Dionne Searcey / The New York Times  

DAKAR, Senegal.- Samba Thiam sabía exactamente lo que pasaría después de que su hermano se ahogó con otros 800 migrantes hace poco más de un mes, en uno de los peores naufragios del Mediterráneo en la historia reciente. Al poco tiempo, Thiam también tendría que poner a prueba su suerte.

Ahora que su hermano ya no está, Thiam, de 23 años, es el varón mayor en la familia, de quien se espera que mantenga a la viuda de su hermano y a sus tres hijas, sin mencionar a su madre y a su propia esposa e hijo.

Así que, en vez de hacer que Thiam retroceda de una travesía tan traicionera, la muerte de su hermano lo lleva a emprender camino por el mismo rumbo peligroso. “Si no consigo trabajo, correré el riesgo y haré lo mismo”, dijo el joven.

Tan solo en las últimas semanas, más de 1.300 personas han muerto intentando cruzar el Mediterráneo en embarcaciones provenientes del norte de África. La mayoría de la gente procede de Eritrea, Gambia, Costa de Marfil, Nigeria, Senegal, Somalia y otros países africanos donde el mercado laboral está diezmado.

La muerte acecha
 
A menudo, el debate global sobre migración se enfoca en las desesperadas travesías de sirios huyendo de una horrible guerra civil. Sin embargo, las muertes más recientes en el mar son un potente recordatorio de que los viajes que hacen los africanos para escapar de la penuria de la vida cotidiana en sus países son considerablemente más peligrosos… y cada vez más común, informa la Organización de Naciones Unidas.

Llegar a Europa desde países como Senegal con frecuencia requiere de cruzar cientos de kilómetros de terreno desértico patrullado por ladrones y por el grupo terrorista más temible: retoños de Al Qaeda y de Estado Islámico.

El gobierno de Níger informó, la semana pasada, que los cuerpos de 34 migrantes, incluidos 20 niños, habían sido descubiertos en el Sahara cerca de la frontera argelina.
Los que logran llegar a Libia o Argelia abordan botes endebles y atestados. No importa que las probabilidades de morir en el mar, rumbo a Italia sean tan sombrías: casi una persona por cada 23 que lo intentan muere.

A pesar de los riesgos, han estado llegando a Libia, provenientes de Níger, de tres a cuatro veces más que el número de migrantes acostumbrado, según informó Giuseppe Loprete, jefe de la misión en Níger de la Organización Internacional de Migración. Casi 17.000 personas efectuaron el cruce en una sola semana de junio.

Alrededor de 240.000 migrantes están en Libia actualmente en busca de trabajo o esperando para cruzar, agregó Loprete. Los que estuvieron abordando embarcaciones en días recientes son tan solo la punta del iceberg.

Alto costo del viaje

En lo que va del año han muerto más de 2.800 migrantes y refugiados que cruzaban el Mediterráneo. Esto es un aumento de 56% respecto de lo registrado en el mismo período del año pasado.

A los africanos del oeste, tan solo llegar a Níger les cuesta alrededor de 400 dólares, suma reunida a menudo entre parientes que venden su ganado o pertenencias personales. Después, para seguir desde Niamey, la capital, ellos deben pagar otra tarifa, mayor, lo cual toma desprevenidos a muchos. Puede pasar que terminen atrapados, luchando para obtener más dinero para continuar su viaje.

Thiam cuenta que recibió una llamada de su hermano, Amadou, de 35 años, cuando llegó sin un centavo a Níger. La familia vendió ganado y le envió dinero para que siguiera. A medio camino a Libia, unos asaltantes atacaron su grupo, pero Amadou logró huir antes de que cualquiera pudiera arrebatarle el dinero. Finalmente logró llegar a la sobresaturada embarcación que transportaba 800 personas, solo para ahogarse cuando el barco se hundió frente a la costa de Libia. Amadou nunca antes había estado en un bote. Ni siquiera sabía nadar.

Thiam intentó ganarse la vida para mantener a su familia en su aldea natal tras la muerte de su hermano. Su pequeña granja -la única opción que tenía para trabajar allá- ya estaba en aprietos. Después, unas pocas vacas acabaron con el parche de maíz que había logrado sacarle al suelo.

Así que llegó a Dakar desde su comunidad, a casi 640 kilómetros de distancia, para trabajar. Él y más de una docena de hombres viven actualmente en una casa de cemento en Parcelles Assainies Unité 8, un complejo habitacional ubicado en las afueras de Dakar, construido en los años 70 para refugiar a los pobres. Las habitaciones solo tienen colchonetas de paja apretujadas para darle cabida a tanta gente como sea posible.

Punto intermedio

A lo largo de África, la traicionera jornada a Europa a menudo empieza en casas como esta -algo similar a una casa intermedia, un punto intermedio para hombres que han dejado a sus familias para ir en busca de trabajo pero aún no están tan desesperados para cruzar el mar. Los hombres se apiñan de a cinco o más por cuarto, todos sobreviven a duras penas con trabajos ocasionales, si tienen suerte. Esos zonas registran algunas de las tasas de desempleo más altas del planeta.

Uno a uno, los hombres se van desvinculando para probar suerte yéndose a Europa.

“Si vas a morir...”

Amadou Konte, de 26 años, ha estado a la caza de empleo en Dakar durante semanas. Nunca ha estado en una embarcación y tampoco sabe nadar, pero está seguro de que si puede llegar a Italia, un tío que vive allá lo ayudará a encontrar empleo. Como los otros hombres, Konte abriga un sentido de fatalismo con respecto a la peligrosa travesía. “Si vas a morir, vas a morir”, se resigna.

Para impedir que la ola de inmigración continúe, la Comisión Europea anunció la semana pasada que destinaría 70. 000 millones de dólares para proyectos que se lleven a cabo en naciones de Medio Oriente y de África, que tienen el mayor número de migrantes. Esto es una esperanza, y habrá que esperar que se concrete para ver los resultados.