La sociedad que inventó Martín Giner en su “Un tonto en una caja” se divide en Pequeños, Grandes y Notables. En la obra que escribió y dirige, un individuo de esta última casta cumple años e invita a otros dos a su casa a admirar el regalo que acaba de recibir: un receptáculo enviado por el Diablo que promete darle más vida a quien entre dentro de él. Todos dudan y se provocan, hasta que alguien decide probar si es real. El texto se estrenará hoy a las 21 en coproducción con el Centro Cultural Virla (25 de Mayo 265), con las actuaciones de Gabriel Carreras, Jorge García y Sergio Domínguez.

- ¿Qué presentás en la obra?

- “Un tonto en una caja” es un juego filosófico que parte de la idea de que una duda bien encauzada tiene más poder que todas las certezas aprendidas. Y es una búsqueda, una experimentación sobre el humor y un “ejercicio acrobático” que busca sorprender al espectador tantas veces como se pueda.

- Planteás una división de clases.

- Me refiero a las clasificaciones, un criterio de división más amplio que el de clases sociales. Clasificamos a las personas de la misma forma que lo hacemos con los productos de una ferretería o de un supermercado. No solamente define lo que el individuo es, sino (mucho peor) lo que no es. Si estás en la góndola de las verduras, no pertenecés al área de panadería. Llevo esa división al extremo, y cada uno de los personajes vive en una cultura totalmente diferente al otro.

- ¿El ejercicio del poder es siempre perverso?

- El ejercicio del poder es necesario, si lo entendemos como la capacidad de administrar y gestionar los recursos de que se dispone. Me gustaría decir que no siempre es perverso, pero reconozco que me cuesta encontrar casos en los que sea ejemplar.

- ¿Cuántas veces te engañaron para meterte en una caja?

- ¡Muchas! Pero es peor pensar que puedo estar adentro de cajas y no darme cuenta. Este concepto se parece mucho a las mamushkas: una adentro de otra, que está dentro de otra y ésta, de otra más. El primer paso para dejar de ser un tonto es reconocer que uno lo es. Y creo que pocas cosas te garantizan serlo como el exceso de confianza y de certezas.