Sentados en un rincón de la sala, a los hermanos Zulli la cara los delata. Rubios y dueños de ojos de un azul cristalino, Juan Pablo y Lourdes son abanderados del Colegio Nueva Concepción. Él porta la enseña de la institución, que omite los promedios y apunta a otras virtudes. “Más que nada al modelo de alumno que el colegio quiere, uno que se involucre para tratar de mejorar cosas”, explica Juan Pablo, que también es presidente del centro de estudiantes. Lourdes lleva la Bandera de Macha, la provincial. “Está más vinculada al compañerismo”, informa ella.

Los dos niegan que su buen desempeño se deba a que en casa los tengan cortitos. “No hay presiones. Simplemente nos transmitieron ganas”, asegura Lourdes. “Nos enseñaron a cumplir con nuestras responsabilidades”, amplía Juan Pablo.

Diferente es el caso de los Campestrini, unidos por el apellido y separados por la personalidad. Angelo es abanderado del Instituto Técnico, plataforma de lanzamiento hacia su futuro de ingeniero. Su pasión es la mecánica, el funcionamiento de los circuitos y afines. Gastón, en cambio, lleva la bandera del Gymnasium, y se revela como un bohemio desde su remera con la figura de John Lennon. Lo suyo es el arte, definitivamente.

“Encima hay como una cierta rivalidad entre los dos colegios. Somos cuatro hermanos, y mi mamá siempre quiso mandarnos a todos al Técnico, pero lo de Gastón no iba por ahí”, dice Angelo.