Jane Brody / The New York Times

¿Le parece que lo siguiente suena como alguien que usted conoce?

- Altamente competitivo en prácticamente todos los aspectos de su vida, creyendo que él (o ella) posee cualidades y habilidades especiales de las que otros carecen; se presenta como un ganador y todos los demás son perdedores.

- Despliega un pomposo sentido de sí, viola normas sociales, hace berrinches; por lo general se comporta como si tuviera derecho a hacer cualquier cosa sin considerar cómo afecta a terceros.

- Avergüenza o humilla a quienes no están de acuerdo con él, y se lanza al ataque cuando es lastimado o está frustrado, a menudo en un estallido de ira.

- Arrogante, egoísta y altanero, exagera sus logros; intimida a otros para salirse con la suya.

- Miente o distorsiona la verdad en busca de ganancia personal, culpa a terceros o inventa excusas por sus errores, pasa por alto o reescribe hechos que desafían su imagen de sí mismo, y no presta atención a argumentos fundamentados en la verdad.

Estas son características comunes de narcisistas extremos con base en la descripción de Joseph Burgo, psicólogo clínico, en su libro “El narcisista que usted conoce”. Si bien vivimos en una cultura que algunos llamarían narcisista, con millones de personas tomándose selfies de manera constante, escupiendo tuits y publicando todo lo que hacen en YouTube y Facebook, los narcisistas extremos que Burgo describe son una raza en sí mismos. Pueden ser altamente exitosos, pero resulta sumamente difícil vivir y trabajar con ellos.

Cuestión de diferencias

Por supuesto, casi todos poseemos una o más características narcisistas, aunque sin cruzar la línea de un trastorno diagnosticable. Además, no es narcisista contar con un firme sentido de autoconfianza con base en las propias habilidades. En su manual, la Asociación Estadounidense de Psiquiatría enumera diversas características que describen el trastorno de personalidad narcisista. Entre ellas figuran falta de capacidad para reconocer o identificarse con los sentimientos y necesidades de otras personas, pomposidad y sentimientos de que se tiene derecho a todo, aunado a intentos excesivos por llamar la atención.

El doctor Giancarlo Dimaggio, del Centro para Terapia Interpersonal Metacognitiva en Roma, escribió en Psychiatric Times: “las personas con trastorno de personalidad narcisista son agresivas y jactanciosas, exageran su desempeño, y responsabilizan a terceros de sus retrocesos”.

Las personas con trastorno de personalidad narcisista se tienen en tan alta estima que se ponen en un pedestal y se valoran más de lo que valoran a otras personas. Pueden transmitir un aire de engreídos o pretenciosos. Tienden a monopolizar conversaciones, minimizan a quienes consideran inferiores, insisten en tener lo mejor de todo y se enojan o se vuelven impacientes si no reciben trato especial.

Sin embargo, debajo de su conducta pública pudiera haber sentimientos secretos de inseguridad, vergüenza, vulnerabilidad y humillación”, escribieron expertos de la Clínica Mayo. Para defenderse de estos sentimientos cuando son criticados, ellos pueden reaccionar con ira o desprecio e intentar denigrar a la otra persona.

Burgo, quien trabaja con clientes a través de Skype desde su hogar en Grand Lake (Colorado), notó que muchos narcisistas pomposos son atraídos a la política, deportes profesionales y la industria del entretenimiento. “El éxito en estos campos les permite ampliar la oportunidad de demostrar su estatus ganador y provocar la admiración de otras personas”, explicó.

Lo más profundo

Se desconocen las causas precisas del narcicismo extremo. Las teorías incluyen estilos para educar a los hijos que ponen excesivo énfasis en las habilidades especiales de los chicos y critican sus temores y fracasos, promoviendo la necesidad de parecer perfecto y captar la atención constante.

Si bien el narcicismo no ha sido ubicado en un tipo en particular de antecedentes familiares, Burgo escribió que un número asombroso de narcisistas extremos ha experimentado algún tipo de trauma o pérdida en etapas tempranas, como el abandono parental. Las vidas familiares de varios famosos narcisistas que él describe, entre ellos el ciclista Lance Armstrong, están marcadas por múltiples matrimonios fallidos, pobreza extrema y una atmósfera de violencia física y emocional.

Como un trastorno de personalidad diagnosticable, el narcisismo ocurre con mayor frecuencia en varones que en mujeres. Se desarrolla con frecuencia en la adolescencia o entrando a la adultez y se vuelve más extremo con la edad. Afecta al 0,5 de la población mundial. En Italia, un estudio arrojó que características de personalidad narcisista se notaban en el 17% de los estudiantes de Medicina de primer año.

¿Y entonces?

Como jefes o parejas, los narcisistas pueden ser insufribles. Exigen perfección, son sumamente críticos y rápidos para destrozar el más fuerte de los egos. Es alto el reemplazo de empleados en empresas administradas por narcisistas y el índice de divorcios en personas casadas con ellos.

“La mejor defensa para los empleados es en proteger el ego de un jefe narcisista y evitar desafiarlo”, dijo Burgo en una entrevista. Su consejo general a quienes encuentren en su camino narcisistas extremos es mantenerse cuerdo y razonable en vez de enfrentárseles en batallas que ellos siempre ganarán.

A pesar de su alarde, los narcisistas extremos son propensos a la depresión, al abuso de sustancias y al suicidio cuando son incapaces de cumplir sus expectativas y proclamaciones de ser el mejor o el más brillante.

El trastorno puede ser tratado, aunque la terapia tampoco es rápida o fácil. Puede hacer falta una insuperable crisis antes de aceptar el tratamiento. “Deben tocar fondo realmente, haber arruinado todas sus relaciones importantes con su conducta destructiva -indicó Burgo-. Sin embargo, esto no ocurre con mucha frecuencia”.

No hay fármaco alguno que pueda revertir un desorden de personalidad. Más bien, la terapia oral puede, a lo largo de algunos años, ayudar a la gente a entender mejor qué hay detrás de sus sentimientos y de su conducta. También a aceptar su verdadera competencia y potencial, aprender a relacionarse más efectivamente con otras personas y, debido a esto, experimentar relaciones más gratificantes.