La Real Academia Española podrá negarse a reconocerlo como tal, pero todos saben que el tucumano básico es un idioma distinto al español, y lleva años dominarlo a la perfección. Por eso, además del enlace oficial que le proporcionó la Unión Argentina de Rugby para su visita a Tucumán, la Federación Francesa pidió a un nativo de la provincia, que hablara francés con fluidez y que proviniera del mundo del rugby. Dado que muy pocas personas reúnen tales cualidades, no le fue difícil a Franco Pani acceder al puesto. Así fue que a lo largo de las dos semanas que el seleccionado mayor galo pasó en Tucumán con motivos de los dos test matchs que jugó contra Los Pumas, por la ventana internacional de junio y con el marco de los festejos del Bicentenario, Franco fue el nexo entre los “Bleus” y todo aquello que tuviera que ver con la provincia.
El primer requisito, la tucumanidad, le vino de nacimiento. Aunque desde hace más de una década que no vive en la provincia, el acento sigue enraizado en sus cuerdas vocales. “Eso no lo pierdo, está latente. A lo mejor hay palabras que ya no digo afuera, pero cuando vengo, al rato ya se me vuelve a pegar todo”.
El segundo requisito, el rugby, lo adquirió cuando tenía siete años, y su padre, Hugo Pani, manejaba la cantina de Tucumán Rugby. “Todos los sábados entrenaba la Primera y había varios Pumas en el equipo, era una buena razón para contagiarse. Un día, (Ricardo) Le Fort me agarró la mano y me dijo: ‘vení, vamos a jugar con los chicos de tu edad’. Me enganché y ahí empezaron todas las cosas lindas del rugby”, cuenta Franco el inicio de un camino que más adelante continuaría precisamente en Francia.
Y claro, 11 años repartidos entre Brive y La Rochelle, lo mínimo que podían darle era un manejo fluido del francés. Y con eso se completó el combo. Pero al principio no fue fácil. “Me acuerdo del día en que llegué a Francia: prendí la tele y pensé: cómo voy a hacer, esto es imposible. Fue difícil acostumbrarme, pero necesitaba comunicarme, más siendo hooker. Y bueno, como siempre digo, no hay mejor maestro que la necesidad”, sostiene.
Hace un tiempo decidió volver al país y se instaló en Ushuaia, adonde se mudó su familia. “Es un lugar tranquilo y con un estilo de vida medio europeo. Si volvía al país, quería hacerlo en un lugar así, con calidad de vida”, explica Franco, quien allá se desempeña como Oficial de Desarrollo UAR y junto a la tucumana Paula Sanz intenta darle vida al rugby femenino en Tierra del Fuego.
Aunque suele volver de vez en cuando, esta vez tuvo oportunidad de quedarse dos semanas en Tucumán. “Lo que más extraño son los amigos, la perrada. También el club, lógicamente. Pero confieso que me voy un poco triste. Estas semanas recorrí bastante la ciudad y pude comprobar que en estos 13 años que pasaron desde que me fui, Tucumán ha avanzado muy poco”, lamenta Franco.
Por otra parte, también se fue contento: “es un sueño cumplido haber estado al servicio de un seleccionado de esta envergadura, con jugadores que alguna vez fueron mis compañeros o mis rivales. Conocer cómo piensan, qué les gusta y qué no, me facilitó mucho la tarea. Se fueron contentos con mi trabajo, y eso me reconforta. Además, se fueron enloquecidos con las empanadas. Hacían pedir docenas de un local que estaba ahí cerca del hotel. El dueño debe haber rezado para que se quedaran un poco más, ja ja”.