NOVELA

LA SALVAJE DE BOSTON

GLORIA V. CASAÑAS

(Randon House - Buenos Aires) 



La acción parte de la toldería aborigen, lugar del nacimiento y primera infancia de la protagonista, cuya vida futura estará ligada a las maestras que trajo el Presidente Sarmiento desde Norteamérica.

La historia relatada atrapa, desde el prólogo, en un fluir manso de un relato que tiene encapsulados, al pasar, problemas metafísicos que a todos nos preocupan, como la vigencia de los muertos en la vida de los vivos.

El amplio espacio novelesco, que la autora maneja con soltura, se extiende desde la precitada toldería aborigen – sostén veloz de la historia- hasta Nueva Inglaterra, Boston, Harvard, donde la protagonista no sólo va a estudiar y perfeccionarse en la educación especializada en jardines de infantes sino a madurar, a enfrentar la vida, su vaivenes y sorpresas.

Esto le sirve a la autora para darles vida y ubicar a los personajes del mundo creado. Específicamente hablamos de “dar vida”, por la naturalidad con que viven, actúan, muestran su mente y su psique, hasta el punto de convertirse en conocidos, quizás familiares del lector, figuras no siempre gratas (“todo árbol genealógico suele tener ramas que sólo sirven para ahorcarse”, Enrique Anderson Imbert dixit), pero así son ellos y así los muestra la fidelidad de su creadora.

La autora presenta ese espacio-tiempo desde adentro, desde sus entrañas, desde la vida íntima y sus contingencias de los personajes, a tal punto en que llega el momento cuando el lector se encuentra viviendo la vida de los otros, en el lugar y la forma en que ellos vivieron, pensaron y actuaron.

Cuando el relato ingresa en el ámbito de los secretos macabros, en los mundos oscuros de una sociedad que esconde sus crueldades detrás de murallas de arbustos espinosos o en celdas de castigo o en circunstancias cuidadosamente escamoteadas bajo apariencias engañosas, la novela toma otro cariz y estimula nuestro interés y hasta nuestro compromiso con los hechos y situaciones creados. Pero ¿qué puede alterarnos o conmovernos a aquellos que alguna vez hemos conocido hechos semejantes? La ficción novelesca puede dar cabida a muchas cosas. Lo importante es que el encargado de revelarlas -reales o imaginarias- sepa hacerlo con altura y calidad, como en este caso.

Hay algo más para destacar, y es el oficio de escritora de la autora, que se pone de manifiesto en la agilidad de lo relatado, cuyo peso no se siente, a pesar de su extensión.

© LA GACETA
ALBA OMIL