La política ha decidido darles una nueva vida a José Cano y a Domingo Amaya. El radical y el peronista tienen la posibilidad de resucitar de la mano de un padrino impensado: Mauricio Macri. El regalo de fin de año supone una sorpresa aún mayor para el ex intendente, cuyo único desafío se le aparecía en el horizonte dentro de dos años: Amaya, perdidoso y excluido de los flashes, sólo aspiraba a pelear por una banca de diputado en 2017, año en el que justamente finaliza el mandato de Cano en la Cámara Baja. Pero el destino se ha ensañado con hacerle sentir a Juan Manzur el costo de haber ganado la gobernación en una elección escandalosa, y le ha dejado en claro que deberá lidiar con las sombras de sus rivales cada día y cada noche durante los cuatro años que dure su mandato.

Llamativamente, el tucumano más fortalecido por el triunfo de Macri no fue ningún macrista, sino un radical. De hecho, los referentes del PRO local aún mascullan bronca e intercambian mails y mensajes de WhatsApp por el ninguneo que, aducen, les aplica el nuevo inquilino de la Casa Rosada. Cano juró como responsable del programa de obras para el Norte el jueves junto a los ministros nacionales, en una muestra de la jerarquía que Macri pretende darle al Plan Belgrano. Para el ex candidato a gobernador, su nuevo rol le representa la posibilidad de mostrarse ante los ciudadanos en una faceta que nadie le conoce: la de gestor y ejecutor. Hasta aquí, el ahora licenciado diputado –tiene un permiso hasta el 28 de febrero- había sustentado su carrera política galopando sobre las denuncias de corrupción. De ahora en más, deberá dejar de lado ese perfil para potenciar el otro. En el éxito de su gestión –o en el fracaso- puede estar una de las claves para avizorar cómo se presentará la batalla por la Gobernación en 2019.

Cano, además de recibir por adelantado el regalo de Navidad, se enteró por anticipado qué le traerán los Reyes Magos. Porque la designación de Amaya como secretario de Vivienda permite suponer que el macrismo ya eligió quiénes serán sus líderes en Tucumán para las próximas contiendas electorales: la renovación parcial en Diputados de 2017 y la general provincial, dos años después. De lo contrario no se explica que el ex alperovichista y kirchnerista, que despotricó contra Macri y se escondió de él durante la campaña, hoy esté a un paso de convertirse en su funcionario. El bautismo liberal de Amaya abrió innumerables interpretaciones, pero todos coinciden en que es una paga elevada si se la compara con los desplantes antes mencionados. Los macristas atribuyeron la novedad a una jugada de Cano; los radicales, a una estrategia del macrista Pablo Walter. En paralelo, la cúpula partidaria del PRO explicó a los dirigentes quejosos que se trataba de un acuerdo entre el armador político Emilio Monzó y el ex cristinista Florencio Randazzo, quien habría pedido algunos lugares a cambio de aportar un puñado de votos en Diputados. Pero ni una ni otra opción. Si algo hace bien el PRO es el usufructo de las figuras ajenas en beneficio propio, y que la dupla Cano-Amaya se vista hoy de amarillo obedece a las intenciones del macrismo de hacer pie en Tucumán para el próximo período. Fue Monzó quien sugirió la llegada de Amaya y quien la aprobó fue el ministro del Interior, Rogelio Frigerio. El ex presidente del Banco Ciudad integra la Fundación RAP, un espacio de capacitación política del que también forma parte el dúo tucumano. Fue en esos encuentros en donde Cano y Amaya potenciaron su relación y fortalecieron amistades con el propio Frigerio y con Emilio Basabilbaso, ahora titular de la Anses. Frigerio y Monzó tienen la responsabilidad de abroquelar el interior y de expandir el macrismo en el territorio; por eso, la llegada de Amaya es parte de un paquete de ingresos multipartidarios al gabinete de ese Ministerio. Junto al tucumano, por ejemplo, jurarán como secretaria de Asuntos Municipales la ex intendenta radical de Resistencia, Aída Ayala; y como secretario de Asuntos Políticos Adrián Pérez, ex Coalición Cívica.

Hay además algunos movimientos derivados de la designación de Cano. El primero, la jura de Federico Masso como diputado en su lugar. Eso sólo podría producirse en caso de que el radical renuncie y le implicará al macrismo ceder un escaño –de los que no le sobran- a Libres del Sur. Por ahora, el radical tiene una licencia para todo el verano. El segundo, la conformación del equipo de trabajo del Plan Belgrano. Seguramente estarán junto a él el economista Eduardo Robinson, el ex legislador José Ricardo Ascárate y el actual diputado Juan Casañas. El radical, por sus conocimientos en infraestructura; el ruralista, por sus relaciones con los productores de la región. Si Casañas libera la banca, en su lugar asumiría la concejala Sandra Manzone, referente de Elisa Carrió en Tucumán. Su salida del Concejo permitiría el ingreso del abogado de la Bancaria Juan Andrés Robles, hijo del ex legislador Juan “Chino” Robles.

Para Cano, que Amaya tome los sacramentos macristas implica cerrar con candado el acuerdo opositor en Tucumán. Tras las elecciones, aquellos pocos que resultaron ganadores mediante el Acuerdo para el Bicentenario se sintieron liberados de la dupla derrotada. Es particular el caso del intendente Germán Alfaro (amayista) y de la senadora Silvia Elías (canista). El primero sueña con lucirse en la capital para disputar la Gobernación como emergente peronista; la segunda aún siente que era el suyo el nombre ideal para la Municipalidad. Para ambos, el resurgimiento de la dupla que compitió en agosto puede implicar un tapón a sus aspiraciones personales. Pero, a la vez, supone el fortalecimiento de la coalición opositora en la provincia y la posibilidad de amargar al siempre sonriente Manzur: no es casualidad que la primera visita oficial de Cano en su rol de funcionario macrista sea al intendente Alfaro y no al gobernador.