Un festejo revestido de jerarquía histórica y compromiso a futuro. Eso fue y eso dejó la ceremonia de inauguración del Monumento del Bicentenario, que anoche hizo bailar a los tucumanos en una avenida Mate de Luna tapizada de celeste y blanco.
El fervor popular pudo palparse desde temprano. No sólo por la cantidad de gente que recorrió los puestos de artesanos y bailó con los gauchos alguna zamba improvisada, sino también en el hecho de que muchos concurrieron en familia a un acto que consideraron a todas luces trascendente. Por eso, muchos se vistieron con banderas, pañuelos y hasta trajes alegóricos. La patria en estado puro. Una pasión desenfrenada.
La celebración comenzó puntualmente a las 20, pero antes, la Banda Municipal se ocupó de amenizar la jornada con marchas y temas patrios que la gente escuchaba y hasta bailaba sin contención alguna. En las carpas, en tanto, artesanos y cocineros exhibían sus productos casi con el mismo ardor de aquellos tucumanos que nutrieron a los congresales en 1816.
La atención estaba centrada, por supuesto, en el Monumento. De pie, vertical, esas dos cintas de cemento que se yerguen hacia el cielo y que simbolizan el espíritu de lucha de los argentinos, atrajeron todas las miradas. La libertad, simbolizada en unas gigantescas cadenas rotas, a los pies de las columnas, ratificaron aquello que pregonaba Cervantes en El Quijote: que por la libertad, así como por la honra, se puede y debe aventurar la vida. Una idea que, momentos después, fue retomada por el intendente capitalino Germán Alfaro, en un discurso emotivo y repleto de guiños a nuestros padres fundadores.
Luego, los fervorosos elogios del gobernador Juan Manzur al mismo intendente arrancaron aplausos espontáneos a una multitud que a esas alturas ya había comenzado a creer que es posible dejar atrás tantos desencuentros. Sin embargo, fue el tercer orador, el ministro de Hacienda de la Nación, Alfonso Prat-Gay, el que expuso esta idea en voz alta y mirando de frente a la multitud: “¡nunca más!”, propuso. Nunca más a la divergencia, a la desunión y a la corrupción. Nunca más a los odios y al sectarismo. Nunca más al olvido. Y fue ahí cuando la multitud estalló en un solo grito. “¡Nunca más!”... se escuchó a lo largo de la avenida Mate de Luna, en una suerte de clamor popular que tal vez intentó emular aquel grito independentista de 1816.
Finalmente, cuando un grupo de vecinos acompañó al intendente en el corte de cintas (una elección que mereció el aplauso sincero de la multitud) el cielo se iluminó por los fuegos artificiales. Fue el corolario de un acto en el que abundó la emoción y faltó la política. Porque lo que se pudo vivir ayer, en una atestada Mate de Luna, fue justamente el fervor de un pueblo que sabe, definitivamente, que ha llegado el momento de demoler las paredes de indiferencia, del odio y del pesimismo. Lo cantó más tarde Patria Sosa desde el escenario mayor, cuando entonó la famosa zamba “Juana Azurduy”: “Truena el cañon, prestame tu fusil/ Que la revolución viene oliendo a jazmín”.