Graham Bowley / The New York Times

Cuando se concibió el Museo Nacional de Historia y Cultura Afroestadounidenses en 2003, el presidente Barack Obama era senador estatal en Illinois; todavía faltaban años para que George Zimmerman le disparara fatalmente a Trayvon Martin y que lo absolvieran, y Bill Cosby era un símbolo de decencia familiar.

Ahora, mientras el Museo se prepara para su inauguración en esta ciudad, en septiembre, se acerca el final del segundo mandato del primer presidente negro del país, se acusa a Cosby de ser un depredador sexual y los estadounidenses participan de la conversación sobre la raza más cargada en décadas.

A medida que los acontecimientos han complicado el objetivo original del museo de ser un “sitio de sanación”, los curadores se han apresurado a ponerse al día con la historia -documentando los mitines en Baltimore después de la muerte de Freddie Gray-, mientras batallan con la forma de contarla. ¿Qué tan lejos es ir a representar la crueldad de la esclavitud y el dolor de la segregación? ¿Cómo contar la terrible historia de Emmett Till? ¿Y a dónde acaba esta historia; con los logros del presidente Barack Obama o con escenas de agitación y violencia?

“Lo que está incluido y lo que no está incluido, eso es, de verdad, una gran responsabilidad”, señaló Kellie Carter Jackson, una estudiosa de la historia afroestadounidense del siglo XIX en el Colegio Hunter. “Es, probablemente, una de las tareas más difíciles en la historia de la curaduría”.

Y habrá controversia. En una exhibición dedicada a los pioneros del entretenimiento, por ejemplo, se incluye a Cosby, sin mencionar a las docenas de mujeres de las que abusó sexualmente, según dicen ellas. Y el Museo ha decidido terminar su narrativa histórica no solo con el presidente Barack Obama, sino, también, con la injusticia y los disturbios que definen al movimiento Black Lives Matter (Importa la vida de los negros).

“Sé que no vamos a complacer a todos”, notó Lonnie G. Bunch III, el director del museo, de 63 años de edad y afroestadounidense. “¿Hablamos demasiado de religión y no lo suficiente de las clases? ¿O qué estamos diciendo sobre el género?

Como el monumento a Vietnam, el museo conmemorativo del 11 de septiembre y otras instituciones que se construyeron para registrar la historia dolorosa, este museo tiene un mandato desafiante: conmemorar, celebrar, provocar y sanar. Y, en un esfuerzo, por alcanzar el equilibrio correcto, el equipo de curadores (ahora de 15 personas), encabezados por Bunch, ha pasado más de una década armando la colección, realizando muestreos y consultando a autoridades como John Hope Franklin, Taylor Branch, Colin L. Powell y Oprah Winfrey.

Mientras trataban de revolver cuestiones sobre el espíritu y la misión de la institución, los curadores tenían claro que el museo debería tener relevancia más allá de la población negra. “La historia estadounidense es profundamente afroestadounidense”, notó Paul Gardullo, uno de los curadores. “No tienes a Estados Unidos sin el Estados Unidos africano; no tienes nuestra lucha por la igualdad. Y no tienes el jazz. No tienes el rocanrol”.

El dolor de la esclavitud

Durante todo el proceso de solicitar y sopesar opiniones, contó Bunch, una decisión clave fue el cómo abordar a la esclavitud. “Hubo quienes dijeron: ‘se tiene que tratar de lo que nos hicieron’”, recordó. “Hubo quienes opinaron que debíamos restarle importancia”.

Al final, él optó por el equilibrio y la resiliencia. “Queríamos asegurarnos de que sintieras el dolor de la esclavitud, pero que también ponderaras lo que significó que un grupo de personas le hicieran esto a otro grupo”, dijo. “La esclavitud no era la única forma de definir a las personas. Ellos tuvieron una fortaleza que ya quisiera yo tener”.

David Adjaye, el arquitecto de origen tanzano, diseñó el edificio en el centro comercial nacional, para evocar el motivo primordial de una antigua escultura yoruba o, alternativamente, mujeres con los brazos hacia el cielo en oración. Está planeado para que el viaje histórico comience bajo la superficie, en una exposición llamada “Esclavitud y Libertad”, en la que se presenta un bloque de subastas en las que se vendía a las personas, así como una atestada cabaña de madera de pino donde albergaban a los esclavos en la isla de Edisto, en Carolina del Sur.

En un esfuerzo por tener un panorama más completo, el museo incluirá historias optimistas, como las de pioneros negros libres que cultivaron las tierras de la parte central de Estados Unidos en el siglo XIX. “No sólo se trata de personas esclavizadas -señaló Michèle Gates Moresi, un curador en el museo-, sino de los negros libres y de los blancos que no esclavizaban personas”.

El tono de las descripciones también fue una preocupación: ¿cuán visceralmente debería presentar el museo la violencia de la esclavitud? Así es que si bien se muestran los grilletes y un látigo, en la exposición sobre los barcos de esclavos no se trata de recrear las condiciones miserables. En cambio, los visitantes verán unos cuantos remanentes: unas poleas utilizadas para levantar velas o carga, así como un pedazo del casco de un barco portugués que transportaba esclavos y se hundió en las costas de Sudáfrica en 1794, llevando a la muerte a 212 de los 500 esclavos encadenados.

Los curadores dicen que aun al describir la peor opresión han tratado de enfatizar las historias individuales de las personas que sufrieron.

De la exposición “Esclavitud y Libertad”, el visitante subirá una rampa en un viaje histórico. En la siguiente parada, “Defensa y definición de la libertad: la época de la segregación, 1876-1968”, pasará frente al ataúd metálico de Emmett Till, el chico de 14 años al que mataron salvajemente en Mississippi, en 1955. Bunch y sus curadores debatieron si el féretro, el cual cedió la familia, así como una fotografía del rostro desfigurado, eran una forma morbosamente sensacionalista de presentar la cruda brutalidad de su muerte.

Contó que, de alguna forma, se habían guiado por las acciones de Mamie Till Mobley, la madre del muchacho, quién decidió dejar abierto el ataúd durante el funeral para que el mundo pudiera ver lo que le habían hecho a su hijo.

Lidiar con las emociones

En el curso de una investigación del asesinato, en 2005, se exhumó el cuerpo de Emmett de un cementerio de Chicago y se volvió a enterrarlo en un féretro nuevo. Los curadores esperan que el ataúd sea un punto emocionalmente doloroso en las exhibiciones. Se está capacitando a docentes para ayudar a los visitantes a lidiar con sus emociones y a manejar a los que disientan fuertemente de montajes particulares. También hay un espacio para lo que el museo está llamando “patio de contemplación”, donde la gente podrá sentarse y evadirse -y aceptar- lo que ha visto.

La exposición histórica final a lo largo de la rampa, “Un Estados Unidos que cambia: 1968 y más allá”, examina el tumulto social más reciente.

En otras partes del museo, en las exhibiciones, se presentarán los logros de los afroestadounidenses en campos como la música y los deportes. La inquietud del equipo era evitar caer en estereotipos simplistas. “Es posible que uno siga el ritmo de Louis Armstrong con los pies, pero lo que también dijimos fue: cuéntennos el otro lado”, dijo Bunch. “¿Qué nos dice el rhythm and blues de 1950 sobre el horizonte urbano cambiante y la apropiación cultural?

La inclusión de Cosby se limita a unos cuantos artefactos, pero nunca fue motivo de debate; fue un personaje demasiado significativo en el entretenimiento y la televisión como para dejarlo fuera. Así es que el museo presentará un solo registro de comedia, “Empecé como un niño”, de 1964, de un cómic de su programa de televisión “I Spy” y video clips breves de “I Spy” y “The Cosby Show”, que se describen en el texto anexo: “uno de los programas más queridos de la televisión estadounidense”.

Los curadores dijeron que querían que el sitio de Cosby en la historia estuviera solo, sin mencionar los alegatos actuales (los que él niega). “Es difícil identificar a cualquiera que tuvo un impacto más fuerte en la representación de los afroestadounidenses en la TV del siglo XX”, notó Kathleen M. Kendrick, la curadora de la exposición “Subir al escenario”, que está separada de la cronología.

El exterior del edificio está terminado y ya se colocó un avión de entrenamiento que utilizaron los elementos del Tuskegee Airmen, el cuerpo pionero sólo de negros que sirvió en el ejército durante la Segunda Guerra Mundial. Faltan por llegar más de 3.000 objetos; solo una fracción de los 35.000 que ha recolectado el museo.

La mitad del costo inicial de 540 millones de dólares del museo se cubrirá con fondos federales; la otra, con donaciones privadas. Bunch se fijó un objetivo de recaudación de fondos de 570 millones de dólares y dijo que tiene confianza en que el resto se conseguirá para cuando Obama inaugure el museo el 24 de septiembre.

El museo, dijo Bunch, captura un momento simbólicamente importante al final de la presidencia de Obama, y siente alivio de que concluya antes de que el presidente deje el cargo.

Sin embargo, la historia de Obama cuenta con relativamente poco espacio -una vitrina y parte de otra- centrado en el lapso del 2000 al 2015. También habrá un clip del discurso que dio en Filadelfia sobre la raza, en 2008, y el texto del que pronunció en el 50 aniversario de la marcha hacia Washington, en 2013.

Bunch dijo dejará que la biblioteca presidencial de Obama, planeada para Chicago, le preste más atención al presidente.

Sin duda que la presidencia de Obama no es el final de la historia que pretende contar el museo. Una pancarta con la leyenda: “Justicia para Trayvon” y una camiseta de Black Lives Matter subrayan los persistentes problemas de desigualdad y brutalidad policial. “A mí me parece que armar la narrativa de la historia afroestadounidense es importante, oportuna y, quizá, más oportuna de lo que yo esperaba que sería”, dijo David J. Skorton, secretario del Instituto Smithsoniano.