CONCEPCIÓN.- Eduardo Banegas (26), con voz temblorosa, repite que escapó de las garras de la muerte de milagro. Cinco amigos y vecinos suyos de Santa Ana, todos operarios de la fábrica Alpargatas, no tuvieron la misma suerte: hallaron la muerte al colisionar de frente el Fiat Uno en el que viajaban contra una camioneta Toyota Hilux. La tragedia se produjo el martes, alrededor de las 22.20, a la altura del paraje Santa Rosa, cinco kilómetros al sur de Aguilares.
Esa noche las víctimas se dirigían a sus casas por la vieja ruta 38, luego de haber cumplido con su jornada laboral. Banegas, que manejaba otro auto, se convirtió en el testigo principal del trágico accidente y relató lo sucedido a LA GACETA, mientras asistía al velatorio de una de las víctimas.
“Marchaba también a mi casa, en dirección al sur, por detrás de esa gente. Siempre voy a traer de la fábrica Alpargatas a Carolina, mi hermana. Esta vez ni me imaginé lo que iba a vivir. La camioneta que venía de frente, a alta velocidad, de repente zigzagueó y se vino al carril nuestro a una velocidad alocada”, recordó.
“Atiné a frenar un poco y enseguida (la camioneta) lo barrió al Fiat y, a causa del tremendo impacto, lo hizo retroceder algunos metros. Se escuchó una explosión tremenda. La camioneta se elevó y se dirigió hacia mí. No sé cómo alcancé a esquivarla, fue cuestión de segundos”, contó Banegas. Tras presenciar semejante escena, el hombre entró en pánico. “Quedé a la orilla de la ruta, inmóvil, shockeado, en medio de la oscuridad total”, relató.
El testigo desconoce las razones por las que la camioneta, conducida por Eduardo Alfredo Carrizo (24), oriundo de Santa Bárbara, salió de control e invadió el carril opuesto. “Se lanzó hacia nosotros haciendo ruidos con las ruedas. Es como si (el conductor) se hubiera quedado dormido y encima a más de 150 kilómetros por hora”, apuntó Banegas.
Muerte inmediata
La Policía tiene la presunción de que Carrizo, quien se encuentra aprehendido e internado en el hospital Padilla con una quebradura y otras lesiones, conducía en estado de ebriedad. Sin embargo, esa información no pudo ser confirmada.
El Fiat Uno, en tanto, era manejado por Franco David Quinteros (35). A su lado, en el lugar del acompañante, viajaba su padre Néstor Rubén Quinteros (60). Los asientos de atrás estaban ocupados por Miguel Ignacio Garzón (32), Carlos Antonio Cano (58) y Cintia Rosana Lastra (31). Los cuatro primeros eran oriundos de la Colonia 3 de Santa Ana, mientras que la restante pasajera tenía domicilio en el barrio Florida, de la misma localidad.
Todos ellos murieron en el acto. Tres de los cuerpos salieron despedidos del auto y quedaron desperdigados a orillas de la ruta, mientras que los Quinteros (padre e hijo) permanecieron un par de horas atrapados en medio de los hierros retorcidos del Fiat Uno, hasta que los Bomberos Voluntarios de Aguilares los rescataron, pero también estaban sin vida.
Zona de alto riesgo
El accidente se desencadenó a 500 metros al norte del puente que pasa sobre el río Chico, en un curva amplia. La zona carece de iluminación, señalizaciones y está al frente del reducido poblado de Santa Rosa.
“Este tramo es de alto riesgo porque no sólo es de tránsito intenso y está cerca de una fábrica, sino también porque es curvo y la banquina tiene matorrales altos y reduce la visibilidad”, observó Ramón Martínez, jefe de la división Criminalística de la Regional Sur de la Policía.
En la misma zona, hace unos 10 días, murió el motociclista Virgilio Ovejero tras ser embestido por un auto. El hombre también era operario de Alpargatas y al momento del accidente se dirigía a su trabajo.
“Es tremendo este momento de pérdida de tantos compañeros. Algo habrá que hacer para mejorar la seguridad en la ruta y el transporte de esta gente, que antes disponía de colectivos subsidiados por la fábrica. Ahora, en cambio, cada uno se moviliza en vehículos particulares”, dijo Hugo Soria, secretario adjunto de la Asociación Obrera Textil (AOT) de Aguilares.
“El de la camioneta es un asesino que iba a unos 180 kilómetros por hora en una zona de riesgo. La Justicia tendrá que actuar con rigor para castigar la conducta de un hombre que, aseguran, conducía ebrio. Destruyó nuestra familia”, lamentó Susana Escalante, pariente de los Quinteros.
Ayer, en la capilla del Sagrado Corazón de Jesús de la Colonia 3, eran velados los cuerpos de Cano y Garzón. Cerca de ese lugar también despedían a los Quinteros. El dolor y la angustia reinaban en el pueblo, en un día sofocante, marcado por una tragedia que no tenía explicación. (C)