DAMASCO.- Tal como ocurrió ayer con la perturbadora figura del niño sirio Omran Daqneesh en una ambulancia, tras sobrevivir a un bombardeo en Alepo, las imágenes de menores víctimas de la guerra, que cada vez circulan de manera más profusa e instantánea, condensan el horror de los conflictos armados con más fuerza que ninguna otra representación.

Con el auge del fotoperiodismo, uno de los primeros conflictos retratados fotográficamente fue la guerra civil en España entre 1936 y 1939. Las imágenes de los niños afrontando el éxodo español como refugiados de guerra, con sus valijas o esperando la evacuación con el puño en alto -símbolo de la izquierda-, fueron postales que marcaron el inconsciente colectivo.

Las figuras de los pequeños impactaron en la opinión pública internacional y muchos países organizaron la campaña, “Ayudemos a los niños españoles”.

Los casos más conocidos -previos a la Segunda Guerra Mundial- fueron los de “Niños de Morelia”, un grupo de 456 hijos de republicanos, que partieron en 1937 a México, mientras que los “Niños del Winnipeg”, llegaron desde Francia con destino a Chile, en un barco costeado por Pablo Neruda.

Más acá en la historia, en 1972, Nick Ut, un joven fotoperiodista de la agencia The Associated Press, fotografió en la aldea de Trang Bang, al norte de Saigón, a niños huyendo después de que la aviación de EEUU lanzara bombas de napalm contra sus viviendas.

La foto capturó el agonizante y congelado grito de Phuc, una niña vietnamita de 9 años que huía de los efectos del líquido inflamable que se adhería a la piel humana.

Esta imagen, lograda meses antes de la firma de los Acuerdos de Paz de París, que condujeron a la retirada de las fuerzas estadounidenses de Vietnam del Sur, sacudió a millones personas en el mundo.

En 1999, la foto del “niño balsero” cubano Elián González, en los brazos de su tío, con agentes federales apuntándolo en la casa de su familia en Miami, en el marco del duro conflicto diplomático entre la Habana y Washington luego de que el barco en el que intentaba cruzar de Cuba a Miami junto a su madre se hundiera, fue otra imagen que conmocionó al mundo.

El desarrollo de las Tecnologías de la Información y la Comunicación durante las últimas dos décadas, y el crecimiento y difusión de las redes sociales, hicieron que el impacto de la imagen en la esfera pública creciera en intensidad y que agregara la instantaneidad.

Así, el 2 de septiembre de 2015, la foto de Aylan Kurdi, un niño kurdo-sirio de tres años que apareció ahogado en una playa turca, dio en pocas horas la vuelta al mundo y puso de manifiesto la magnitud de la crisis humanitaria siria y de la crisis de los refugiados que buscan llegar a Europa.

El 30 de mayo de 2016, la fuerza de una imagen desgarradora volvería a sacudir al mundo cuando el cadáver de un niño bautizado por la prensa como “el bebé sin nombre” fue sacado de las aguas del Mediterráneo, tras naufragar la embarcación de madera en la que viajaba. La imagen, así como su instantánea difusión en Internet, hizo que millones de personas expresaran su congoja en las redes sociales como Twitter y Facebook.

Atentos a este fenómeno, el Ejército Libre Sirio, el principal grupo rebelde contra el presidente, Bashar Al Assad, lanzó una campaña que mezcla la ola desatada por el juego PokemonGo con la situación de los niños en Siria y que difunde a través de las redes sociales con las etiquetas #PokemonInSyria y #PrayforSyria. La campaña utiliza fotografías de menores que sujetan un cartel con frases como “Estoy en Siria, ven a salvarme”, “Estoy en Idleb, ven a por mí” o “Hay muchos Pokémon en Siria, ven y sálvame”. (Télam)