Marcelo Androetto - Especial para LG Deportiva

En una noche cordobesa mágica, en la cual Lionel Messi echó todas las palomas a volar, Argentina cometió un único pecado: no haberle metido media docena de goles a una Bolivia tacaña y acomplejada. Fue apenas 2-0 en el “Mario Kempes”, un resultado escaso pero suficiente para que el equipo de Gerardo Martino viaje a la Copa América Centenario en un par de meses con una sonrisa de oreja a oreja, bien acomodada en estas Eliminatorias.

Ever Banega reventó el travesaño antes del minuto de juego. Pero tuvieron que pasar 20 más antes de que Argentina le pudiera hacer un boquete al muro levantado por Bolivia, con 11 jugadores en su campo. Lo abrió Messi, con una asistencia deliciosa a Gonzalo Higuaín, que la transformó en pelota con destino de red, frustrado in extremis por un rival. Pero el rebote quedó de nuevo para el “Pipita” -una especie de hermano veloz y magro de aquel de la última Copa América-, que cambió papeles con el increíble Gabriel Mercado, ese defensor con vocación de delantero que marcó su segundo gol con la “Albiceleste” en apenas cinco días.

Hasta entonces, el juego se había asemejado a un metegol con la cancha inclinada, como cuando uno de los contendientes toca sutilmente de aquí para allá, pero se encuentra una y otra vez con un muñequito que le entorpece el camino.

Sin embargo, la historia ya estaba escrita de antemano. Bolivia, timorata, poco y nada podía hacer ante un Messi en estado de gracia y una Selección que se movía como Pancho por su casa en un estadio que latía de amor y gratitud.

Argentina no necesitaba que el árbitro Jesús Valenzuela Sáez le regalara un penal cuando Banega se desplomó en el área tras una falta que nunca existió. Sirvió eso sí, para que Messi metiera desde los 12 pasos y festejar abrazando simbólicamente a quienes los adoraban desde la tribuna. Fue su gol número 50 con esta camiseta argentina y quedó más cerca del récord de Gabriel Batistuta (55). Si se suman todos los de su carrera, llegó a 499. Impresionante

A los 30 minutos ya estaba 2-0, con una única mancha además de las que desmerecieron el césped: Ángel Correa reemplazó a su tocayo Di María, lesionado en la tibia de su pierna derecha casi desde el amanecer.

Quedaba apenas una pregunta abierta: ¿a cuánto llegaría la cuenta? Messi, que se cansó de desairar a su “estampilla”, Chumacero, tuvo el tercero de tiro libre, de cabeza, otra vez de tiro libre. Sergio Romero salvó el descuento en un tiro libre de Smedberg. Correa, que aportó frescura, hizo revolcar a Lampe. Biglia tiró apenas afuera en la mejor jugada colectiva, y Rojo las tiró todas afuera.

Sólo la contundencia figura en el debe de una Selección que se paseó por Córdoba.