Pablo Seman recorre el territorio para poder construir sus conclusiones. Lejos de ser un antropólogo de la teoría, releva su conocimiento desde la práctica y aborda con mirada crítica los cruces que existen entre distintas expresiones sociales en el campo cultural y artístico. Las tensiones decantan en nuevas experiencias, en un momento en el que, afirma a LA GACETA, “hay un proceso relativo de desconcentración y de democratización de la producción y del consumo cultural, paralelo a otros de concentración que también existen”.


El sociólogo estuvo en Tucumán para participar de distintas actividades, como el Encuentro de las Américas y una mesa panel en el centro El Pasaje, donde abordó el vínculo entre cultura y política. “Esas relaciones siempre están basculando, pivoteando, danzando entre dos polos que son la tentativa de programar absolutamente lo artístico, como si por tener una propuesta militante uno fuese a hacer algo a través del arte, y que sea totalmente inocuo, que nunca es así”, advierte.

- ¿La manipulación es una tentación constante del poder?

- La creencia de la posibilidad de la manipulación muchas veces extravía a los especialistas, pero los efectos políticos del arte no son programables ni pasibles de ser manejados con un programa ni con un manifiesto; terminan fracasando porque los fenómenos sociales no son manipulables. Una cosa es lo que uno busca y otro lo que uno encuentra, como decía Pablo Picasso por ejemplo, y es algo que está idealizado en los procesos de creación artística. El centro de la experiencia estética tiene que ver con mover la sensiblidad del otro a través de un material sensible o de una lectura relativa al arte. Conmover al otro es permitirle reestructurarse, percibir las cosas de otra forma, a sí mismo en otro lugar y poner a los otros en otros sitios, y por ello tiene un efecto directamente político.

- ¿No hay un intento de apropiación de la experiencia artística por parte de ciertos sectores?

- La movilización política tiene un fuerte componente estético muy consciente y reflexionado, y de todos los grupos, no sólo de la izquierda que era lo tradicional. Pero actualmente todos los actores de la sociedad contemporánea, independientemente del mundo del arte, han percibido lo valioso de la instancia estética en los procesos sociales, y algunos sociólogos hablan de la dimensión estética de la acción. Y si toda acción la tiene, todas las relaciones sociales están jugando con elementos que el arte consideró propio de su ámbito, pero que en realidad están presentes en toda vida social. Es un plano a analizar, pero no es el caos absoluto.

- ¿Cómo inciden las nuevas tecnologías en este campo?

- Internet facilita comunicaciones, información, conocimiento y procesos. Conozco bandas que seleccionan a sus miembros o ensayan por Scape, y se multiplican las posibilidades de acceso a los materiales. Los medios de producción estética se han abaratado, las instancias de formación estética se han masificado y surgen nuevos circuitos de producción. Están apareciendo cada vez con más fuerza formas de participación social independientes y relativamente por fuera de los circuitos y de las elites tradicionales. Esto se nota muchísimo en la literatura, con otras instancias de consagración y de evaluación, que tienen que ver con que hay mucha más gente produciendo. Es un cambio importantísimo, que trae desafíos para ver qué es lo importante y lo que no, el mainstream, lo canónigo.

- Esos cambios también golpean la forma de consumo...

- El consumo cultural cambió mucho. Por ejemplo, en lo teatral, en Buenos Aires hay un desdoblamiento de las escenas: tenés un circuito que antes le decían under, con muchísimas microescenas multiplicadas y con poco público, pero que si sumás todas es una buena cantidad de espectadores; y por el otro lado, una serie de megaescenas que se concentró mucho más. Es cierto que podés ver un declive de los grandes públicos, pero hay una redistribución y se ha incrementado si computás el conjunto de la escena. Además, dentro del consumo hay que incluir lo que ocurre a través de redes sociales como Youtube y las plataformas. Si bien le quitan público en las salas, agregan consumidores a las escenas culturales sobre todo entre los jóvenes que no tienen computación ni cable y se manejan por las redes. Lo que termina pasando es que las viejas y las nuevas tendencias se conjugan y construyen nuevas mixturas; ahora está irrumpiendo lo nuevo, pero habrá que ver cómo queda todo.

- ¿Ese panorama siempre se repitió en la historia?

- Si comparás entre una persona que nació en 1900 y una que lo hizo en 2000, en música seguro que los más nuevos tienen más acceso a más música. Hace un siglo no había reproductores musicales, y en 1940 un melómano tenía 300 discos y una pocas radios que pasaban la misma música. Hoy cualquier chico accede a la música del mundo a costo casi cero y tiene una gran oferta de espectáculos gratuitos o de bajo costo, aunque en los últimos tres años haya habido un marcado deterioro de las condiciones de vida y de gasto. Otro gran proceso es la importancia de las actividades relativas al ocio: las nuevas generaciones se permiten usar tiempo y recursos para la diversión de una manera que no era tan clara en otras generaciones, que tampoco tenían tanto disponible.