Por Ceferino Reato - Para LA GACETA - Buenos Aires

Con sus rangos y sus uniformes color azul, el Ejército Montonero fue el instrumento que la guerrilla peronista, encabezada por el “oficial superior” Mario Firmenich, imaginó para enfrentar el golpe militar del que hablaban todos y acelerar la llegada de la revolución socialista.

Eso fue el domingo 5 de octubre de 1975 a la hora de la siesta, en la ciudad de Formosa, durante la presidencia de Isabel Perón, que estaba en Ascochinga, en las sierras de Córdoba, reponiéndose de sus crónicos problemas de salud; ocupaba su lugar el senador Ítalo Argentino Luder, que intentaba sacar a flote un gobierno que naufragaba en medio de una tormenta de violencia, inflación y denuncias de corrupción.

Unos 70 combatientes participaron en forma directa en esta operación, que tuvo cinco etapas, algunas de ellas simultáneas:

• Secuestro del Vuelo 706 de Aerolíneas Argentinas, con 102 pasajeros y seis tripulantes, que se dirigía a Corrientes pero fue desviado a Formosa, a 1.190 kilómetros de Buenos Aires.

• Copamiento del aeropuerto internacional “El Pucú”, en la entrada de la capital formoseña. Hubo un policía muerto.

• Ataque al Regimiento de Infantería de Monte 29, el segundo en poder de fuego de todo el país. Los montoneros estaban convencidos de que los soldados de guardia, que cumplían con el servicio militar obligatorio, entregarían las armas, pero no fue así. También murió el soldado que abrió las puertas del cuartel, Roberto Mayol, un santafesino que estudiaba abogacía y era “oficial segundo” de Montoneros.

• Fuga de los guerrilleros que sobrevivieron al ataque en el modernísimo Boeing 737-200 de Aerolíneas y en un Cessna 182 de cuatro plazas que sirvió para confundir en el aire a los perseguidores.

• Aterrizaje del avión de Aerolíneas a 700 kilómetros de Formosa, en una pista preparada para la ocasión en una estancia cerca de Rafaela, la “Perla del Oeste” santafesino. El Cessna bajó en una arrocera en las afueras de Corrientes.

Operación Primicia fue diseñada y dirigida por el “oficial superior” Raúl Yaguer, más conocido como “El Gringo”, “Roque” o “Mario”, un ingeniero químico santafesino metódico y cáustico que era el número cuatro de la cúpula nacional de Montoneros. Los tres primeros en la jerarquía, Firmenich, Roberto Perdía y Roberto Quieto, aprobaron el copamiento.

Fue el primer ataque de Montoneros a un cuartel militar; el inicio de la lucha directa contra las Fuerzas Armadas, que pasó a ser su enemigo principal en la causa por la revolución socialista y la liberación nacional; por eso el nombre de la operación, Primicia, una palabra muy utilizada por los periodistas para referirnos a un hecho valioso que se revela por primera vez.

Montoneros estaba organizado en todo el país y la Regional Nordeste abarcaba el norte de Santa Fe, Chaco, Formosa, Corrientes y Misiones. Uno de los nombres fuertes era el de Carlos Kunkel, actual diputado kirchnerista, quien había sido trasladado allí en 1974, luego de su renuncia a una banca de diputado nacional y su expulsión del peronismo debido a su oposición a un proyecto de ley del presidente Juan Perón que endurecía la represión contra la guerrilla.

Kunkel siempre se negó a ser entrevistado para aclarar varias dudas; por ejemplo, si participó en algún momento y de alguna manera en el ataque al cuartel de Formosa, como afirman varios sitios en Internet.

El golpe

Operación Primicia no fue sólo una acción que parece salida de un guión cinematográfico: conmovió al gobierno, al peronismo y a los militares, y provocó que el general Jorge Videla y el almirante Emilio Massera —ya eran los jefes del Ejército y la Marina— fijaran la fecha para el golpe del 24 de marzo de 1976.

Es que luego del ataque, Isabel decidió acortar su licencia médica y volver a la presidencia; los militares y parte del peronismo y del sindicalismo presionaron a Luder para que se quedara en la Casa Rosada y completara el mandato constitucional, hasta las elecciones del año próximo, pero el senador no aceptó: “Yo no voy a ser el traidor de la señora de Perón”, argumentó. Videla y Massera decidieron entonces dar el golpe, pero no pudieron convencer al jefe de la Fuerza Aérea, el brigadier Héctor Fautario: eso ocurrió en un tenso almuerzo en el Delta, a bordo de un yate de la Armada, el viernes 17 de octubre de 1975. Igual siguieron adelante y a fines de aquel año lograron desplazar a Fautario impulsando una rebelión entre los aviadores que desembocó en su reemplazo por el brigadier Orlando Agosti. Videla, Massera y Agosti, los nombres de la primera junta militar.

Los tres decretos

Operación Primicia impactó en la opinión pública, en especial por la muerte de los diez colimbas de 21 años que defendieron el cuartel; tanto que La Opinión, el diario de Jacobo Timerman, considerado de centroizquierda, afirmó en tapa: “El país está en guerra; todo el país, a lo largo y a lo ancho de su territorio”.

El gobierno peronista reaccionó con tres decretos que ordenaron a las Fuerzas Armadas la ejecución de “las operaciones militares y de seguridad que sean necesarias a efectos de aniquilar el accionar de los elementos subversivos en todo el territorio del país”.

Hacía tiempo, desde que habían vuelto a la lucha armada el año anterior, que Montoneros consideraba que el gobierno de la viuda de Perón “carecía de razón social”, como explicó Firmenich en 1978 en Resistir, una película rodada entre Francia e Italia por Jorge Cedrón con guión del poeta, escritor y periodista Juan Gelman.

En ese film, un Firmenich de 29 años y barba y bigotes a lo Fidel Castro se presentó como “jefe del Partido Montonero y del Ejército Montonero” y no mostró ningún lamento por el abrupto final del gobierno peronista ya que en su opinión era apenas un velo que impedía al pueblo desarrollar su esencia revolucionaria.

La represión

Operación Primicia anticipó cómo sería la represión tras el golpe militar: después del ataque, cuando todo había pasado, patrullas del Ejército mataron a tres vecinos que no tenían nada que ver con los guerrilleros; los testimonios indican que un estudiante secundario de 15 años y un joven policía de civil fueron fusilados mientras estaban tirados en el suelo.

Prácticamente todos los guerrilleros que participaron del ataque fueron muertos por el Ejército, antes o después del golpe de Estado. Dos de ellos —Horacio Pietragalla (“Chacho” o “Ángel”) y Eduardo Jensen (“Añamen”)— fueron capturados el 15 de octubre de 1975 en el bar Royal de la ciudad de Córdoba, hacia donde habían huido desde Resistencia y Corrientes.

Pietragalla era el número dos de la Regional Nordeste de Montoneros y, junto con su mujer, había instalado en Resistencia un negocio de venta y distribución de máquinas y artículos de oficina que funcionaba como una pantalla; fue el lugar donde las columnas montoneras se concentraron antes del ataque al cuartel de Formosa.

Fuentes consultadas para mi libro “¡Viva la sangre! me contaron que Pietragalla y Jensen fueron las dos primeras víctimas del Comando Libertadores de América, un grupo paraestatal vinculado orgánicamente con el Tercer Cuerpo de Ejército, que ya estaba a cargo del general Luciano Benjamín Menéndez.

Pietragalla —padre del diputado kirchnerista del mismo nombre— y Jensen se convirtieron en los primeros desaparecidos en Córdoba luego de los tres decretos despachados por el gobierno nacional.

Oro y bronce

El kirchnerismo y las organizaciones de derechos humanos consideran que los muertos en el cuartel de Formosa tienen un valor distinto. Asoma allí un doble estándar:

• Por un lado, los conscriptos sólo son recordados en Formosa y en 2010, cuando fue publicado mi libro Operación Primicia, sus padres debían arreglarse con una pensión mensual de 842 pesos; era el sueldo básico de cabo, rango al que fueron ascendidos sus hijos.

• Por el otro, la mayoría de los guerrilleros muertos durante el combate en el regimiento figura en los renovados anexos del Nunca Más; es decir, en los listados de la Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas (Conadep) actualizados por el gobierno de Néstor Kirchner, y en el Monumento a las Víctimas del Terrorismo de Estado que se levanta en la Costanera porteña. Además, sus parientes ya cobraron una indemnización del Estado que en marzo de 2010 ascendía 620.919 pesos (cien veces el sueldo más alto de la administración pública nacional).

Los conscriptos muertos formaban parte de un grupo desafortunado compuesto por los “soldados del domingo por la tarde”, es decir por los más pobres, que no tenían dinero para visitar a sus familias en el interior de la provincia y acostumbraban a cambiar sus francos por una pequeña suma de dinero, como Hermindo Luna, un “criollo” de Las Lomitas, y por los más generosos, como Edmundo Sosa, un muchacho sin padre que, primero, postergó su baja para que saliera en su lugar un compañero que era más pobre que él y tenía dos hijos que alimentar, y luego, aquel domingo 5 de octubre, le había cedido su franco a otro colega para que fuera a Clorinda a ganarse unos pesos en el acarreo de bolsas de harina de contrabando a Paraguay.

Un cálculo simple indicaba que la madre de Sosa, por ejemplo, debía cobrar esa pensión de 842 pesos todos los meses durante 61 años y medio de su vida para llegar a la suma ya percibida por los parientes de cada uno de los guerrilleros. Y sin que hubiera inflación.

Con el tiempo, el diputado formoseño Ricardo Buryaile, del radicalismo, presentó un proyecto de ley para que los parientes de los soldados fueran indemnizados con el mismo dinero que ya habían cobrado los herederos de los guerrilleros. Pero, luego de muchas idas y vueltas, el proyecto no fue aprobado por la oposición de los diputados kirchneristas.

Estirando la ley

Es llamativo: un Estado democrático indemnizando a quienes atacaron a otro Estado democrático, cuyo gobierno, constitucional, era encabezado por la viuda de Juan Perón, que había sido elegida vicepresidenta el 23 de septiembre de 1973; era la compañera de fórmula de su marido, que sumió pero murió el 1° de julio de 1974.

¿Cómo ocurrió esto? La Ley 24.411, sancionada en 1994 durante el gobierno de Carlos Menem, estableció una indemnización para los herederos de los desaparecidos y de “toda persona que hubiese fallecido como consecuencia del accionar de las fuerzas armadas, de seguridad, o de cualquier grupo paramilitar con anterioridad al 10 de diciembre de 1983”.

Los fundamentos de esa ley y los discursos de diputados y senadores indican que el objetivo era reparar las violaciones a los derechos humanos cometidas por el terrorismo de Estado, pero no la represión a la guerrilla realizada durante los gobiernos constitucionales y dentro de la ley.

Sin embargo, la nueva interpretación oficial es que las indemnizaciones incluyen a los guerrilleros muertos en cualquier tipo de enfrentamiento con militares, gendarmes y policías hasta la vuelta a la democracia y desde un momento no precisado pero que en la secretaría de Derechos Humanos ya estiran al 16 de junio de 1955, fecha del bombardeo a la Plaza de Mayo.

En los anexos del Nunca Más, presentados en la Feria del Libro en 2006, figuraban ocho de los doce guerrilleros muertos durante el ataque al cuartel de Formosa; todos como víctimas de “ejecución sumaria”, una categoría creada por el gobierno kirchnerista. La fuente de esa información era “REDEFA”, el Registro de Fallecidos de la Ley 24.411.

Es decir que primero sus herederos cobraron la indemnización creada durante el menemismo y luego, en el kirchnerismo, su nombre fue incorporado al listado de la Conadep. El oro, por un lado, y el bronce, por el otro.

Los montoneros muertos en Formosa no están solos en los nuevos listados del Nunca Más: en total, son 545 los nombres que provienen del REDEFA y casi todos (526) son considerados víctimas de “ejecución sumaria”, entre ellos los caídos en los ataques a los cuarteles de Villa María, Fray Luis Beltrán, Azul y Monte Chingolo.

También figuran guerrilleros muertos en tiroteos con la policía y mientras preparaban bombas, y hasta el cordobés Fernando Haymal, quien fue fusilado el 6 de septiembre de 1975 pero no por los militares o la policía sino por Montoneros, acusado de traición y delación, como informó la revista Evita Montonera, en su número 8.

Esas irregularidades son investigadas ahora por el juez federal Claudio Bonadio, que ya allanó dos veces la secretaría de Derechos Humanos para incautar los legajos cuestionados. El ataque en la siesta formoseña de hace 40 años se dirime ahora en los tribunales porteños.

© LA GACETA

Ceferino Reato - Editor ejecutivo de la revista Fortuna, autor de Operación Primicia.