Leen y escriben a pesar de la luz tenue y amarillenta. Por momentos genera molestia en los ojos, pero hay poemas y textos por recitar, por escribir. Vicky Chincarini, la docente del taller gratuito de literatura, se repite a sí misma: “en estos momentos nada histórico se demuele”. Le dan ganas de llorar, pero sigue pensando en sus futuras clases en esa sala con olor a humedad, con las paredes descascaradas y manchadas, las estufas rotas y las telarañas. A pesar del mal estado de toda la propiedad, no quiere abandonar esta actividad voluntaria que desarrolla desde hace 12 años ininterrumpidos en su “segunda casa”: la sede de la Peña Cultural “El Cardón”, en Las Heras 50.

“El taller literario nace aproximadamente con la peña. Aún durante el proceso no se cerró. Pero con los años todo se ha venido abajo. Mis alumnos no quieren ni pisar la casa, por terror a los bichos, y por la humedad. La provincia quiso declarar la casa como un bien protegido por la ley de Patrimonio, pero la comisión a cargo de la peña se ha resistido. No sé el porqué”, explica la socia honoraria y recuerda que hace poco más de un año hicieron un concurso de poesía y cuando entregaban los premios el agua de lluvia corría por las paredes. Desde ese momento no han hecho mucho por la antigua casona y la cultura se fue cayendo junto con las cáscaras” de pintura de las paredes, según Chincarini: “sólo el municipio ayudó a reparar una parte del techo. Y los socios fueron desapareciendo o fueron expulsados por las actitudes de la comisión que maneja la peña: ahora deben quedar cerca de 45 socios”.

En diciembre de 1947 un núcleo de artistas locales, entre pintores, escultores, escritores, músicos y poetas, se reunió en la Biblioteca Sarmiento con el propósito de crear una sociedad que sirviera para promover la cultura en Tucumán. Así se fundó la Peña Cultural “El Cardón”. Tiempo después, en 1972, la comisión de la peña adquirió la propiedad de Las Heras 50 a la familia Terán de Rougés. Ese edificio, con más de 200 años, tuvo como primer dueño a Francisco Javier de Ávila y Godoy, cuando la calle Las Heras se llamaba Alsina. Y manteniendo sus características arquitectónicas, la casa fue reconstruida en base a un proyecto del arquitecto Eduardo Sacriste. Según integrantes de la Comisión de Patrimonio de la Provincia, tanto la casa de Las Heras 50 y el Museo Folklórico ubicado en 24 de Septiembre 56 son las propiedades más antiguas de San Miguel de Tucumán.

Por el camino de jazmines

Es martes al mediodía. La casa está abierta y no hay guardias o personal quienes reciban a los visitantes. Lo primero que se ve son unas placas de bronce que mencionan que detrás de una puerta polvorienta está la biblioteca pública, que fue inaugurada en 1977 con 6.000 volúmenes donados por el doctor Antonio Torres. Detrás de la ventana semiabierta, se ven sillas de hierro negras amontonadas unas sobre otras, entre los estantes de libros y pinturas. Luego, un camino cubierto por jazmines, conduce a las dos salas principales. En una de ellas, en la “Gustavo Bravo Figueroa”, Chincarini dicta sus clases todos los miércoles de 20 a 22. Y en la otra, la más grande, está semitapado por una manta verde un piano alemán Rönisch, con el nácar de algunas teclas saltadas. Hay caños que salen de las paredes, una larga cortina polvorienta que cubre la ventana y unas vigas sobre el piso. El patio está al final de la propiedad, donde ya se huelen las primeras empanadas que Liliana Campero, a cargo de la cantina de la peña desde hace tres años, saca para sus comensales.

Años atrás, si alguien se sentaba bajo la higuera a comer platos tradicionales se escuchaba flamenco o folclore, porque en una sala que se encuentra en el primer piso se realizaban todo tipo de talleres rentados. Ahora quienes visitan la antigua casona aseguran que casi no se hacen capacitaciones por la falta de mantenimiento del lugar.

“Yo estoy solo en el patio. No puedo tocar los otros rincones de la casa, excepto los baños. Por eso mantengo yo sola mi sector. Aunque me gustaría llegar a un acuerdo con la comisión para que en la víspera del Bicentenario podamos usar las otras salas y ofrecerles a los visitantes una verdadera experiencia en una casa bicentenaria también”, argumenta Campero, que ya tiene un menú para los 200 años de la Independencia, que en 2014 fue declarado por el municipio capitalino como de interés cultural.

Podemos

“Se ha pedido ayuda pero nadie la da”, es lo primero que responde Norma Zapata, subtesorera de la comisión de socios de la Peña Cultural El Cardón, ante el cuestionamiento por el mal estado de su sede. Luego agrega que no han podido refaccionarla. “Porque tenemos ‘ocupas’ en el fondo. Se trata de los que manejan la cantina, e iniciamos un juicio de desalojo contra ellos. Entonces no podemos hacer los arreglos correspondientes, que generalmente se hacen con la plata que nos ingresa por el alquiler de la cantina. Y además no podemos ingresar andamios para refaccionar la casa, porque está esta gente. Es decir, los trabajos están demorados. Por otra parte, como no hay nadie quien controle el ingreso a la propiedad, tenemos obras y mobiliario guardados con llaves”, afirmó la mujer.

Zapata comentó que actualmente la peña tiene unos 300 socios, que pagan una cuota anual de aproximadamente $120; que actualmente se desarrollan en la antigua casona dos talleres literarios, un coro y otro taller de folclore; que la biblioteca popular funciona por las tardes; y que tendrán presentaciones de libros en la sede por lo que -afirma- “haremos una limpiadita y vamos a arreglar la propiedad”.

Por último, Zapata confirmó que desde el Ente de Cultura le ofrecieron a la comisión de la peña adherir la propiedad al listado de bienes protegidos por la ley de Patrimonio: “nosotros lo rechazamos el año pasado, porque estamos en condiciones de manejar la peña. Es decir, sí necesitamos recursos, pero con lo que tenemos podemos funcionar perfectamente”.


ANÁLISIS

69 años de vastísima tarea cultural

CARLOS PÁEZ DE LA TORRE (H)  /  LA GACETA

Han transcurrido 69 años desde aquel 5 de diciembre de 1947, cuando un grupo de artistas y hombres de letras decidieron crear, en Tucumán, una institución privada para fomento de las actividades del espíritu. La iniciativa nació –como había ocurrido con la de la Universidad- en la Sociedad Sarmiento. Fue bautizada Peña Cultural “El Cardón”. Los memoriosos cuentan que sus impulsores pioneros fueron sobre todo tres plásticos: Zola Sánchez, Candelaria Rojo y Silvio Jiménez.

Funcionaba en los sótanos del Café “Colón”, en la calle San Martín al 400, frente a la plaza Independencia. Recién en 1972, la laboriosa contribución de los socios y el subsidio del Estado, permitieron a la Peña adquirir su sede propia, en la primera cuadra de la calle Las Heras. Compraron un resto (remodelado con aire “colonial” en 1934) del caserón de amplio frente de los Avila. Era un inmueble con historia: en 1826, allí fue asistido Gregorio Aráoz de la Madrid, cuando lo trajeron, gravemente herido, tras la derrota de El Tala. De los Ávila pasó a la familia Rougés-Terán, propietarios que precedieron a la Peña.

La obra de esta institución como centro irradiador de cultura fue vastísima, e imposible de reseñar en pocas líneas. No hubo actividad que escapara a su inquietud: desde las artes plásticas hasta el teatro y la música; desde la edición de libros hasta el dictado de cursos y conferencias sobre todos los temas. Su premio anual, la “Medalla de El Cardón”, distinguió a grandes figuras culturales de la provincia, de la región y del país. En 1977, el doctor Antonio Torres les donaría su rica biblioteca de 6.000 volúmenes.

Miguel Ángel Asturias, después Premio Nobel de Literatura, visitó la Peña en 1957, cuando aún funcionaba en el sótano del Colón. Dejó una reflexión: “La Peña El Cardón nos devuelve al clima de las catacumbas donde nosotros, nuevos cristianos, creamos con el arte la fraternidad de la América”. 


Buscan declararla edificio de valor patrimonial de la provincia


“Un socio vitalicio de la peña El Cardón nos pidió que la casa sea declarada dentro del listado de edificios patrimoniales de la Provincia. Lo hemos propuesto ante las autoridades de la comisión de la peña, pero rechazaron el pedido”, confirmó Mercedes Aguirre, miembro de la Comisión de Patrimonio de la Provincia.

Luego, explicó que su institución sólo puede declarar como patrimonio cultural de la provincia los inmuebles públicos. Entonces, al ser esta casa (la de Las Heras 50) propiedad privada, por expediente pasaron a la Legislatura un pedido de declaratoria que tiene como fundamento un informe del Instituto de Historia de la Facultad de Arquitectura de la UNT, elaborado por la arquitecta Ana Lozano, sobre la propiedad de Las Heras 50. “Todavía no hay respuesta de la comisión de Historia de la Legislatura, porque recientemente se ha creado por el recambio de autoridades provinciales. Estamos a la espera”, indicó Aguirre. Por otra parte, dijo que la casa ya cuenta con una ordenanza municipal (1.773/91) que la incluyó por decreto en un listado municipal de sitios y edificios de valor patrimonial.

En el informe de Lozano se detalla que la sede la peña es parte de la casa de Francisco Javier de Ávila y Godoy, casado con Ceferina Aráoz Gramajo, habitada en los primeros años de siglo XIX. Es una parcela de 45 varas de frente y 72 de fondo, entre otros datos catastrales. “En la Capital esta casa junto con el Museo Folklórico Provincial son las más antiguas. Originalmente tenía cuatro puertas y el ventanal actual. Es una casa que se nota el aire colonial, con los espesores de los muros y otros detalles. Y había un comentario, que habría que confirmar: en el momento de la declaratoria de la Independencia una de las casas candidatas era esta”, comentó Mercedes Aguirre.