Barbara Whitaker / The New York Times

NUEVA YORK.- A 800 metros de la frontera rusa, oculta en las ondulantes colinas de la región más al norte de Polonia, está la diminuta aldea de Zywkowo. Su población: 25 humanos y 43 pares de cigüeñas blancas en anidación. Es una de las colonias de reproducción de cigüeñas más grandes del país; sus enormes y enmarañados nidos coronan chimeneas, tejados y plataformas especialmente hechas para ello. Están calzados entre las ramas de los arboles y equilibrados sobre cables eléctricos.

A partir de mediados de los años 80, Wladyslaw Andrejew (afectuosamente conocido en el área como el Rey de las Cigüeñas) empezó a atraer a las cigüeñas a su remota propiedad rural, al principio usando una rueda de bicicleta para crear una plataforma para las majestuosas aves.

El águila blanca quizá sea el símbolo de la nacionalidad polaca, pero es la cigüeña blanca la que conquista el corazón de los polacos. Las cigüeñas son vistas como aves de buen agüero, y su llegada a fines de marzo anuncia el inicio de la primavera que, después del largo y oscuro invierno polaco, no es poca cosa.

Durante siglos, han migrado miles de kilómetros para pasar el verano en el campo polaco y criar a sus crías. Pero su cantidad está declinando, a menos de 45,000 en 2014, respecto de 52,000 parejas de reproducción en 2004, según las estimaciones iniciales del Censo Internacional de la Cigüeña Blanca, quizá colocando a Polonia en segundo lugar detrás de España por primera vez.

Seguir su paso por el noreste da la oportunidad de explorar una parte del país que es rica en historia, vida silvestre y paisajes cautivadores, incluso uno de los últimos bosques primigenios en Europa, que alberga al bisonte europeo.

Empezamos nuestro recorrido en Gdansk, el puerto histórico de Polonia y lugar de nacimiento de Solidaridad, el movimiento sindical encabezado por Lech Walesa que condujo al fin del control comunista del país en 1989. De ahí, nos dirigimos al este hacia Malbork, uno de los castillos más grandes del mundo. La enorme estructura de ladrillo rojo fue construida, a partir del siglo XIII, por los Caballeros Teutónicos, una orden del monjes militares a quienes les fueron concedidas esas tierras por su servicio en las Cruzadas. El castillo había caído en el abandono, y resultó seriamente dañado en la II Guerra Mundial, pero ha sido minuciosamente restaurado.

Al noreste está Frombork, una ciudad gótica, donde vivió Nicolás Copérnico de 1510 a 1543. Fue en Frombork donde hizo sus observaciones de que la Tierra rota alrededor del Sol. La catedral del siglo XIV de la ciudad alberga la tumba de Copérnico y se ha creado un museo en su honor en el Antiguo Palacio del Obispado.

Luego fuimos a Zywkowo. Fue un corto recorrido en auto por una estrecha carretera hasta la aldea, apenas un puntito en el mapa y a solo unos pasos de la frontera con Rusia. Adam Lopuszynski, de 25 años de edad, y su esposa, Alicja, de 30, con su hija de un año, Zuzanna, se mudaron a Zywkowo en busca de una vida más tranquila. Son cuidadores en la granja comprada a los Andrejew en 2005 por la Sociedad Polaca para la Protección de las Aves. Lopuszynski administra la granja y ofrece programas educativos sobre las cigüeñas a los visitantes. Él y su esposa también operan el albergue de la sociedad, un lugar donde hospedarse a precio razonable, por unos 10 dólares por persona por noche.

Después de una noche en Zywkowo, emprendimos camino hacia Ketrzyn para visitar lo que había sido el cuartel de guerra de Hitler en el frente oriental. Las ruinas de la llamada Guarida del Lobo -Wolfsschanzen en alemán- se pudren bajo los efectos de los duros elementos; una espeluznante colección de enormes búnkeres y edificios en ruinas, cubiertos por moho y maleza.

De ahí nos dirigimos a Dwor Pentowo, una granja que ha sido designada una de las 13 Aldeas Europeas de la Cigüeña por Euronatur, una organización con sede en Alemania formada para alentar a la gente a trabajar a través de las fronteras para proteger la vida silvestre en Europa. El recorrido nos llevó a través del corazón del Distrito del Lago Masurian, con más de 2.000 lagos post glaciales, muchos conectados por ríos y canales, hacia el interior de la provincia de Podlaskie, donde las autoridades han creado un “sendero de la cigüeña blanca” que serpentea a través de cuatro parques nacionales y sitios históricos en la región.

Hay una ventana limitada para ver a las cigüeñas. En agosto, miles de ellas empiezan a reunirse en los campos en todo el paisaje polaco para su vuelo de regreso a África. El camino las lleva al sur y al este, sobre el Bósforo y a través de Oriente Medio, luego sobre el Sinaí y hacia África. Un sitio particularmente traicionero en su ruta es Líbano, donde las cigüeñas son cazadas como deporte.

Pero los problemas más grandes siguen estando en casa, en Polonia. La agroindustria, los pesticidas y un ambiente natural menguante presentan una importante amenaza. En cierto sentido, para Polonia, las cigüeñas son los canarios en la mina de carbón para el ecosistema. Pero, por ahora, aún existe un hábitat acogedor, al menos en el noreste del país.

Lopuszynski y su familia pasan el invierno en Zywkowo, reparando las cosas en la granja y cortando leña. Al inicio de la primavera, llegará un camión de bomberos con una canastilla telescópica y empezarán los trabajos para preparase para la llegada de las cigüeñas. Se retirarán los escombros de los nidos, se aplicarán nuevos recubrimientos de ramas y pasto donde sea necesario y se podarán árboles para despejar los caminos hacia los nidos, retirando los que estén en peligro o cayéndose.

Las fábulas han asociado desde hace tiempo la llegada de los bebés con las cigüeñas. Los Lopuszynski lo atestiguan. Estás esperando a un hijo, Aleksy, para enero.