No existe el manzurismo. Estos cinco meses al frente del Poder Ejecutivo provincial permiten concluir que, cuanto menos, la construcción política de Juan Manzur es demasiado lenta. El gobernador no ha logrado arraigarse en las bases de la dirigencia justicialista, no convence a legisladores e intendentes y su equipo de gobierno tampoco muestra señales de cohesión que brinden seguridad y confianza. Sencillamente, el manzurismo es hoy la resaca de una docena de años de alperovichismo.

El gobernador ha cumplido en 151 días de gestión sólo con aquella promesa de campaña que hablaba de continuidad. La parte que auguraba un cambio, sin embargo, ha tenido tibios esbozos. Manzur emula muchas acciones de su antecesor, pero no exacerba las diferencias. Así, resultan inevitables las comparaciones. El ex ministro de Salud kirchnerista, por ejemplo, ha comenzado a utilizar su casona de Marcos Paz como sede de asados políticos, tal como lo hacía Alperovich. Paralelamente, continúa con las salidas matutinas y vespertinas por barrios y pueblos que patentó el ahora senador. Una sutil diferencia, pero que da cuenta de las personalidades, aparece en las rutinas de uno y de otro. Alperovich recibía todas las mañanas a dirigentes en el living de su casa; Manzur, en cambio, cobija las tertulias en el hotel Sheraton, todas las tardes.

La relación con la Legislatura es otra de las diferencias. Manzur podría hacer gala de que, desde que inició su gestión, el vicegobernador Osvaldo Jaldo se maneja con libertad al frente de ese poder del Estado. De hecho, después de 12 años, la Cámara ha recuperado la participación opositora en la mesa directiva, en la sanción de proyectos de ley y en la integración de órganos de control: amayistas, bussistas y radicales pueden dar fe de ello. Sin embargo, el gobernador no presume de no haberse entrometido aún en los asuntos de otro poder, pese a que durante sus años como vicegobernador de Alperovich ni siquiera tenía la llave para abrir el recinto y convocar a sesión. ¿Por qué? Su aparente apatía podría tener dos explicaciones.

La primera, que jactarse de ello podría exacerbar la figura política de Jaldo; ocurre que, durante su paso como vicegobernador, los legisladores no respondían a Manzur, sino a Alperovich. Hoy, los parlamentarios responden a Jaldo, y no al gobernador. La segunda, que destacar esa apertura significaría admitir que padece un cuadro de anemia política crónico. El titular del Poder Ejecutivo no tiene hoy espadachines en el recinto. Los alperovichistas aún no han sido adoptados por él y los pocos manzuristas se sienten abandonados. Juan Antonio Ruiz Olivares, que custodió los millones reservados para gastos sociales durante el paso de Manzur por la Cámara, en estas semanas ni siquiera quiso reunir a la comisión de Hacienda que preside para tratar un proyecto de ley enviado por la Casa de Gobierno. “El Gallego” argumentó errores en la iniciativa y evitó dictaminar sobre el proyecto para modificar la ley de inembargabilidad de los fondos públicos, que finalmente obtuvo despacho en la comisión de Asuntos Constitucionales que conduce Marcelo Caponio. Un dato acerca de cómo se modificaron las relaciones en el oficialismo en estos cinco meses: Caponio inició la gestión sin hablarse con Manzur, luego de un entredicho telefónico el día de los comicios nacionales. Ruiz Olivares, en cambio, pasó de ser el presidente subrogante natural de Manzur a fotografiarse con el radical José Cano y a no convocar a reunión de comisión para tratar un proyecto oficial. Es uno de los asuntos que legisladores oficialistas conversaron -ante la ausencia de Manzur y de Jaldo- en la madrugada del domingo, durante el casamiento de una de las integrantes del bloque Tucumán Crece, Sara Assán, en un coqueto salón ubicado sobre la avenida Presidente Perón.

La cansina construcción de Manzur contrasta con la apresurada edificación política individual que debió paralizar el intendente Germán Alfaro. El capitalino, electo en los convulsionados comicios de agosto, fue el que menos gritó “fraude” en las urnas dentro del Acuerdo por el Bicentenario. De hecho, permaneció sugestivamente callado aquellas semanas en las que Cano y su antecesor, Domingo Amaya, peregrinaban en reclamo de nuevas elecciones. Apenas asumió, el peronista levantó la voz para ponerse enfrente de Manzur y darle forma a su propio espacio, alejado principalmente de Amaya, hoy secretario de Vivienda de la Nación. El macrismo lo obligó circunstancialmente a regular el velocímetro político, y a depender nuevamente de la jerarquía institucional de la dupla Cano-Amaya. Por ejemplo, hoy recibirá a Daniel Chaín, secretario de Obras Públicas de la Nación, quien llegará junto a Amaya y analizarán el envío de recursos para obras por el Bicentenario. Alfaro, aunque intente mostrarse como líbero, sigue siendo la tercera pata del trípode opositor. El ex intendente, por ahora, prefiere dedicarse a la gestión y esperar a 2017 para disputar las PASO que definirán los candidatos a diputado.

La irrupción del macrismo en la casilla central del tablero nacional reacomodó todas las piezas provinciales, y en todos los ámbitos. La Universidad Nacional de Tucumán es uno de ellos y la rectora Alicia Bardón es una de las que más sufrió la agonía del kirchnerismo. A poco de asumir, en 2014, Bardón creó espacios para cobijar a La Cámpora, con la expectativa de que el goteo de fondos nacionales mejorara las alicaídas finanzas de la UNT. Pero poco de ello ocurrió y, con el arribo de nuevos inquilinos en la Casa Rosada, debió replantear su estrategia. El primer paso fue acercarse al macrismo y dejar en el olvido el spot en favor del derrotado Daniel Scioli. El segundo, insistir antes de Semana Santa con la renuncia de la armada kirchnerista en la UNT. Así, en estos días presentarán sus dimisiones Atilio Santillán, secretario de Proyectos Nacionales de Inclusión y Desarrollo; Facundo Cabral, subsecretario; y Ricardo Zupán, subsecretario de Asuntos Estudiantiles. De los tres, sólo Cabral -titular de la Juventud Peronista- había puesto a disposición en diciembre su dimisión ante la rectora, y casualmente es el único por quien algunos miembros del gabinete rectoral pedirán que continúe.