"No se trabaja de sacerdote, se es sacerdote, o no se es nada. Nuestra vida es nuestro ministerio y nuestro ministerio nuestra vida. Nada más triste que convertirnos en funcionarios de algo que, en definitiva, nos es ajeno". El arzobispo de Tucumán, monseñor Alfredo Horacio Zecca, hizo un llamado a la coherencia de los sacerdotes, entre su vida y su misión, durante la Misa Crismal que se ofició esta mañana, y que acaba de terminar, junto a todo el clero en la iglesia Catedral. De esta manera se iniciaba el Triduo Pascual de la Semana Santa, la principal fiesta litúrgica de los católicos, que concluirá con el Domingo de Pascua.

La falta de coherencia en la vida sacerdotal "se constata en la vida de algunos sacerdotes provocando desconcierto - cuando no escándalo - en los fieles cristianos. La comunión con la Iglesia en la fe, la doctrina, la disciplina van siempre juntas y deben tener su expresión concreta en la vida personal y pastoral. Al respecto son elocuentes las palabras del Obispo cuando, en el rito de ordenación,  al entregar al nuevo sacerdote el Evangeliario le dice:'cree lo que lees, enseña lo que crees y practica lo que enseñas' ; y también aquellas que pronuncia al entregar el cáliz y la patena: 'recibe la ofrenda del Pueblo Santo para presentarla a Dios: considera lo que realizas, imita lo que conmemoras y conforma tu vida al misterio de la pasión del Señor'. Estas palabras de la liturgia, en su brevedad y sencillez, ponen en evidencia la íntima relación entre fe, sacerdocio, Eucaristía y vida", expresó el arzobispo en su homilía.

Monseñor Zecca también se refirió a la preparación del sacerdote: "Debe ser hombre. Hombre en todos los sentidos, esto es, debe vivir una verdadera humanidad, un verdadero humanismo, debe tener una educación, una formación humana, de las virtudes humanas; debe desarrollar su inteligencia, su voluntad, sus sentimientos, sus afectos; debe ser realmente hombre, hombre según la voluntad del Creador, del Redentor", dijo.

En otro tramo de su mensaje afirmó que "no hay renovación posible del Seminario sin una renovación del mismo presbiterio. Todos debemos preocuparnos por las vocaciones para el sacerdocio, apoyar la labor de los formadores y acompañar a los seminaristas dándoles, ante todo, ejemplo de una vida sacerdotal santa, alegre y comprometida". Finalmente, monseñor Zecca expresó una serie de interrogantes para alentar la reflexión de la comunidad, especialmente los sacerdotes:- 

- En la vida profesional es cada vez más exigente la actualización y la formación para asumir los nuevos desafíos y el progreso de las ciencias ¿podemos pensar nosotros que es suficiente la formación recibida en el seminario?

-  ¿Es posible que no podamos dedicar un tiempo – aunque sea breve – a la lectura de los documentos de la Iglesia, al estudio?

-  ¿Es imposible organizar pequeños grupos que ser reúnan con cierta periodicidad a estudiar, a compartir y reflexionar sobre la vida espiritual y pastoral?

- Tenemos la gran riqueza de la religiosidad popular, pero ¿nos planteamos seriamente la cuestión de la inculturación de la fe, de la nueva evangelización?

-  ¿Somos suficientemente conscientes de que los más importantes desafíos se juegan en el campo de la cultura y exigen de nuestra parte, como Iglesia, pastores y laicos, reflexión, estudio, profundización de temas sólo aparentemente abstractos ya que inciden en la vida personal, eclesial, social, política, económica, educativa, por sólo mencionar algunos aspectos?

- ¿No deberíamos pensar en ir dejando tareas administrativas en manos de laicos bien seleccionados para dedicarnos a lo que nos es esencial, la oración, la predicación, el estudio, la reflexión?

   El arzobispo no dejó de referirse al Año de la Misericordia que institutó el Papa Francisco: "El hombre de nuestro tiempo experimenta de un modo muy especial la necesidad de la gracia y del perdón. Por ello mismo es un signo del tiempo el hecho atributo divino de la misericordia de Dios, reflejada de modo eminenta en Cristo".