El derecho de acordarse
Nací en el año 73. No puedo dar testimonio de lo que viví, pero como es el Día de la Memoria también quiero ejercer el derecho de acordarme. Elijo acordarme de lo que pasó para que ese golpe sucediera. Elijo acordarme del Capitán Viola y de su hijita, María Cristina; de Luis María Paz, del Mayor Argentino del Valle Larrabure, del Teniente Coronel Ibarzábal. Elijo, en definitiva, acordarme y rindo mi homenaje a todas aquellas víctimas del terrorismo de FAR, FAP, ERP y Montoneros, a sus familiares mis respetos en este día especial. Por último, elijo acordarme de los miembros de las Fuerzas de Seguridad, militares, policías y miembros del Servicio Penitenciario que hoy sufren injusta prisión y cuyos derechos humanos son sistemáticamente violados por el Estado Argentino.
Alejandro Patrón Costas (h)
Tanta zozobra debía llegar a su fin
En esa época estudiaba en Tucumán y en el ambiente universitario de Ingeniería circulaban mil conjeturas. Finalmente, el golpe se produjo tal como era unánimemente anunciado. El país había llegado a un extremo de incertidumbre, se lo sentía como una nave azotada por las olas de un mar embravecido. Cuando salí a recorrer los lugares de encuentro con los amigos pude observar la unánime sensación de alivio en la gente: el país empezaba a vivir otra historia.
Omar Assaf | omarassaf2011@hotmail.es
El dolor de una hija
Tenía 21 años el 24 de marzo de 1976 y hacía menos de dos años que mi padre, el ingeniero José María Paz, había sido asesinado por un comando de Montoneros. Su muerte había convulsionado a Tucumán, uniendo en sus exequias a una vibrante multitud de personas de todos los sectores. El dolor de esa pérdida laceraba mi espíritu. Otros atentados igualmente angustiantes y dolorosos ocurrían cada día: no había lugar para el duelo. Había combates en la ciudad y en el campo, en los cerros y en los pueblos de mi Tucumán. Muertes de una guerra que no dejaban lugar para otro sentimiento que el del sufrimiento y el temor por una patria perdida. Los políticos, los sindicatos, los empresarios, la gente de la ciudad y del campo, en general, esperaban y pedían un Gobierno militar. Lo querían con ansias, imaginando que con él se lograría detener el caos y lograr una paz duradera, permitiendo un cambio democrático sustentable en el tiempo. Transmitir esto no es fácil: muchos se enfervorizan de impotencia ante relatos engañosos y muchas veces malévolos. Tampoco abundan -salvo valiosas y recientes excepciones diálogos inteligentes y profundos. El odio y la revancha aun dividen. Y existe hoy silencio un vergonzoso e inexcusable frente a siniestras violaciones a los derechos humanos. Nos reencontramos con el valor de la democracia, pero la sociedad está fragmentada. Me pregunto siempre si nuestros muertos han perecido en vano.
María Victoria Paz | victoriapaz007@gmail.com
Se anhelaba el fin de la anarquía
Cuando llegamos a estas fechas siento una gran desazón, porque a través de los medios sólo escucho y leo comentarios que me revelan la gran hipocresía de nuestra sociedad. Recuerdo que vivíamos en medio de una permanente zozobra. Recuerdo la rabia que nos invadió cuando los guerrilleros asesinaron al capitán Viola y a una de sus hijitas. También cuando esos mismos grupos asesinaron a profesores que apreciábamos por su defensa de nuestros valores tradicionales, la religión, la familia, la patria... Me refiero a Jordán Bruno Genta y a Carlos Sacheri. Yo formaba parte de un grupo de jóvenes de la Parroquia de Fátima que por la militancia a favor de ideales cristianos y argentinos había sufrido amenazas de parte de grupos de izquierda. La sensación que sentíamos muchos jóvenes era que no teníamos futuro. Gran parte de la sociedad anhelaba que esa anarquía terminara, que pudiéramos mirar el futuro con esperanza.
Alberto Pablo Claps
Un llamado a la concordia y la justicia
El 24 de marzo de 1976 iba al colegio secundario. No puedo olvidar la anarquía y el caos en el que vivíamos. Fueron épocas de terror. Ningún tucumano de bien, provenga de donde provenga, podrá olvidar jamás el horroroso atentado a la familia Viola, porque acribillaron a una familia entera. Guerrilleros adiestrados habían copado nuestro monte y desde allí se inmiscuían entre la población civil, para intentar arrebatarnos el gobierno e instalar el comunismo en nuestra patria. Por eso, el 24 de marzo yo también tengo memoria y reclamo verdad y justicia. Sin ánimo de polemizar y con enorme respeto por los familiares de víctimas de ambas partes, quiero dejar atrás ese pasado doloroso y abogo, en el Año de la Misericordia, por que el Gobierno de Macri que tanto habló de reconciliar al país llame a la concordia y la justicia, respetando los derechos humanos de todos por igual, para dejar a nuestros hijos y nietos una Argentina en paz.
Luz García Hamilton | luzgh@arnet.com.ar