Miyazaki, Japón.- Para algunas de las celebridades más adoradas, la travesía de la fama empieza en un café internet convertido encima de un boliche en esta soleada ciudad suroccidental.
Aquí es donde Hiromi Kano dirige su improbable fábrica de estrellas, empresa cuyas creaciones más exitosas son reconocidas por millones de personas. Algunas tienen seguidores en Twitter y ganan miles de millones de yenes en ingresos.
Los ídolos producidos en masa por Kano, de 55 años de edad, son mascotas -las sonrientes animales que bailan-, mutantes rellenos de comida y humanoides con ojos de plato que promueven cada cosa concebible en Japón, desde puntos turísticos fuera de la ruta turística hasta carreras en las fuerzas armadas.
Kano es una creadora de vestuarios, aunque nadie en su industria describiría el trabajo en términos tan audaces. “Tenemos un lema, y es que no hay un humano adentro”, dijo Kano, madre de dos niñas con cálida sonrisa que supervisa el taller y sus casi 40 empleados, casi todos mujeres.
Mascotas caprichosas han terminado por asociarse tan estrechamente con Japón como el Monte Fuji y el sushi. Populares durante varias décadas, se han convertido en una virtual obsesión en años recientes, y al parecer cada poblado, negocio y rama del gobierno ahora tiene una.
Tan ubicuas son las mascotas que en 2015, el ministerio de Finanzas de Japón sugirió que dependencias públicas lo piensen dos veces antes de crear más, temiendo que se estaba derrochando dinero del contribuyente fiscal. El gobernador ordenó un sacrificio. Sin embargo, Kano dijo que el negocio seguía en auge. “Si quieren explicar, digamos, el desecho industrial, agregar un personaje suaviza el mensaje y ayuda a comunicárselo a la gente”. Hay docenas de fabricantes de trajes de mascota en Japón, pero la compañía de la familia Kano, Kigurumi.biz, sobresale entre la multitud. Sus trajes, que cuestan entre 4.000 y 6.500 dólares, son los Cadillacs del mundo de las mascotas, con características como ventiladores motorizados para mantener frescos a sus ocupantes durante los húmedos veranos de Japón.
En su mayoría tienen su base en imágenes existentes, pero Kano da empleo a artistas que pueden crear personajes de cero o que pueden refinar diseños de clientes.
El mayor reclamo de Kano a la fama es haber creado la versión usable de Kumamon, oso de mejillas rojas que se ha convertido en una de las criaturas de fantasía más populares en Japón.
La mascota para la prefectura rural de Kumamoto, Kumamon ganó un concurso nacional de popularidad en 2011. Su imagen adorna bolsas, camisetas, llaveros, palillos chinos de plástico, botellas de licor e incontables artículos más. Con base en la sucursal local del banco central de Japón, que estudió el impacto económico de Kumamon, el oso le generó a Kumamoto 124.000 millones de yenes, o alrededor de 1.000 millones de dólares, en turismo e ingresos de mercadotecnia en los dos años posteriores a la victoria en el concurso. Kumamon tiene 427.000 seguidores en Twitter y recibió al Emperador Akihito en una visita real en 2013.
Historias de éxito como la de Kumamoto han mantenido en marcha la adicción a las mascotas. “Los casos más duros son cuando los clientes llegan y dicen: ‘Tan solo haga la nuestra como Kumamon’”, dijo Kano. “Yo intento decirles que no basta tener un personaje lindo. Se debe pensar en cómo usarlo para captar la atención de la gente”.
Kano nació en Miyazaki, área rural de la isla suroccidental de Kyushu, conocida por campos de golf y cultivo de cítricos.
Ella dice que no se propuso crear un imperio de lo adorable. Tras un período en Nueva York cuando había cumplido 20 años, donde trabajaba para una agencia de viajes, ella regresó a Miyazaki para contraer matrimonio, pero se divorció más adelante. Se mudó a Tokio con sus hijos y después a la rural prefectura de Fukushima, antes de regresar a Miyazaki tras haber conocido a su marido actual, un diseñador de series teatrales y despliegues comerciales.
“Cuando recibimos nuestras primeras órdenes de mascotas, nosotros mismos las hicimos, mediante prueba y error”, recordó. La demanda de despliegues llamativos de comercio y otros grandes artículos caros se agotó a medida que la economía japonesa se fue estancando. “Con el tiempo, las mascotas fue todo lo que quedó”. Hoy día, la compañía produce de 20 a 25 trajes al mes.