CÓRDOBA.- Durante la guerra de Malvinas, era habitual que niños y adolescentes escribieran cartas a un "soldado anónimo", per que el autor y el destinatario logren encontrarse a más de tres décadas es uno de esos pequeños milagros que solo permiten el tiempo y la tecnología.
Graciela Vassarotto, una docente cordobesa que vive en la localidad pampeana de General Pico, fue una de las tantos adolecentes argentinas que en 1982 se atrevió a mandar decenas de cartas a un combatiente.
Treinta y cuatro años después, uno de los soldados anónimos que recibió su carta en medio del conflicto bélico, se comunicó con ella a través de las redes sociales para darles las gracias por su gesto y para decirle que aún guarda su carta. Se trata de Ernesto Ismael Urbina y vive en Punta Alta.
Vassarotto recuerda que cuando tenía 14 años, en su colegio secundario realizaban un trabajo colectivo con sus compañeras reproduciendo las noticias que se publicaban en los diarios, en las galerías de la escuela. 
"Eso lo hacíamos en grupo pero, como a mí siempre me gustó escribir, empecé a mandar cartas a los soldados. Sabía que era una carta a un soldado anónimo y muchas veces las colocaba dentro de chocolates que enviaba mi familia, en las encomiendas que mandábamos como tantos argentinos para ayudar a quienes combatían en el sur del país", contó emocionada.
La mujer relató que "un día, una de mis cartas la recibió un soldado que estaba en un hospital, no se aún si estaba herido o trabajaba allí, y ese soldado anónimo, hace pocas horas me envió un mensaje a mi página de Facebook contándome sobre mi carta, que él la había recibido y que aún la guardaba".
"No para de emocionarme, no tengo palabras para describir lo que estoy viviendo, sentir que mi carta le llegó a un soldado y que ese soldado, al que aún hoy no vi jamás ni conozco, guardó esa carta, me buscó en Facebook y se comunicó conmigo", agregó.
La respuesta
El soldado abandonó el anonimato enviándole a Graciela este mensaje: "estimada aunque desconocida Graciela: En 1982 recibí muchas cartas de niñas y niños y personas de diferentes edades, pero mayormente de corta edad. Entre esas cartas me llegó una escrita por una nena de Huinca Renancó. En esos días contesté muchas cartas de las que me llegaban. En años posteriores me mudé de casa y hace un año me mudé nuevamente y, hace cuatro o cinco días, acomodando un poco los papeles encontré la carta que me llegó en esos días tan difíciles, escrita por una niña con una caligrafía muy prolija. La niña que me escribió se llama Graciela Cassarotto, ella me pide que le conteste y como no me acuerdo si lo hice, lo hago hoy, no sé si eres tú esa persona ojalá lo fueras, porque tu carta me llenó de fuerzas como las demás para seguir adelante con mi vida. Después de mucho tiempo quiero decirte gracias por tus palabras, te mando un saludo y espero seas la persona que me escribió en aquellos días".
La respuesta inmediata de Graciela fue: "Siiiiiiii soy yo!!!!!! Y sigo creyendo en el poder de la palabra".
"No sé como sigue ésto, sólo sé que estoy viviendo una emoción indescriptible, supongo que nos  encontraremos, pero no lo sé", confiesa Graciela, que hoy sin querer, revive una etapa que jamás podrá olvidar. (TÉLAM)

CÓRDOBA.- Durante la guerra de Malvinas, era habitual que niños y adolescentes escribieran cartas a un "soldado anónimo", per que el autor y el destinatario logren encontrarse a más de tres décadas es uno de esos pequeños milagros que solo permiten el tiempo y la tecnología.

Graciela Vassarotto, una docente cordobesa que vive en la localidad pampeana de General Pico, fue una de las tantos adolecentes argentinas que en 1982 se atrevió a mandar decenas de cartas a un combatiente.

Treinta y cuatro años después, uno de los soldados anónimos que recibió su carta en medio del conflicto bélico, se comunicó con ella a través de las redes sociales para darles las gracias por su gesto y para decirle que aún guarda su carta. Se trata de Ernesto Ismael Urbina y vive en Punta Alta.

Vassarotto recuerda que cuando tenía 14 años, en su colegio secundario realizaban un trabajo colectivo con sus compañeras reproduciendo las noticias que se publicaban en los diarios, en las galerías de la escuela. 

"Eso lo hacíamos en grupo pero, como a mí siempre me gustó escribir, empecé a mandar cartas a los soldados. Sabía que era una carta a un soldado anónimo y muchas veces las colocaba dentro de chocolates que enviaba mi familia, en las encomiendas que mandábamos como tantos argentinos para ayudar a quienes combatían en el sur del país", contó emocionada.
La mujer relató que "un día, una de mis cartas la recibió un soldado que estaba en un hospital, no se aún si estaba herido o trabajaba allí, y ese soldado anónimo, hace pocas horas me envió un mensaje a mi página de Facebook contándome sobre mi carta, que él la había recibido y que aún la guardaba".

"No para de emocionarme, no tengo palabras para describir lo que estoy viviendo, sentir que mi carta le llegó a un soldado y que ese soldado, al que aún hoy no vi jamás ni conozco, guardó esa carta, me buscó en Facebook y se comunicó conmigo", agregó.

La respuesta

El soldado abandonó el anonimato enviándole a Graciela este mensaje: "estimada aunque desconocida Graciela: En 1982 recibí muchas cartas de niñas y niños y personas de diferentes edades, pero mayormente de corta edad. Entre esas cartas me llegó una escrita por una nena de Huinca Renancó. En esos días contesté muchas cartas de las que me llegaban. En años posteriores me mudé de casa y hace un año me mudé nuevamente y, hace cuatro o cinco días, acomodando un poco los papeles encontré la carta que me llegó en esos días tan difíciles, escrita por una niña con una caligrafía muy prolija. La niña que me escribió se llama Graciela Cassarotto, ella me pide que le conteste y como no me acuerdo si lo hice, lo hago hoy, no sé si eres tú esa persona ojalá lo fueras, porque tu carta me llenó de fuerzas como las demás para seguir adelante con mi vida. Después de mucho tiempo quiero decirte gracias por tus palabras, te mando un saludo y espero seas la persona que me escribió en aquellos días".

La respuesta inmediata de Graciela fue: "Siiiiiiii soy yo!!!!!! Y sigo creyendo en el poder de la palabra".

"No sé como sigue ésto, sólo sé que estoy viviendo una emoción indescriptible, supongo que nos  encontraremos, pero no lo sé", confiesa Graciela, que hoy sin querer, revive una etapa que jamás podrá olvidar. (TÉLAM)