El 11 de marzo de 2006 dos baqueanos encontraron el cuerpo de Paulina Lebbos a la vera de la ruta que lleva a Raco. Han pasado 10 años desde ese día y en la causa no sólo se descubrieron graves irregularidades, sino que el paso del tiempo se ha transformado un escollo. Por ese motivo, muchos piensan que el caso quedara impune.

“El paso del tiempo va en absoluto desmedro de poder esclarecer el hecho material. En las causas penales hay una serie de pruebas técnicas que resultan perjudicadas. Puntualmente en este caso no hay que olvidarse de la cantidad de años que le costó a Alberto Lebbos volver a ser querellante”, opinó el abogado Bernardo Lobo Bugeau.

Su informe demoledor representó la salida de Albaca como fiscal del caso. “Hacía una o dos diligencias por año”, afirmó. Lobo Bugeau también cuestionó que el caso, por su envergadura, no haya sido investigado por dos fiscales.

Tiempo e impunidad

“El tiempo corre en contra de la víctima. Después de 10 años es muy poco lo que se acuerda un testigo. La Justicia cuando tarda no es justicia. En cuanto a ADN, cuando pasa el tiempo es muy difícil que se haga. Y si uno va al lugar de los hechos una década después, está modificado, lo que hay no estaba hace 10 años. Hay que modificar el código, pasar a otro sistema, uno acusatorio, más ágil”, dijo el abogado Carlos Posse.

En la misma sintonía, el abogado Álvaro Zelarayán opinó: “los primeros momentos son cruciales para una investigación. Se puede recolectar la mayor cantidad de pruebas posibles. A mí me pasó en una causa, el ADN se degrada y no da resultados positivos para nadie, ni para el autor. Las armas con el tiempo se corroen. Y los testigos se olvidan. Yo mismo no recuerdo qué hice hace dos meses.”

Colapso

Para Zelarayán una de las principales causas de la demora es que la Justicia está colapsada. “El Código habla de dos meses de investigación, pero es casi imposible de cumplir. Si no es muy compleja la causa, en dos o tres meses hay que terminar la investigación. Y en Tucumán hacen falta al menos cinco fiscalías y dos o tres juzgados más”, opinó.

Por último, se mostró escéptico sobre un buen resultado en el caso Lebbos. “Creo que no va a haber justicia si no se quiebra un imputado y cuenta los hechos”.

Para el abogado de la Fundación María de los Ángeles, Carlos Garmendia, “el tiempo es destructivo, es el mejor aliado de la impunidad. Borra las pruebas físicas, materiales, destruye las pruebas para peritar, borra la memoria. La velocidad tiene que ver con la responsabilidad y seriedad con que se investigue”.

Según Garmendia, hay varias causas que llevan a los retrasos. “Hay un desborde de trabajo. Diez fiscalías y cinco jueces son escasos. Por otro lado, los instructores no tuvieron una preparación para investigar. En el mejor de los casos son abogados que rindieron un concurso. Y la Policía tampoco tiene escuelas de investigadores, se van formando solos. Incluso existe un déficit en los elementos técnicos y científicos, por otro lado. Y por último, los casos más emblemáticos tienen corrupción. Lo de Albaca es corrupción absoluta. El fiscal durmió durante muchos años la causa. Cuando no se avanza, hay dos razones: o hay ineptos o no se quiere avanzar”.

Un registro

Alberto Lebbos, el padre de Paulina, tiene otra mirada. “Cuando se arme un registro en serio de causas impunes va a saltar por qué se tarda tanto. Y una de las causas es la prescripción. Y no me vengan con que hay muchas causas, con que están cansados o estresados. Hay un viejo dicho que dice ‘tiempo que pasa, verdad que huye’. El paso del tiempo hizo que no se supiera la verdad. Al menos con el pedido de juicio a Albaca ganó la verdad, la lucha y la solidaridad”. La expectativa de Lebbos es “ver a Albaca y a todos los acusados de la causa, sentados en el banquillo este año”.

ANALISIS

La estrategia de culpar al reloj

Silvia de las Cruces - LA GACETA

Nada es igual. Así como dicen que el tiempo borra rencores y cura heridas, también hace de las suyas con la memoria. Con el paso de los días, los meses y los años, los detalles se vuelven difusos, la capacidad de reproducir diálogos se debilita y un día que fue soleado de repente puede recordarse como gris y lluvioso. El tiempo, esos 10 años que transcurrieron como si nada desde el crimen de Paulina, es hoy la gran piedra en el zapato de Alberto Lebbos. El padre de la joven asesinada sabe que esa década le jugará en contra, una vez más, al momento del juicio oral. También serán conscientes de ello los miembros del tribunal que tengan la enorme responsabilidad de juzgar el rapto de Paulina, seguido de su estrangulamiento y del abandono de su cadáver al costado de una ruta alejada de los ruidos de la ciudad, en Tapia. Cuando las pruebas son escasas, en un caso como este donde el paso del tiempo se encargó de inutilizar las pocas evidencias recogidas del cuerpo de la víctima, los jueces cuentan con un solo elemento para cumplir con la difícil tarea de impartir justicia: los testimonios. Pero -otra vez- aparece en escena el macabro trabajo del tiempo. Jamás se sabrá si las personas que permanezcan en silencio durante el debate realmente olvidaron detalles y datos de importancia. Esos 10 años les darán todo el derecho de argumentar una mala memoria y tragarse la información. Y nada es ingenuo. Alguien se encargó de que esos 10 años pasaran para asegurarse, así, la impunidad de la que goza hoy.