La Vuelta al Mundo en 346 días. Ese número de soles separa el partido del famoso gas pimienta de este superclásico, el primero que recibe desde entonces una Bombonera, hoy de césped raído y suelo arenoso. Y como si se tratara de un fantástico viaje del inmortal Julio Verne, los planetas de Boca y River giraron sobre su eje más de una vez en el último año, bajo formas imprevisibles y, a menudo, sorprendentes.

Pasó mucha agua bajo el puente en la vida de los dos más grandes de Argentina tras la patética “picardía” del “Panadero” en la noche del 14 de mayo de 2015. River se quedó con el premio mayor: logró la Libertadores y viajó a Japón. Boca tuvo algún consuelo: el título del torneo local y una Copa Argentina de final espurio.

En el ínterin, cambios, llegadas glamorosas y partidas que aún se sienten. A Boca desembarcaron dos ídolos de los que se dan por generación espontánea: Tevez y Guillermo -el bombero Barros Schelotto, citado de apuro para apagar el fuego que las decisiones (y la falta de ascendencia) de Arruabarrena no hacían sino avivar. Además, se lo suele extrañar a Calleri; y Osvaldo es un mago que aparece y -sobre todo- desaparece de La Boca.

En la otra vereda, Gallardo sigue firme pero el ADN de su criatura parece un eslabón perdido. Su gente llora a Funes Mori, a Kranevitter, a Rojas, y hasta a Teo. Se fueron puntales de su flamante mística, de aquella doble gesta copera que victimizó a su otrora vecino de barrio de origen. Y quienes arribaron, salvo Alario, no han dado el pinet. Claro, el virtuoso D’Alesandro pegó un regreso de hijo pródigo, para oficiar de jardinero en tierras áridas.

Diferente contexto

Tantos cambios y 12 vueltas de almanaque después del oprobio “Xeneize” y de la revuelta del “Mayo Millonario”, hoy se vuelven a ver las caras sobre las mismas tablas, pero en un escenario contextual diferente: un superclásico incómodo para ambos.

Con la punta de sus respectivas zonas lejos, el extracorto torneo local forma parte más del pasado que del presente para los dos. Se trata de una molestia que dispersa energías justo en la previa del arranque de los play offs de octavos del objeto del deseo compartido, la vieja y querida Copa Libertadores.

En el caso de River, la incomodidad se potencia: va de visitante a un campo donde solo ganó uno de los últimos 10 clásicos. Y porque la fecha 12 lo agarra en medio de dudas: es un equipo de ratos, y la angustia de su triunfo sobre Trujillanos enerva su bipolaridad signada por un juego deprimido y por inseguridades defensivas que -hasta ahora- no parecen responder a medicación alguna. Si el fútbol es, primordialmente, un estado de ánimo, Boca anda “pum, para arriba”, gracias a las vitaminas de los Mellizos. En los últimos partidos empezó a palparse la receta de aquel Lanús campeón: mucha intensidad, transiciones rápidas, ataque vertical y por todo el ancho.

La goleada al Deportivo Cali y, sobre todo la madurez colectiva exhibida ante Racing, echaron a volar la ilusión de los hinchas, quienes hace sólo unas semanas daban por descontado que estarían enjauladas por el resto de un semestre perdido.

Antecedente

Del empate a cero en el Monumental hace apenas mes y medio, pero parece un siglo. Aquella vez River no supo aprovecharse de un oponente grogui, con los Barros Schelotto apenas tanteando el panorama en medio de un tembladeral. Y el Millonario venía dulce por los triunfos del verano. Hoy la situación es inversa aunque, claro, los antecedentes poco cuentan: cada clásico es una historia con final abierto.

Ambos técnicos prometieron que pondrán lo mejor, pero no hay que descartar volantazos de último momento. Después de todo, hay mucho en juego en las próximas semanas. Y la penúltima cita en La Ribera, con triunfo del anfitrión en la antesala del doble duelo copero, desmiente que el espaldarazo anímico que sigue a un clásico local sea tan decisivo como se declama para el futuro de unos y otros en la lid continental.

Boca perdió a Cubas y a Cata Díaz; y Carrizo también lo verá desde fuera. En la última práctica, Guillermo sacó a Chávez y puso a Jara de volante por derecha. Y probó con Silva en lugar de Fabbra.

River no dispondrá de gladiadores como Ponzio y Vangioni, y la incertidumbre sobrevuela la presencia de Maidana. Si no va él, lo hará Mammana. D’Alessandro será de la partida, habrá que ver si el Muñeco lo arriesga o lo resguarda.

Arengas

“Me imagino un Boca dominador. La actitud del equipo va a estar”, expresó Guillermo. Su colega Gallardo arengó públicamente a la tropa: “tenemos que tomarlo como si fuera un partido de Copa”.

Con espalda ancha y pergaminos de sobra, los entrenadores serán clave sin la pelota. Tanto como se espera que lo sean con ella Tevez, que buscará marcarle por primera vez a River en torneos locales, y D’Alessandro, que volverá a pisar la Bombonera luego de 13 años.

“El clásico es un campeonato aparte. Siempre me gusta jugarlo”, apuntó el “Cabezón”. “Con River juego como hincha; quiero pasarlos por arriba y hacerles cinco goles”, disparó el “Apache”. Ambos graficaron que, pese a todo, un superclásico es una experiencia imperdible y con ingredientes únicos, tanto para protagonistas como para espectadores.

¿El árbitro? Darío Herrera. El mismo del clásico del gas pimienta.