Dolidos, la familia del agente Gonzalo Matías Santucho, prefiere no enterarse cómo fueron las circunstancias en la que fue herido durante un intento de asalto a una panadería. “Queremos que la Justicia cuide más a los chicos de la Policía que salen todos los días a jugarse la vida en la calle. Les digo a los fiscales y a los jueces que no puede ser que ellos atrapen a los delincuentes y después lo suelten a las dos horas”, dice Juana Toledo, madre del uniformado que pasó su cumpleaños número 24 en la sala de terapia intensiva del Centro de Salud.

El joven, que es motorista del Servicio 911, está internado allí desde el jueves después de haber recibido dos disparos mientras realizaba servicios adicionales en la Panadería del Jardín, ubicada en Francisco de Aguirre al 800. En esos momentos no tenía puesto el chaleco antibalas.

Según la versión oficial, Santucho estaba parado en la puerta del local que ya aprestaba a cerrar sus puertas. Un joven armado intentó robar en el lugar. Él se dio cuenta y comenzó a disparar cuando el sospechoso no acató la orden de alto. El asaltante, se cubrió detrás de una camioneta, y no tuvo problemas en enfrentarse con el uniformado. Un cómplice, también le disparó por la espalda. Luego de herirlo, ambos huyeron del lugar en lo que se cree, una motocicleta.

El policía fue trasladado de urgencia al Hospital Avellaneda y de allí fue derivado al Centro de Salud. Los médicos confirmaron que recibió un proyectil en el pecho y otro en la espalda que salió por el hombro. “Llegó con un pulmón afectado en un 80%. No le sacaron la bala porque no afecta otros órganos. Está muy dolorido y desorientado por las drogas que le dieron”, dijo la mujer.

Toledo no sabe lo que pasó y tampoco quiere saberlo. “Ya nos dieron decenas de versiones y la verdad es que sólo nos están aturdiendo. Tenemos que esperar entre 48 y 72 horas para tener más precisiones sobre su evolución. Eso es lo más importante de todo esto”, aseguró Toledo quien confirmó que Santucho es soltero, no tiene hijos y que desde hace tres años ingresó a la fuerza.

Este fue el séptimo asalto que sufre esa panadería desde que abrió sus puertas, en 2008. El último ocurrió en enero pasado, cuando un grupo de seis hombres redujeron al propietario y le sustrajeron $ 30.000. “Somos laburantes y por culpa de la inseguridad ya no se puede trabajar. Este es un negocio familiar que es atendido por sus dueños. No puedo seguir poniendo en peligro a todos mis seres queridos”, dijo Juan José Rodríguez, dueño del establecimiento.

“¿Denuncia? No sé si la haré. La hice la última vez y sigo sufriendo ataques. La verdad es que no sé si tiene algún sentido hacerlo. Toda la avenida Francisco de Aguirre es peligrosa. Ningún comerciante se salvó. Pagamos todos los impuestos y ni aún así estamos en paz. Esto se tiene que acabar de alguna manera”, agregó el panadero.

Los vecinos de la zona también aseguran que ese sector de la ciudad está abandonado por las autoridades de Seguridad de la provincia. “Necesitamos mayor presencia policial. Estamos rodeados de barrios peligrosos”, señaló María Laura de Herrera.

Víctor Jiménez acotó: “se cometen todo tipo de delitos, pero los arrebatos y los asaltos están liderando el ranking. Pero lo más preocupante es que son personas muy violentas. Evidentemente no les importa nada. Les dije a mis hijos que no se les ocurra resistir. Que entreguen todo lo que le pidan porque un celular se puede comprar otra vez, pero la vida no”.