Al comienzo de su primer mandato, Barack Obama planteó cómo enfrentaría los desafíos nucleares. El objetivo era enfocarse en detener el programa de Irán antes de que lograra fabricar un arma, pero no desperdiciar mucha energía intentando reducir los planes de Corea del Sur, país que ya había fabricado un pequeño arsenal al que, más allá de su pobreza estructural, no pensaba renunciar.

Pasarán años antes de que pueda evaluarse la sabiduría de la estrategia a largo plazo. Pero Irán, impaciente porque se levanten las sanciones económicas en su contra, embarcó el 98% de su reserva conocida de combustible nuclear a Rusia la semana pasada. Todo indica que paralizó su capacidad de construir un arma a lo largo de los próximos 10 años.

Mientras tanto, los norcoreanos saben portarse mal cuando se sienten ignorados. La detonación que sacudió el miércoles al noreste de Asia acompañó a la declaración de Pyongyang: afirman que hicieron estallar su primera bomba de hidrógeno. El alarde constituye una buena razón para tratarlo con escepticismo, pero recuerda que Corea del Norte estuvo subido a una ola de gasto atómico mientras los negociadores estadounidenses cerraban tratos con los iraníes.

La escalada

Como han estado advirtiendo tanto expertos nucleares foráneos como oficiales de inteligencia de Estados Unidos en numerosos informes, todo indica que el pequeño arsenal nuclear de Corea del Norte está a punto de convertirse en uno de buen tamaño. Los estimados varían, pero muchos creen que ese arsenal puede contener más de 20 armas para finales de este año.

Siegfried S. Hecker, ex director del laboratorio Nacional de Los Álamos y el hombre al que los norcoreanos han permitido entrar periódicamente en sus instalaciones más secretas para convencer a Washington de su destreza, calificó eso de “muchísimas bombas”.

Corea del Norte ha mejorado tanto el rango como la movilidad de sus misiles. Son más difíciles de eliminar si el régimen norcoreano intenta una llamarada suicida de gloria. Según oficiales militares de alto rango de Estados Unidos, Pyongyang tiene, probablemente, la habilidad de encoger un arma nuclear a un tamaño suficientemente pequeño para que quepa encima de una de esos misiles. Eso quiere decir que el régimen más impredecible del mundo puede amenazar creíblemente a Corea del Sur, Japón, a las fuerzas estadounidenses en el Pacífico y, con el tiempo, la costa oeste de Estados Unidos. La única gracia salvadora es que durante muchos ensayos misilísticos a lo largo de los últimos años, los norcoreanos han demostrado repetidamente que tienen pésima puntería.

Demasiado serio

Si los norcoreanos realmente han dominado la ingeniería de un arma termonuclear se incrementa la severidad de esa amenaza. Pero en términos políticos se renueva una pregunta: ¿qué se hace con un problema como Corea del Norte?

Las resoluciones condenatorias del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas tienen escaso efecto. Además, las esperanzas de que el gobierno norcoreano colapse han terminado siendo una fantasía hasta ahora: si Kim Jong-un sigue en el cargo el 20 de enero de 2017, la dinastía de la familia Kim - abuelo, padre e hijo - habrá durado más que una docena de presidentes de Estados Unidos.

Sin embargo, lo que la administración Obama ha anunciado como “paciencia estratégica” (no exagerar la reacción a cada ensayo norcoreano y continuar la presión a través de sanciones hasta que accedan a negociar) puede ser juzgado por detractores del mandatario como pavimentar el camino para un arsenal del tamaño del de Pakistán.

“La paciencia estratégica ha llevado a la aquiescencia”, opinó Robert Litwak, del Centro Internacional Woodrow Wilson Internacional para Académicos. “Vaya contraste con el esfuerzo y la creatividad que la administración de Obama puso en el caso iraní”, añadió.

Desde el punto de vista de Pyongyang, hay escaso incentivo para renunciar al arsenal nuclear. El mundo no está exactamente golpeando a la puerta de Corea del Norte para hacer negocios. Es distinto el casi de Irán, país con el que muchos quieren reanudar relaciones. Norcorea no tiene petróleo ni próspera clase media, y su valor estratégico en el mundo moderno es escaso. Su mayor poder es la amenaza que representa para uno de los rincones más prósperos del planeta: el sudeste asiático.

Máximo cuidado

Sin embargo, hay quienes consideran que es demasiado peligroso permitir que Norcorea se desmorone. Los chinos saben que si el país deja de existir, los surcoreanos y sus aliados estadounidenses estarán en la frontera en cuestión de segundos. Y los surcoreanos saben que si estalla un conflicto, el Norte perderá… pero solo después de que Seúl, a solo 56 kilómetros aproximadamente de la frontera norcoreana, sea una ruina humeante.

Así que la estrategia norcoreana consiste en subir la apuesta y esperar que el mundo la reconozca como una potencia de armas nucleares con la que tiene que tratar. Bomba H o no, las armas nucleares son la póliza de seguro del país, y el ensayo fue una señal de que no tiene intenciones de cobrarlo.