Una de terror. La Vida “era” Bella para Atlético en su regreso a Primera. Hasta que en la noche de Victoria, el género de su película cambió abruptamente. Quizá se rodó el Exorcista, porque el “Decano” pareció poseído por todos los males posibles. Tal vez se trató de El Regreso de los Muertos Vivos, porque el Tigre de Mauro Camoranesi estaba para la extremaunción, pero resucitó asestándole ¡cinco goles! a un Atlético que apenas había recibido dos en las cinco fechas previas.
El “Decano” salió para comerse vivo a Tigre pero fue el “Matador” el que metió la primera estocada. Antes de los 30 segundos, Javier García tuvo que exigirse para ahogar el grito de gol salido de la cabeza de Rodrigo Aliendro. Y enseguida lo tuvo el “Pulga”. Pero antes de los tres minutos, Bianchi fue muy Bruno y no hubo ningún Batman que salvara a Cristian Lucchetti: horror del primer central y Lucas Janson que la metió de caño. Esas dos jugadas, con finales inversos, terminaron dictando el guión del partido.
A partir de entonces, Atlético desbarrancó. El mediocampo fue zona de peaje con las barreras altas, y el fondo ya no volvió a hacer pie. La noche venía torcida, se confirmó cuando a los 26 minutos falló feo el otro central, Enrique Meza Brítez, y Janson cambió para la llegada en soledad de Alexis Castro, el hombre de la noche.
Y dos minutos después, la defensa se desentendió de Castro, caído en el piso, y levantado de inmediato para aprovechar otra cesión de Janson para vulnerar otra vez a Lucchetti, quien para entonces ya estaba como los muñecos de feria, cansado de recibir golpes.
Tres goles abajo, antes de la media hora de juego. Quién te ha visto y quién te ve Atlético. Y como los laterales tampoco paraban a nadie, el colombiano Sebastián Rincón, ingresado unos minutos antes, dejó parado como un poste a Fernando Evangelista y Castro se metió como una cuña en el área para definir al ángulo y llevarse la pelota por su “hat trick”.
En medio del descalabro, sólo el incisivo Leandro González se salvó del incendio. Luis Rodríguez se esforzó, pero fue víctima de su propia displicencia. Cristian Menéndez, en tanto, jugaba a contramano.
Quienes apostaban a que Juan Manuel Azconzábal movería la banca en el entretiempo, perdieron su dinero. Porque el “Vasco” fue leal a su 11 inicial. Y Atlético estuvo para el cachetazo en tres jugadas consecutivas apenas volvieron del vestuario.
Tigre se empecinaba en perdonar el quinto zarpazo. Hasta que a los 60, Carlos Luna se elevó bien alto y cabeceó al gol una pelota parada ante una defensa sin defensas. Los hinchas del “Matador” no lo podían creer, el otrora cuestionado Camoranesi tampoco.
Ya no había partido desde mucho antes. Y no lo hubo después. Solo existieron arrestos individuales de un equipo tucumano absolutamente nocaut, ni José Méndez ni Juan José Govea pudieron hacer diferencia cuando entraron a una cancha que era territorio minado para Atlético.
Todos, de un lado y del otro, querían que el juez Fernando Rapallini diera el pitazo final, para qué más.
Para que quedara claro que se trató de un verdadero Halloween para Atlético, Menéndez se devoró un gol solo frente al arco. No hubo gol del honor. En realidad, Atlético deberá intentar recuperar el suyo bien pronto, en la próxima parada ante Aldosivi, en el Monumental. Necesita borrón y cuenta nueva.