Quién lo diría. Tres hinchas de Boca haciendo la “gran Mostaza Merlo”, el famoso paso a paso. Mauricio Macri decide; Alfonso Prat Gay ejecuta; Marcos Peña comunica. El Gobierno está poniendo un plan económico en cuotas. Y va calibrándolo en la medida de la reacción de la sociedad. Pasó con las retenciones; luego con la liberación del comercio exterior y ahora con el cepo cambiario. Quiere cerrar el año con un arreglo con los holdouts y avanzar con una medida que, a todas luces, es impopular: la suba tarifaria. Todo eso, además de una tasa atractiva, suma para el ingreso de capitales, algo que puede beneficiar a las economías regionales y sostener el empleo.

“No quieren hacer nada que asuste a la gente”, dicen muy cerca de la Casa Rosada. En términos técnicos, los colaboradores del Presidente hablan de un “fine tuning”, un ajuste fino de las variables macroeconómicas. Pero a ese proceso le faltan dos patas fundamentales: la monetaria y la fiscal.

El primer día de un país sin cepo cambiario, tras cuatro años de restricciones, encuentra a la nueva gestión con una tibia sonrisa: el mercado respondió favorablemente al proceso de normalización cambiaria, argumentan. Un precio de $ 13,95 no es malo, acotan. Prefieren no hablar de devaluación porque, según sostienen, muchos sectores ya descontaron la corrección cambiaria antes del anuncio. Sin embargo, la sociedad percibe que nada es gratis y que su salario pagará las consecuencias del adiós al cepo. El tiempo lo dirá.