ACTÚA HOY
• A las 21, en el Teatro Alberdi (Jujuy y Crisóstomo Álvarez)

En 2006 soplaban malos vientos para el psicoanálisis. Gabriel Rolón quiso transmitir el proceso que se da en sesión de terapia y publicó “Historias de diván”. Parte del libro toma forma dramática y llega esta noche al teatro Alberdi en “La obra”, dirigida por Carlos Nieto, con las actuaciones de Rolón, Alejo García Pintos y Malena Rolón. El autor, psicoanalista y actor respondió a LA GACETA.

- Antes de -y durante- tu profesión de psicoanalista, ¿qué estudiaste?

- Nací con una una cardiopatía y mi padre me instaba a hacer trabajos que no requirieran esfuerzo físico, por lo cual tenía que estudiar. Después se comprobó que la enfermedad no revestía gravedad, pero el mandato del estudio me quedó grabado. Soy maestro de música, teoría y solfeo, y guitarra. Estudié con el maestro Virtú Maragno armonía y composición. Rocé la Facultad de Ciencias Económicas e hice unos años de profesorado de Matemática. Cursé la licenciatura en Psicología e hice grupos de estudio clínico sobre neurosis, psicosis y perversiones. Ahora, cuando tengo tiempo, estudio piano.

- ¿Tu experiencia con Alejandro Dolina en radio te facilitó la tarea de comunicador del psicoanálisis?

- No tengo dudas. Alejandro es un hombre generoso, que me enseñó muchísimo, y aquella experiencia generó una empatía muy fuerte con la gente, además de aprender a su lado el arte de comunicar.

- Tu primer libro, “Historias de diván”, hizo entrar al lector en tu consultorio. ¿Te costó mucho escribirlo?

- Te agradezco el comentario. Lo escribí con pasión y entusiasmo; fue trabajoso, pero excitante. El desafío era tratar de comunicar la experiencia analítica de modo comprensible y atrapante para el lector ajeno al ámbito psicológico.

- De él tomás dos casos y los llevás a la dramaturgia. ¿Cuáles y por qué?

- Para la obra teatral tomé los casos de Antonio y de Majo. El primero es un sacerdote que llegó al consultorio por una crisis de fe y una sintomatología de furia. La segunda, una adolescente fascinada por el tema de la muerte. El psicoanálisis es un ámbito íntimo y profundo, y estos casos me permiten mostrar con claridad los momentos más importantes de una cura analítica: por un lado el inconsciente y la sexualidad; por otro, la pulsión de vida y la pulsión de muerte.

- ¿Tienen algo en común la puesta en escena y una sesión de terapia?

- Mucho. Todo lo que pasa sobre el escenario (amueblado dramáticamente) ocurrió en la realidad. De allí que los climas, silencios, preguntas, palabras, dudas, lapsus, angustias e incluso el humor que habitan la obra tengan una relación tan directa con lo acontecido en mi consultorio.

- ¿Qué te pasó a vos al “ver” la obra desde adentro?

- Es algo muy difícil de responder porque revivir cada noche aquellas sesiones (la bondad y entrega de Antonio, a pesar de su angustia y su ira, la pasión juvenil de Majo e incluso mis dudas y mis emociones) me movilizan. Es un reencuentro con seres que confiaron en mí. Tanto el padre Antonio como los padres de Majo vieron la obra y se emocionaron mucho al ver con cuanto respeto y conmoción el público recibe lo que, para ellos, es su vida misma.

- ¿Cómo repercutió en el público (tanto los lectores del libro como los demás)?

- Es asombroso. Yo temía que los lectores hubieran construido en su mente personajes muy distintos, pero la calidad actoral de Alejo (García Pintos) y de Malena (Rolón) han logrado una gran empatía.

- ¿Qué sigue en tu carrera, además de tu consultorio?

- Estoy culminando, junto a Marcos Negri y Nicolás Tuozzo, el guión de cine de mi novela “Los Padecientes”, que protagonizarán Benjamín Vicuña, Luisana Lopilato y Diego Torres. Además estoy trabajando en la versión corregida y aumentada de “Encuentros” (El lado B del amor).

- ¿Un psicoanalista puede ser feliz?

- Un psicoanalista es alguien que se ha analizado mucho y por eso vive sus emociones con una intensidad que aquel que no pasó por un diván difícilmente pueda conocer. Por eso, a la hora de la felicidad logra ser inmensamente feliz. La contracara es que, a la hora del dolor, también recorre senderos pocas veces visitados.