene el respeto al profesor y la comunidad tiene en cuenta lo que dice la escuela”, afirma Susana Navas, tutora y profesora de Lengua de la escuela secundaria de El Cadillal. Todas las escuelas se rigen por el Acuerdo de Convivencia Escolar realizado por consenso con representantes de toda la institución. “Ahí está explicado cómo va a reaccionar la escuela ante la falta de conducta de los alumnos. El acuerdo está hecho por cada institución en consonancia con su realidad y todos los alumnos deben respetarlo”, afirma Navas.
“En la escuela las mujeres son más peleadoras que los varones. Y las más chicas son más inquietas que las más grandes”, cuentan Fátima y Yanet, del último año de la secundaria. “El otro día una chica agarró de los pelos a otra; la escuela la sancionó con tres días de suspensión y le dio un texto para leer que luego tuvo que exponer ante toda la escuela”, dicen con un gesto que indica que esa fue la peor parte del castigo .
Los colegios religiosos quizás sean los más estrictos. En el colegio de las Hermanas Esclavas se trabaja en forma especial el tema “amor y reparación”. “Las situaciones de indisciplina se tratan con los tutores y con un equipo interdisciplinario. Pero siempre se trata de dar intervención a la familia. Hacemos un trabajo de prevención en forma permanente aún ante conductas que no son graves pero que nos llaman la atención. Estamos siempre atentos a todos los cambios”, dice Rossana Charif, profesora de Lengua y tutora.